Opinión

Chucho el roto y los poetas

Chucho el roto y los poetas
Periodismo
Octubre 22, 2021 22:54 hrs.
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Rodolfo Villarreal Ríos › guerrerohabla.com

Estamos ciertos de que usted, lector amable, en alguna ocasión habrá escuchado algún relato acerca de ese personaje mezcla de Robin Hood y Martin Garatuza, Jesús Arriaga, ’Chucho el Roto’ a quien, también, apodaban ’el bandido generoso’ cuyas acciones se ubican durante el ultimo cuarto del siglo XIX. Pero, antes de que alguien por ahí empiece a creer que ahora si agarramos monte, permítanos hacer un breve repaso para llegar a lo que se enuncia en el titular de esta colaboración.
La ocasión primera en que tuvimos conocimiento sobre ’Chucho el Roto’ fue durante los años sesenta. Por aquel tiempo, allá en el pueblo, este escribidor era un chamaco fronterizo quien aparte de cumplir con sus tareas escolares y practicar deporte, le inquietaba mantener un lazo de conexión diario con el centro del país. Dado que los periódicos llegaban con un dia de retraso y la televisión arribaba en videotape que transmitía KWEX ubicada en San Antonio, Texas, la vía para establecerlo era, en medio de la estática, la radio ya fuera mediante la XEX, para los partidos de beisbol, y/o la XEW para los noticieros, los programas de entretenimiento o las radionovelas. Respecto a estas últimas, ni modo que vayamos a negar que las escuchábamos. Entre ellas estaba la que de lunes a viernes se trasmitía por la W bajo el título de Chucho El Roto con Manuel López Ochoa en el papel de personaje principal, Amparo Garrido como Matilde de Frizac, y Luciano Hernández de la Vega como Diego de Frizac. entre otros. Claro que, si algún culto, de los de ahora, se llega a tropezar con este escrito, seguramente hará un gesto de desaprobación y afirmará que con tales gustos en el proceso de formación pues que se puede esperar. Pero eso poco nos importa, reconocemos lo que somos producto del tiempo y las circunstancias que nos tocó vivir.
Todo lo anterior surgió a raíz de dos eventos. Uno el recuerdo de aquellos tiempos cuando estaba de visita en casa el abuelo, Rafael Ríos Lozano, quien nos introdujera a la lectura de El Quijote de la Mancha y en cuya compañía escuchamos muchas veces la radionovela referida. El otro, cuando hace unos días, hojeábamos un ejemplar de la novela ’Martín Garatuza,’ la cual leímos hace ya tiempo, escrita por Vicente Riva Palacio Guerrero, el nieto del consumador marginado. En ese contexto, nos surgió la pregunta sobre si algún literato mexicano se ocupó en alguna ocasión sobre ese personaje que mencionamos en el párrafo anterior. Ante ello, para paliar la ignorancia, nos fuimos a investigar. Lo que encontramos nos permitimos compartirlo con usted, lector amable.
El 3 de junio de1884, en ’La Libertad,’ una publicación de la cual como director y propietario aparecía una persona de nombre Telesforo García, en la cual colaboraban Ignacio Manuel Altamirano Basilio, Francisco Bulnes, José Tomás de Cuellar, Manuel Gutiérrez Nájera y Porfirio Parra y Gutiérrez, apareció una nota titulada ’La captura de Chucho el Roto,’ se daba cuenta de que en Querétaro había sido apresado Jesús Arriaga. Iniciaba por mencionar que ‘Arriaga…es un hombre de estatura regular pues mide un metro setenta centímetros. Tendrá como cincuenta años de edad. Su presencia no es repugnante. Su mirada manifiesta una viveza extraordinaria. Porta un traje decente, cubriendo su cabeza un sombrero jipi [un sombrero de ala elaborado a partir de las fibras de las hojas de jipijapa, una especie de palma]., de dimensiones regulares.’ Pero veamos otros artículos relacionados con el personaje.
El 22 de febrero de 1882, en ’El Telégrafo,’ periódico político, literario, comercial y de avisos apareció una nota titulada ’Jurado Notable.’ Antes de continuar apuntemos que el director y propietario de este diario era el militar y político, José Vicente Villada Perea, mientras que como jefe de redacción actuaba el dramaturgo, escritor, periodista y político, Juan Antonio Mateos Lozada. El contenido de la pieza indicaba que el dia 16 de ese mes, se efectuó ’la vista de la causa instruida a ese hombre que la opinión publica ha revestido de un carácter notable. Jesús Arriaga (a) el roto, no es un hombre vulgar: a una fisonomía simpática, frente despejada y mirada inteligente, reúne un aseo irreprochable en su vestir y alguna elegancia.’ Se apuntaba que era ’natural de Puebla, carpintero, de 45 años.’ Se le juzgaba por un delito que cometió en Orizaba, Veracruz en donde fue aprendido en agosto de 1881 y m’as tarde trasladado a la ciudad de México en donde se le mantuvo incomunicado hasta el momento del juicio. Inicialmente fueron nombrados sus defensores el novelista Guillermo Prieto Pradillo, el mismo de aquello de ’los valientes no asesinan,’ junto con el abogado y político Agustín Arroyo De Anda, de ese calibre eran los defensores de personaje tan pintoresco.
