Opinión

Añoraban el pasado y se embarcaron hacia Europa para traerlo

Añoraban el pasado y se embarcaron hacia Europa para traerlo
Periodismo
Julio 03, 2020 20:50 hrs.
Periodismo ›
Rodolfo Villarreal Ríos › guerrerohabla.com


En la contienda participaron dos grupos perfectamente definidos. Uno, aferrado a mantener un modelo desfasado. El otro, con la mirada hacia adelante, proponía un estado de cosas que revolucionara lo anquilosado y permitiera enfrentar el futuro. En enero de 1861, los primeros fueron derrotados por los segundos quienes contaban con todo el andamiaje legal para dar paso a la construcción de un país nuevo. Sin embargo, tenían ante sí un sinfín de problemas. Uno de ellos era el pago de la deuda gubernamental. Dada esta situación, el 17 de julio de 1861, el estadista en ciernes, Benito Pablo Juárez García, promulgó un decreto mediante el cual suspendía por dos años el pago de la deuda que el gobierno de México tuviera con los acreedores nacionales y extranjeros. La medida cayó como anillo al dedo a quienes, aun relamiéndose las heridas de la derrota, soñaban que tenían otra oportunidad para revertir el fracaso. Percatarse de que los afectados principales eran Inglaterra, España y Francia, hizo que los conservadores creyeran haber encontrado la forma de tomar revancha. Esta podía lograrla por dos vías. Una era que esas tres naciones enviaran sus ejércitos a México y echaran los Liberales. De darse eso, nacería la otra opción que era materializar el proyecto de instalar en México una monarquía con un príncipe europeo a la cabeza bajo la premisa de que, si esto no se concretaba, los Estados Unidos de América habrían de absorber a México. Pero antes de llegar a eso, le solicitamos a usted, lector amable, que nos permita dar un breve repaso a los antecedentes que soportaban esa propuesta.
Quienes creen que eso de buscar un príncipe europeo que viniera a salvarnos fue una ocurrencia de los Conservadores una vez que se vieron derrotados en la Guerra de Reforma, les tenemos noticias. El proyecto fue una constante desde que les falló el ensayo con el criollo quien se sintió noble y acabó de santo patrono de la machincuepa política, Agustín Cosme Damián. Para que no vayan a tildarnos de levantar falsos, habremos de recurrir a los documentos que José Manuel Hidalgo y Esnaurrízar incorporara, en 1868, en un texto titulado ’Proyecto de Monarquía en México.’ A este personaje identificado como uno de quienes fue en busca de un príncipe europeo, el conservadurismo no le había nacido de la nada. Era descendiente del coronel español, Francisco Manuel Hidalgo quien ’recibió el juramento del ejército imperial, como consecuencia del plan de Iguala, el cual consistía en observar la religión católica, apostólica y romana, sostener la independencia del imperio, conservar la unión entre europeos y americanos y obedecer al rey Fernando VII.’ ¿No sería que en su familia eran adictos al grillete europeo? Dejemos elucubraciones y volvamos a ese adalid del entreguismo.
Hidalgo, inicialmente, se inclinó por la carrera de las armas, inclusive participó en las batallas de Padierna y Churubusco durante la invasión estadounidense. Sin embargo, lo suyo era la diplomacia e investido en ella se fue a Europa en donde no solamente se introdujo en las cortes de ese rumbo, sino que se adentró en los alones del Vaticano en donde logró intimar muy de cerca con el retrogrado de Giovanni Maria Mastai Ferretti, el papa Pío IX, a quien veía como la reencarnación de la pureza. Pero dejemos los antecedentes de este ciudadano y vayamos a las historias que narró sobre como él y otros buscaban evitar que el ogro que venía del norte nos engullera, mientras que ellos, los conservadores, nos ofrecían, en plato alegórico, para ser merendados por las fauces babeantes y santificadas de los europeos.
