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Administración pública o negocio

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Política
Marzo 22, 2018 15:44 hrs.
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José García Sánchez › diarioalmomento.com

Cuando un aeropuerto se convierte en un proyecto estratégico es que algo anda mal. Puede parecer una obra faraónica pero nunca ser un aeropuerto un proyecto estratégico en ningún país del mundo, sobre todo habiendo dos terminales aéreas que funcionan. Bien o mal, pero funcionan.

Sin embargo, cualquiera que sea el costo del nuevo aeropuerto siempre tendrá el riesgo de que haya un sorpresivo socavón en las pistas. Esto, independientemente de que se trata de una medida donde los peces grandes se comen a los pequeños empezando por el precio del metro cuadrado en los terrenos donde se ubicará.

Siempre la depredación ha actuado en nombre de la modernidad, todo lo que es construcción se aprueba para que se pase del salvajismo a la civilización, desde hace muchos siglos.

Pero mientras esto sucede se despoja a la naturaleza, es decir, a la tierra, los animales y al ser humano de un hábitat que no puede reponerse.

En el caso del nuevo aeropuerto de la Ciudad de México hay muchos intereses, cada vez más evidentes que no niegan sus intenciones de hacer grandes negocios. Por ejemplo, con el nuevo aeropuerto el viaje en avión será propio de élites. Simplemente la distancia que deben recorrer los pasajeros será mucho mayor y el precio de todo se incrementará para hacer un espacio sólo para privilegiados. Ante esta perspectiva podemos observar que se defiende como proyecto estratégico, según Meade, una obra que beneficiará y estará destinada a gente con suficiente holgura económica. Esto quiere decir que la gran mayoría de los mexicanos estarán excluidos de ese espacio, nada tendrá que hacer alguien que o gane menos de 100 mil pesos al mes. Esto significa que sólo podrá ingresar cierto nivel de personas, los precios de las mercancías y los servicios de ese lugar serán prohibitivos para la gran mayoría de los mexicanos.

Esta es una realdad evidente que puede vislumbrarse desde ahora. Entonces, no es posible pensar que un proyecto que sólo está destinado a una minoría, creado por otra minoría puede llamársele proyecto estratégico.

A menos que la estrategia de un gobierno se base en impulsar al rico y marginar al pobre. Meade todavía no es muy avezado a los significados de las palabras. Es un técnico del lenguaje apenas. No entiende lo que quieren decir las palabras y su vocabulario es muy corto, a pesar de ser denominado como el más preparado de los candidatos. Tal vez por eso se explique el hecho de que todo lo que no está dentro de su esquema de modernidad sea denominado pasado, retraso o retroceso.

Porque si hablamos de retroceso, su amigo Enrique Peña Nieto, es un experto en esto. Porque México lo vivió muy intensamente en los últimos cinco años. La pobreza creció, la miseria se extiende, el desempleo se disparó, regresaron enfermedades erradicadas, el nivel de educación es inferior al pasado que tanto fustiga Meade como si fuera el propio Cronos en persona, que mide y controla el tiempo por el avance de las obras majestuosas, que sólo sirven para unos cuantos mexicanos.

Pero para Meade la modernidad es sólo un concepto de élite. Los demás mexicanos, la mayoría de ellos, que son lo que pudieran votar por él, simplemente no existen. Ya sí lo manifiesta en su infinita ingenuidad: "Seguimos avanzando. México no saldrá adelante con recetas del pasado ni cancelando proyectos estratégicos. Somos la opción de futuro. Ideas modernas y experiencia en gobierno’.

Pero para Meade ver por el bienestar de la mayoría es un modelo no sólo pasado de moda sino destinado al fracaso, así lo expresó claramente: ’¿Qué vamos a ver en esta elección? Una elección donde vamos a contrastar dos proyectos de país, uno que vea hacia adelante, con certidumbre, con competitividad, con productividad y con desarrollo, y otro que es una vuelta al pasado de una política económica que ya demostró su fracaso’.

Los proyectos estratégicos son los que benefician a los habitantes de un país, a todos o, por lo menos a la mayoría. De no ser así se llaman negocios estratégicos.

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