Adicción pirotécnica

Luego del estupor, el duelo y el deslinde pendiente de responsabilidades por la tragedia en Tultepec, lo más lamentable está por ocurrir.
No obstante la peligrosidad que encierra la elaboración, el comercio y el uso de pirotecnia, el mercado de ese lugar reabrirá en los siguientes días o semanas.
Entre el aferramiento de la población del lugar a su actividad ancestral, y el paternalismo de las autoridades que la protegen pese a los riesgos insalvables, en Tultepec volverán a fabricarse y venderse todo tipo de cohetes.
La ociosa diversión está tan enraizada en las costumbres festivas de pueblos y barrios de nuestro país, que sería impensable una celebración sin el tronadero de pólvora.
Accidentes caseros y callejeros o tragedias de grandes dimensiones como la de hace unos días, son insuficientes para disuadir su consumo popular, de manera que las autoridades se allanan a los usos y costumbres para permitir e incluso patrocinar la industria de fuegos artificiales.
Los peligros fatales que implican generan reacciones gubernamentales enfrentadas, como propiciar la reposición del mercado de Tultepec cada que es destruido por los estallidos de la pólvora, y por otro lado prohibir el comercio de cohetes en calles y mercados de muchas ciudades, y sancionar a quienes andan tronando los artefactos que son fabricados y adquiridos precisamente para hacerlos estallar, si no qué chiste.
De qué otra forma podrían ser las cosas en un país en que la más trascendente fiesta cívica, el Grito de Independencia, culmina con una velada de fuegos artificiales que presencia el Presidente de la República, su familia, y las principales autoridades civiles y militares de la Nación.
Así que de prohibir la pirotecnia ni hablar; darle otras salidas productivas viables a Tultepec, no está en el escenario.
Volverá a construirse el mercado, se dictarán nuevas y más estrictas medidas de seguridad, o las mismas, después de todo estamos en México y nadie las acatará. Y dentro de unos años, tendremos que lamentar una recurrente tragedia.
Hay predicciones que caen por su propio peso.