En agosto de 1840, el diplomático y político conservador de origen campechano, José María Gutiérrez de Estrada envió una propuesta al entonces presidente Anastasio Bustamante y Oseguera. En ella, tras de criticar, por dar resultados nulos para lograr la paz en México, a las Constituciones de 1824, a la que llamaba federal, y la de 1836, a la cual calificaba de central, le proponía convocar a una asamblea nacional, a la cual acudieran ’una gran mayoría de personas juiciosas, poseídas un verdadero, ilustrado y conocido patriotismo.’ Para sustentar el modelo que proponía hacía hincapié en que se tomara como ejemplo lo que en Francia y España sucedió en años previos. Acorde a Gutiérrez, la monarquía era la forma de gobierno más adecuada conforme a las tradiciones, necesidades e intereses de los mexicanos. Ni duda cabe que algunos no pueden ser felices sino sienten el apretón del grillete. La propuesta no prosperó en ese momento y el acomedido tuvo que huir a Europa, pero la semilla no dejó de ser regada.
Conforme a la narrativa de Hidalgo y Esnaurrízar, a finales de 1845, el general Mariano Paredes y Arrillaga, quien mediante un golpe de estado se apoderada de la presidencia de la república, y estuviera ahí entre el 31 de diciembre de 1845 y el 28 de julio de 1846, tenía la convicción de que solamente mediante la instauración de un gobierno monárquico podría salvarse a México de la anarquía y la ambición de los Estados Unidos. Para tal efecto, convocaba a una asamblea de notables, e inmediatamente llamaba a un congreso constituyente. En ese contexto, el partido monárquico redobló actividades, en las cuales se incluía la publicación de un periódico, El Tiempo, el cual era dirigido por Lucas Alamán. El objetivo era lograr apoyo en Europa, para colocar al frente del imperio en México al Infante Enrique María Fernando Carlos Francisco Luis de Borbón y Borbón-Dos Sicilias, Duque de Sevilla; hermano de Francisco de Asís María Fernando de Borbón y Borbón-Dos Sicilias, Duque de Cádiz, esposo de su prima María Luisa de Borbón y Borbón, la reina Isabel II de España. Sin embargo, en medio de la invasión estadounidense, Paredes fue depuesto y con ello vio finalizados sus sueños monárquicos. Un año mas tarde, los vecinos del norte se llevarían la mitad del territorio gracias a una serie de traiciones de mexicanos mal nacidos entre los que se incluían, nunca debemos de olvidarlo, los miembros de la alta jerarquía católica quienes, por unas monedas, vendieron sus lealtades al invasor mientras promovían revueltas domésticas. Lo que nos quedó era suficiente para que los vendepatrias persistieran en la búsqueda de amo externo.
Para su fortuna, 1853, retornó a la presidencia de la republica por undécima, y ultima, vez el sacerdote supremo del culto a la machincuepa, Antonio de Padua Severino López de Santa Anna y Pérez de Lebrón quien, esta vez, llegaba bajo la asesoría de Lucas Ignacio Alamán y Escalada, dispuesto a ofrecer la maroma que lo hiciera aparecer como monarquista.
Acorde al texto de Hidalgo, aprovechando el poder con que fue investido, ’hallándose el general [López de] Santa-Anna en la plenitud de su poder en 1854, como que acababa de ser facultado por la nación para darle la forma de gobierno que creyese más conveniente, pidió a la Europa el establecimiento de la monarquía en México con un príncipe de estirpe real. Confió tan delicada misión al señor don José María Gutiérrez Estrada.’ Esta persona a la vez solicitó a López de Santa Anna que nombrara a Hidalgo como jefe de la legación en Madrid, lo cual se materializó en 1854. El objetivo era lograr que un príncipe español viniera a reinar en México. Para entonces, el gallero de Manga de Clavo ya jugaba sin asesor pues Alamán se retiró del mundo en junio de 1853. Nuevamente todo quedó truncado cuando, en 1855, la Revolución de Ayutla y los Liberales enviaron a López de Santa Anna al destierro. En 1857, vendría la Guerra de Reforma y mientras que, en México, Liberales y Conservadores se enfrentaban, en Europa los mexicanos pertenecientes al grupo segundo desarrollaban planteamientos de cómo podrían ’salvar’ al país.
Uno de esos salvadores era José Manuel Hidalgo y Esnaurrízar quien residía en Paris. Ahí, en enero de 1859, elaboró un escrito en el cual sustentaba que, si su propuesta, la de que las naciones europeas vinieran a rescatarnos de las garras estadounidenses, no era escuchada, ’nuestra nacionalidad desaparece.’ El argumento lo iniciaba bajo la premisa de ’que los Estados Unidos intentan absorber a México.’ Lo cual, según Hidalgo, era una muestra de ’una sangre fría que revela sumo desdén por la Europa y gran desprecio hacia los mexicanos.’ La proposición la veía como algo que no ’solamente [acarrearía] nuestro propio bien, sino el de la misma Europa.’ Mientras aclaraba que no abordaría ’minuciosamente las ventajas inmensas que resultarán a la Europa si se decide a ejercer su legítima influencia en América, y los males que tendrá que lamentar,’ procedía a puntualizar porque, en su opinión, Francia, Inglaterra y España debería de unirse para defender a México ante el peligro de la absorción estadounidense.
