La Hoguera
Emmanuel Ameth
La negativa de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) a suscribir el documento impulsado por Grupo Lima recordó aquellos ayeres en la que la diplomacia mexicana gozaba de un prestigio internacional gracias a la Doctrina Estrada y de paso, respetó la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.
La Doctrina Estrada, declarada en los años 30s, hizo que la diplomacia mexicana gozara de prestigio internacional por lo menos durante 70 años. Esta se manifiesta en contra de que los países decidan si un gobierno extranjero es legítimo o ilegítimo -especialmente si este proviene de movimientos revolucionarios-.
La Doctrina Estrada contradecía la costumbre de su época, que cada país debía reconocer al gobierno de otro país para que este fuera considerado válido o legítimo, siendo también contraria a la doctrina Tobar y del intervencionismo propuestas por los Estados Unidos.
Desafortunadamente cancilleres como Jorge Castañeda, Luis Ernesto Derbez, Luis Videgaray Caso y el propio Marcelo Ebrard (en ese entonces regente del D.F. y ahora diplomático), enlodaron la reputación que a México le llevó décadas formar y se convirtieron en promotores sumisos -o más bien, vulgares besamanos-.
La negativa de AMLO a suscribir el acuerdo del Grupo Lima devuelve a México, aunque sea de a poco, la legitimidad perdida en las últimas dos décadas.
Además, cabe señalar que el pronunciamiento de AMLO recuerda también el espíritu constitucional plasmado en el Artículo 89 Fracc. X, el cual especifica ’… En la conducción de tal política, el titular del Poder Ejecutivo observará los siguientes principios normativos: la autodeterminación de los pueblos; la no intervención; la solución pacífica de controversias; la proscripción de la amenaza o el uso de la fuerza en las relaciones internacionales; la igualdad jurídica de los Estados; la cooperación internacional para el desarrollo; el respeto, la protección y promoción de los derechos humanos y la lucha por la paz y la seguridad internacionales’.
Así pues, el comportamiento diplomático de Fox, Calderón y Peña Nieto, de hecho, también obraron en contra de la carta magna.
Agradecimiento a Edgar Ortega González por la segunda parte de la columna.