En el trascurso del juicio, se hizo un recuento de las veces que, entre 1875 y 1881, Arriaga transitó por la prisión entrando, fugándose y saliendo libre. Eso no fue obstáculo para que el defensor Arroyo De Anda solicitara la comparecencia de varias personas que habían conocido años atrás a Arriaga. A un ciudadano de nombre Emilio Ordaz, se le requiere que informe ’lo que le consta y sabe sobre el empeño que Arriaga ha tomado sobre el porvenir y la educación de su hija Delfina Arriaga.’ Acerca de esta, el acusado mencionó en otra ocasión en que estaba estudiando en Bruselas y que todo lo que obtenía se lo enviaba para que anda le faltara. Asimismo, fue llamado a declarar otra persona cuyo nombre era Ramón Quiñones quien dijo haber sido condiscípulo de Arriaga ’en un colegio de Puebla durante los años 49 a 50, lo dejó de ver algunos años y después por los 54 a 55 lo vio de sargento 1º en el 3er lijero, y después de 59 a 60, en las fuerzas del estado de Puebla, sirviendo en las clases de oficial como ayudante, no recuerda si del general [José María de Jesús] Carbajal [ quien fuera gobernador de Tamaulipas en 1866] o de [Miguel Cástulo] Alatriste [Castro, el ancestro de Aquiles Serdán], dejándolo de ver desde entonces… que respecto ’a la conducta que observó en Arriaga, cuando estuvieron juntos en el colegio, fue buena y como militar sabe que también fue buena y por ello era querido del general Ramírez.’ Por su parte el general Juan Pérez Castro dijo ’que conoció a Arriaga que era oficial del batallón de Tlaxcala dejando de serlo cuando terminó la revolución; después en el año de 63 lo volvió a ver cuando el sitio de Puebla, en que, estando el exponente herido, le hizo una visita Arriaga vestido de paisano, por lo que creyó que ya no era militar; que en el tiempo que lo trató no observó, ni supo nada malo de su conducta.’ Otro militar de rango alto que acudió como testigo fue el general Macario González quien ’afirmó que en año de 58 conoció a Arriaga en Tlaxcala, y siendo el exponente jefe de las fuerzas de infantería, lo veía dar instrucciones a la tropa; que como a los dos meses el exponente pasó a la brigada Alatriste y dejó de verlo; en 65 volvió a verlo en Oaxaca, ya no de oficial sino vestido de paisano.’ Por su parte, Bernardo Castillo, mayor de gendarmería, declaró ’que por los años de 58 a 60 en que el que habla militaba en la fuerza de Tlaxcala y Puebla, que mandaban los generales Alatriste y Carbajal, conoció a Jesús Arriaga como segundo ayudante en el Batallón 1º de Tlaxcala, al que como militar en asuntos de servicio observó buena conducta.’ Por su parte, un policía de nombre Javier Lagarde indicó que ’no sabe respecto de su conducta aunque se vieron con motivo de convulsiones políticas y posteriormente he oído decir que aunque ha cometido algunos robos, ha sido generoso con los robados; que como jefe de la seguridad recibió orden de perseguirlo y aprenderlo, y que al llegar a México preso, tuvo necesidad el que habla, de hablar con Arriaga, quien le manifestó los deseos que había tenido y conservado para quitarse de la carrera del crimen, pero que el gobierno en lugar de protegerlo, sin intenciones , lo perseguía y tenia por esto necesidad de seguir en la carrera que había adoptado, suplicándole se interesara por él, manifestando al gobierno cuales eran sus deseos.’ Sustentado en esos y otros testimonios, la defensa planteó su alegato de defensa.