Hidalgo y Esnaurrízar mencionaba: ’la primera nación que yo desearía ver a la cabeza de la intervención en México, es la Francia.’ Tal afirmación partía de considerar su política extranjera leal y de tener una gran admiración personal por el emperador Charles-Louis Napoleón Bonaparte así se llamaba Napoleón III. Aparte de sus preferencias particulares, afirmaba que ’Francia además de los grandes intereses que tiene que defender en América y de su legítima influencia allí, debe tener por la raza latina que habita en aquel continente, todas las simpatías de raza y de religión; y como hija mayor de la Iglesia católica, que es la única verdadera, puede añadir un florón más a su ya radiante corona, favoreciendo a una hija menor en edad, pero no en creencia religiosa.’ No olvidemos que Francia tenia una historia larga en eso del catolicismo, recordemos que en ese territorio fue a morir María Magdalena y años después Aviñón sirvió de refugio a los papas.
En el caso de la participación de Inglaterra, aun cuando Hidalgo y Esnaurrízar hacía notar que no por ser ’extraña a nuestra raza y a nuestra religión, me parece que deba abstenerse de tomar parte en la intervención; porque en su política tan sagaz y previsora no puede habérsele ocultado que en manera alguna le conviene que los Estados Unidos sigan ejerciendo en América la influencia que se han arrogado.’ Indicaba que podría ver la reticencia inglesa a participar dada su dependencia del algodón producido en los Estados Unidos. Sin embargo, nada sería tan fácil a la Inglaterra como librarse de esa tutela; pues desde el momento en que México tuviese la paz que ha perdido y se cultivase el algodón en su costa, podría la Inglaterra tenerlo tan bueno o mejor y más barato que el que ahora consume. Añádanse a esto las demás ventajas comerciales que obtendría de ejercer también su influencia en América...’ O sea, desde la perspectiva de Hidalgo, para los británicos esto resultaría un negocio redondo.
En lo concerniente a la intervención de España, Hidalgo pronosticaba que esta se daría sin duda alguna. Para él, ’la participación del país ibérico representaba una obligación dado que se trataba de salvar pueblos que tienen su mismo origen, como que ella descubrió, conquistó, civilizó, pobló y plantó la primera cruz en aquellas magníficas regiones. ¿Cómo podría, pues, ver con indiferencia que se celebrase otro culto en los soberbios templos que ella levantó al catolicismo, que desaparecieran los nombres de las ciudades que ella fundó y la raza que las habita, en que se hallan todavía descendientes de sus gloriosos conquistadores?’ Tres siglos, que únicamente trajeron ignorancia y superchería para una abrumadora mayoría de la población, no bastaban para este conservador acomedido amante de la subordinación.
Hidalgo y Esnaurrízar tendría que esperar hasta que sus colegas fueran derrotados por los Liberales para poder materializar sus sueños. En medio de la victoria, el estadista en ciernes, Benito Pablo Juárez García, encontró un país en bancarrota y hubo de decretar la moratoria del pago de la deuda gubernamental interna y externa. Ante esto, la reina Victoria de Inglaterra, la reina de España, Isabel II y el emperador de Francia, Napoleón III llegaron a un acuerdo para ver cómo nos iban a meter en cintura. Como de que un indio zapoteco iba a faltarles al respeto, pusieron manos a la obra y, el 31 de octubre de 1861, mediante sus representantes, firmaron el Convenio de Londres. Conforme a lo estipulado en ese documento, los gobernantes mencionados actuaban así ’colocados por la arbitraria y vejatoria conducta de las autoridades de la República de Méjico, en la necesidad de exi[g]ir de las mismas una protección más eficaz para las personas y propiedades de sus súbditos, así como el cumplimiento de las obligaciones que con ellos ha contraído dicha República...’ Asimismo, conforme a lo estipulado en el artículo segundo del mismo, ’Las altas partes contratantes se obligan á no buscar para sí mismas en el empleo de las medidas coercitivas, previstas en el presente convenio, ninguna adquisición de territorio ni ninguna ventaja particular, y á no ejercer en los negocios interiores de Mé[x]ico influencia alguna capaz de menoscabar el derecho que tiene la nación mejicana para esco[g]er y constituir libremente la forma de su Gobierno.’ Bajo esas premisas, las tres naciones empezaron sus preparativos para enviar tropas a México, un asunto que consideraban fácil de solventar.
