Adiós a Poza Rica

La quiebra de Pemex se anuncia como si el causante de este descalabro fuera ocasionado por un fenómeno natural. Es decir, por lo inevitable, un temblor o un tsunami, cuando en realidad la quiebra fue creada a lo largo de muchos años, para arrojar la ruina que ahora es, aunque su director general, José Antonio González Anaya, insista en decir que es una empresa rentable.
Sin embargo, los hechos contradicen a este hijo del Instituto Tecnológico de Massachusets, al cerrar todo espacio de Pemex de Poza Rica, ciudad que surgió gracias a la explotación de petróleo y que sin estas instalaciones se convertirá en un pueblo fantasma en medio de un estado de la República de por sí castigado por los malos gobernantes.
Las oficinas de esa ciudad cerrarán, sólo algunas se trasladarán al puerto d Veracruz como parte de la “estrategia” para que sobreviva la empresa.
La realidad desmiente al hombre brillante que aseguran es el nuevo director de Pemex, a quien no le ha pasado por la cabeza que hay culpables con nombre y apellidos de esta quiebra y que seguirán en la impunidad mientras el régimen priísta subsista en este país, como muestra de una especie de dictadura tropical donde lo que menos existe es la democracia.
En un estado de cacicazgos, encabezados por el histrión Javier Duarte, la muestra de la decadencia de un régimen que desarrolló su fuerza en el petróleo ahora sufre sus mayores consecuencias. A los 18 años de haberse consumado la revolución mexicana, el petróleo se nacionaliza y fortalece la política, no la economía de la población. Sólo refuerza las finanzas públicas a partir de los impuestos que produce su venta al extranjero.
El PRI se asienta en la producción de petróleo que ahora asesina con la reforma política y que ha herido de muerte desde hace varios años, no sólo desde la cúpula de la administración sino por los excesos de los diferentes líderes petroleros que sólo se enriquecieron con el dinero de todos los mexicanos.
De la quiebra de Pemex hay culpables. Todos lo sabemos que así s, pero la justicia en México tiene dueño y esto implica impunidad para algunos. Ahí está Carlos Romero Deschamps, enriquecido con el dinero del sindicato de Pemex y de los trabajadores, a quien nuca nadie hará nada. Ni siquiera se atreven a destituirlo como si su poder rebasara al propio Presidente de la República, quien parece superado por varios caciques, como es el caso del propio Javier Duarte, quien a pesar de la sugerencia de Miguel Ángel Chong de renunciar, sigue haciendo de las suyas en Veracruz. Anteriormente, una sugerencia del secretario de Gobernación hacia los gobernadores, era una orden que debía cumplirse de inmediato, ahora esa dependencia se ha convertido en una simple oficialía de partes del gobierno federal.
Y es precisamente en Veracruz donde la primera muestra de quiebra de Pemex da cuenta de las consecuencias de los excesos. Las administraciones priístas de Poza Rica nunca pensaron que debían diversificar su sustento, mercados, actividades, educación, capacitación, visión de transformar en realidad la fuente de riqueza de la localidad. Para la gran mayoría de los pobladores de la ciudad, contagiados de un entusiasmo irracional que aún no cesa, a pesar de todo, consideraron que el petróleo era eterno, a pesar de los excesos de quienes lo manejaron. La realidad ahora les muestra una cara que los condena a abandonar la ciudad o a fenecer de hambre.
Hay culpables en el pasado y en el presente. Puede haberlos en el futuro de seguir gobernando el PRI no sólo en la entidad sino en el país.
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