Los defensores arguyeron que ’Arriaga no tenía el instinto del crimen como lo hacen los ladrones comunes, no fue un bandolero, no mató, no derramó sangre de ninguno para lograr el objeto que se proponía; combate a la Intervención, acude a las necesidades de los infelices y las remedia; roba, pero roba empeños y roba a esa clase de españoles que no se dedican como los demás que tenemos en el país, al comercio o a la industria, bien admitidos por la sociedad, sino al repugnante aunque sea legal del agio, a ese negocio que en México reduce a la miseria al rico, y al pobre trabajador lo empuja a la vergonzosa mendicidad y después al vicio y al; crimen y, por fin, un reputado criminal, Arriaga es condenado a 8 años de prisión por el robo de la sucursal; se encuentra sin dinero para seguir su vida de riesgos que su fuga le proporcionaba y fragua un plan para robar el bazar o empeño del español Sobrado; después huye y se oculta…en medio de gente sencilla y laboriosa, allí se oculta porque toma otro nombre y quiere regenerarse con el agua lustre del trabajo honrado; con el desempeño de otras comisiones de importancia, entre otras distribuir S10,000 o emplearlos en comprar lo que se le encargó, allí piensa estar todo el tiempo que fuera necesario para que la acción de la ley se extinguiera, allí piensa acreditarse como hombre honrado; lo primero no lo consigue, sí lo segundo como lo vais a ver, y por una desgracia es descubierto y comparece ante vosotros, cambiado, regenerado…’ De poco sirvieron los alegatos de Prieto y Arroyo De Anda, al final Arriaga fue condenado a cinco años, 3 meses y doce días de prisión, a pagar $2250 pesos o un mes mas tras las rejas, además de inhabilitársele para ocupar cualquier cargo público. Pero cualquier fechoría que hubiese cometido Jesús Arriaga no fue impedimento para que, meses antes de esta sentencia, hubiera una pluma de valor literario indiscutible que le dedicara frases de elogio.
El 15 de septiembre de 1881, en la plana primera del periódico de política, literatura, ciencias artes, industria, agricultura, minería y comercio, ’Nacional,’ uno de los iniciadores del modernismo mexicano, Manuel Gutiérrez Nájera, ’El Duque Job,’ firmaba un articulo titulado ’Celebridades Contemporáneas: Chucho El Roto.’ Antes de seguir hemos de apuntar que esa publicación las dirigía su propietario el diplomático y político, Gonzalo Aurelio Esteva y Landero. El órgano era considerado como el vocero de la clase alta en la ciudad de México. Otros colaboradores, aparte de Gutiérrez, eran el político y escritor, Francisco de Paula Sosa Escalante, así como Anselmo de la Portilla y Villegas. Retornemos a la pieza de Gutiérrez quien tras de hacer una extensa disertación sobre su creencia equivocada de que los bandidos galanteadores y corteses solamente existían en las operas cómicas, procedía a ocuparse del personaje que daba nombre a la colaboración.
Gutiérrez Nájera escribía que ’Chucho el Roto es una variedad de Cartouche{ Louis Dominique Garthausen, ladrón de viajeros ricos quien operaba a principios del siglo XVIII en los alrededores de Paris y que, al final repartía el botín entre los pobres], Diego Corrientes [un bandido generoso español quien vivió en el siglo XVIII y era famoso por apoyar a los pobres],y Mandrin [aquel jefe de una partida de contrabandistas quien nunca cometió asesinato alguno al cometer sus fechorías en la Francia del siglo XVIII]. Como Cartouche, se evade de las cárceles; como Diego Corrientes da limosna, como Mandrin es hábil, galanteador y astuto. Para encontrarle antecedentes en el árbol genealógico del bandidaje mexicano, necesitaríamos subir hasta Martín Garatuza. Garatuza era ingenioso. En nuestro tiempo hubiera inventado un nuevo limpia-dientes o habría escrito vaudevilles. Los demás bandoleros mexicanos han sido y son salvajes por esencia. Roban porque tienen hambre y matan porque su olfato necesita husmear la sangre fresca. Son vulgares y ruines como el tigre, el leopardo y la pantera…Sus crímenes son producto natural como el vitriolo. Son infames. El bandido celebre roba para poner en movimiento su inventiva. Solo mata cuando es necesario y eso sin grandes refinamientos de crueldad. No saquea las cabañas sino los palacios; y el pillaje no le sirve para aplacar el hambre sino para satisfacer sus caprichos de sultán. Puede exclamar como [Alejandro] Dumas cuando lo acusaban de plagiario: ’Yo no robo, conquisto.’ Pero ahí no paraba la fascinación de Gutiérrez Nájera con el bandido generoso.