Los primeros en arribar fueron los navíos españoles que aparecieron en Veracruz el 8 de diciembre de 1861; como ’regalo’ de reyes llegaron, el 6 de enero de 1862, los ingleses y, al día siguiente anclaban los franceses. Dado que el gobierno mexicano no tenia recursos pecuniarios, el presidente Juárez decidió enviar a su ministro de relaciones exteriores, Manuel Doblado Partida para que fuera a negociar con los arribantes. En febrero de 1862, se dieron las pláticas. A nombre de los europeos actuó el general español Juan Prim y Prats. Reunidos en el poblado de la Soledad en Veracruz, el 19 de febrero, Doblado y Prim acordaron que ’el gobierno de México no tenía necesidad del auxilio que se le ofrecía, y que poseyendo los elementos de fuerza y de opinión para hacer frente a todo trastorno interior, los aliados se colocaban en el terreno de los tratados para formular sus reclamaciones.’ Los acuerdos preliminares fueron aprobados por Juárez y las negociaciones continuaron. Mientras que Prim y el representante inglés, Lord John Russell se mostraban dispuestos a apegarse a lo establecido en el Convenio de Londres y en los preliminares de la Soledad, quien venia al frente de los franceses, Dubois de Saligny, mostraba una actitud inflexible. En realidad, los galos traían su agenda y no era precisamente llegar a acuerdo alguno. Lo que buscaban era encontrar una justificación para invadir México. Como muestra de ello, a principios de marzo, Charles Ferdinand Latrille, Conde de Lorencez arriba a México al frente de otro grupo de tropas francesas. Finalmente, el 16 de abril de 1862, Prim escribiría a Ignacio Zaragoza Seguin informándole que solamente España e Inglaterra aceptarían los términos de los Tratados de la Soledad y que las tropas de ambas naciones se retiraban. Estas no fueron noticias gratas para los conservadores mexicanos. Sin embargo, durante todo ese tiempo habían estado inmersos en sus actividades en la búsqueda de quien viniera a salvarnos de que el ogro estadounidense nos engullera. En la colaboración próxima nos ocuparemos de revisar, en la versión de ellos mismos, como aquellos añorantes del grillete europeo negociaron la llegada de Maximiliano. No podían actuar de otra manera, les incomodaba no sentir el eslabón sujetándoles el tobillo, lo de ellos no era construir una nación sino actuar como sirvientes de los europeos para retornar al pasado.vimarisch53@hotmail.com
Añadido (1) Tan bien que iba la agrupación de gobernadores. La nueva adhesión en nada les ayuda. El tipo querrá ser protagónico y, en menos tiempo del que se piensa, terminará por traicionarlos.
Añadido (2) Mal le fue al francesito Macron en las elecciones municipales del domingo anterior. Seguramente sus patrocinadores, los Rothschild, ya le chasquearon los dedos con la advertencia de que o les da resultados o buscan a otro que se los garantice.
Añadido (3) ¿A quién se le ocurriría eso de la silla vacía? Con esos escenógrafos es suficiente, enemigos favor de abstenerse.
Añadido (4) Durante el mes de junio en los EUA, se crearon 4.8 millones de empleos. En México, ’cerramos junio con solo 82,000 empleos perdidos en los inscritos en el Seguro Social.’

Ver nota completa...

Escríbe al autor

Escribe un comentario directo al autor

Suscríbete

Recibe en tu correo la información más relevante una vez al mes y las noticias más impactantes al momento.

Recibe solo las noticias más impactantes en el momento preciso.


Añoraban el pasado y se embarcaron hacia Europa para traerlo

Éste sitio web usa cookies con fines publicitarios, si permanece aquí acepta su uso. Puede leer más sobre el uso de cookies en nuestra política de uso de cookies.