Indicaba que ’Chucho el Roto tiene además una condición particular que lo distingue de los bandoleros celebres. Es filosofo. Tiene principios fijos en moral, economía política, en derecho. ¿Confiesa usted haber robado la casa de préstamos, establecida en la calle del Coliseo Viejo? Le preguntaba el gobernador. -Si- contestaba- ¿de cuándo acá es un crimen robar a los usureros? Como vamos mirando Chucho el roto tiene doctrinas propias e invariables sobre la tasa del dinero. Juana de Arco oyó una voz que la llamaba a combatir contra los ingleses; bien puede ser que Chucho el Roto haya tenido una visión mística y se crea destinado a ser el azote de los agiotistas…’ Con la pluma encendida, el escritor poeta y medico cirujano, escribía: ’En moral y sociología tiene ides sanas y prudentes. Se jacta de haber sido galante siempre con las damas y pide que se proteja holgadamente a la mujer [quien nos lo iba a decir, Arriaga era un feminista]. Profesa la doctrina filosófica de la irresponsabilidad. El estado de nuestras cárceles le apena -Yo entre casi inocente a una prisión- ha dicho- pero allí en sociedad con criminales, contraje vicios, me avecé a criminales. No puedo responder a mi conducta. Si hubiera habido una Penitenciaria yo sería ahora un ciudadano honrado. ¿Por qué quieren ahorcarme? ¡Que ahorquen al gobierno! Como se ve, esta doctrina es casi idéntica a la doctrina positiva de los medios. Un paso más y nos dirá que su único delito es haber nacido trescientos años mas tarde. Chucho el Roto en el siglo XVI, pudo haber sido un héroe. Acaso la causa de su perdición haya sido el conocimiento de la historia.’ Impulsado por vaya usted a saber que, el Duque Job procedía a cerrar su alegoría.
A manera de conclusión clamaba: ¿Habrá algún poeta desocupado que cante las homéricas hazañas de Chucho el Roto? Los bandidos son los únicos Aquiles dignos de la epopeya. Después de todo ¿Qué eran sino bandidos esos héroes de La Ilíada, que mataban al por mayor, y los finchados portugueses de Os Luisiadas [Un poema épico portugués escrito, en 1572, por Luís de Camões en donde se describen las hazanas de Vasco de Gama en su viaje a la India]? Las guerras de hoy son cuestiones geométricas. Los héroes están sujetos a la balística. El amor ya no tiene escaramuzas ni peripecias. ¿Cómo se llama aquella joven? -preguntaba un amigo en el teatro- La señorita tres millones – Los amores al uso no son más que un resultado del modo de anudarse la corbata, de los billetes encerrados en la caja fuerte y de la habilidad de la modista. Los únicos héroes dignos del poema y del mármol esquiliano son los bandoleros. ¡Ave, Chucho el Roto!’ Vaya usted a saber que fascinación les generaban a los poetas del siglo XIX las hazanas de ese personaje, pero como hemos visto a través de esta narración, lo mismo lo iban a defenderlo en los juzgados que, al describirlo, lo alababan en las paginas de los diarios o bien le engarzaban atributos intelectuales superiores.
Posteriormente, Arriaga fue capaz de escapar de la cárcel de Belén. Tras de ello, se dejó correr el rumor de que vivía en Bruselas en donde estaba dedicado a supervisar la educación de su hija. Nada de eso era cierto, en realidad moraba en Querétaro en donde había contraído nupcias, o al menos así lo anunciaba, con una mujer de nombre María Bermeo. Allí, sería aprendido, en junio de 1884, y nuevamente condenado hasta ir a parar a San Juan de Ulua en donde falleció, unos dicen que a consecuencia de una paliza otros que fue resultado de una disentería. Cualquiera que haya sido la causa, la vida de ese personaje dio pie para una leyenda que todavía en los 1960s entretenía a los radioescuchas mexicanos de todas las edades. Pero no se crea que su asociación con los escritores ha concluido, cuenta la leyenda que el edificio, ubicado en San Ángel en la Ciudad de México, que hoy alberga el Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México, institución a la que guardamos un aprecio entrañable, fue en un tiempo la vivienda de Jesús Arriaga, Chucho el Roto. vimarisch53@hotmail.com
Añadido (21.42.148) Quienes acudieron a esa institución para prepararse tienen toda la razón de estar encanijados. En casa tenemos dos ejemplos de que la instrucción ahí obtenida es de excelencia cuando se combina con materia prima de primera calidad. Sin embargo, si se carece de esta última ya conocemos la clase de producto que se egresa.
Añadido (21.42.149) A Charlie McCarthy, el Conde Boby, Don Roque, Neto y Titino no les quedaba sino decir lo que su jefe emitía, pero esos carecían de cerebro, eran muñecos de madera y trapo. Hoy, al parecer, hay quienes aspiran orgullosamente a imitarlos y, además, gozan en el intento sin lograr la gracia que generaban aquellas marionetas.

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