#Columna en Las Nubes

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Periodismo
Febrero 17, 2021 14:04 hrs.
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luciano tapia › Portal Mexiquense.com.mx

17 de febrero de 2021
EN LAS NUBES
De mis bendiciones 19

Carlos Ravelo Galindo, afirma:

Don Mario Diaz, allá en Matamoros, Tamaulipas, recuerda desde el balcón, su columna diaria, que hoy, Miércoles de Ceniza, inicia la cuaresma de acuerdo al calendario litúrgico católico y anglicano, tiempo religioso que concluye 40 días antes del Domingo de Ramos, que marca el inicio de la Semana Mayor.
Los fieles cristianos acudirán a los templos religiosos para la imposición de la ceniza que se obtiene de la quema de ramos bendecidos en el Domingo de Ramos del año litúrgico anterior.
El miércoles de ceniza es considerado como un día santo cristiano de oración, abstinencia, ayuno y como una celebración litúrgica móvil, porque de acuerdo al calendario religioso, la fecha puede variar entre el 4 de febrero y el 10 de marzo.
Durante la imposición de la ceniza, el personal religioso asignado a cada templo porta vestimenta en color morado que simboliza la actitud penitencial.
En 2021, la Semana Santa inicia el 28 de marzo con el Domingo de Ramos y termina el 3 de abril, Domingo de Pascua.
Amen y gracias.
Seguimos con lo nuestro.
Además de los Renato también hubo y hay, hoy, otros genios
Benditos los maestros que nos acercan a las letras.
Y a propósito nos mueve mencionar de inmediato otro gran personaje de la escritura. Periodista, reportero. Intelectual de verdad, (no como muchos que presumen de serlo sólo porque siempre traen un libro bajo el brazo o en la mano, que por supuesto nunca leen. Pero dicen saberlo todo. Y si no, pues muy sencillo: lo inventan. De muchos de ellos está plagado no sólo el periodismo. Todo México. Para ser congruente: de Sonora a Yucatán y de Tamaulipas a Guerrero. Sin Faltar Tlaxcala. De Norte a Sur y de Oriente a Poniente).
Don Arturo Sotomayor de Zaldo que inicia sus actividades como periodista en 1934. A lo largo de su trayectoria laboró en publicaciones como ’El Nacional’, ’Hoy’, ’Tiempo’, ’La Prensa’, ’Novedades’ y ’Excélsior’.
En lo académico, impartió cátedra en la Escuela Nacional Preparatoria, y dictó conferencias como ya dije dentro y fuera del país; todas ellas sobre la Ciudad de México. Ha recibido premios: Diploma al mérito de la sociedad defensora del tesoro artístico; premio Ciudad de México, del Club Primera Plana; la medalla Carlos María de Bustamante, del Club de Periodistas, etcétera.
Escribió varios libros, cuentos, poemas y ensayos.
Al hablar del periodismo sostuvo: ’no es adecuado a la realidad afirmar que el lenguaje que debemos usar en el periodismo se unifica bajo el común denominador de la palabra sencillez. Tampoco rige absolutamente la realización del nuestro trabajo al redactar el material que debemos entregar, un juicio (no muy juicioso, valga el retruécano) que con energía –y no pocas veces con indignación- exigía a la pata llana, con descuido, apoyándose en este argumento: ¡aquí no estamos en la academia!
El periódico es un vehículo de difusión cultural deliberada o involuntariamente. Al tomar conciencia del trascendente papel social que desempeña el periodismo, el periodista profesional asume la responsabilidad de aportar su esfuerzo para elevar los niveles de información y de instrucción del público lector, habida cuenta de una realidad sociológica: la mayor parte de la nación mexicana está compuesta por analfabetas, ya sean funcionales o absolutos; de éstos puede ocuparse no sólo el Estado sino también instituciones religiosas o altruistas.
’Los funcionales podrán encontrar en las publicaciones periódicas que sean de su preferencia, los estímulos para enriquecer su lenguaje o poner en orden sus ideas. Esto, por sí, ya es motivo para rendir lo mejor de nuestra preparación al entregar nuestro trabajo’:
Coincide primero con Miguel Tomasini Saucedo quien dijo: ’Creo que todos los viejos periodistas recordamos un tradicional consejo del secretario o jefe de la redacción: ’escriba como habla’.
Esto, digo, tenía origen en aquellas notas redactadas en forma barroca que primero las entendían Dios y su autor, y pasado un poco, muy poco tiempo solamente las entendía Dios.
Sin embargo, el consejo, aunque sabio, era incompleto. Debía agregarse con la frase: ’pero primero aprenda a hablar’. Es innegable que hay quienes hablan enredado a más no poder y que cuando se platique con ellos, al final, uno se queda pensando en lo que quiso decir nuestro interlocutor.
Don Manuel Becerra Acosta que fuera director general de Excélsior, con gran sabiduría, talento y conocimiento, decía que, para él, en su calidad de periodista –daba cátedra en la Universidad Femenina, de doña Adela Formoso de Obregón Santacilia- era mejor tener un reportero de oficio que un redactor de polendas. ¿Y, a qué se refería don Manuel? Bien sencillo es; un reportero significa el núcleo de un diario. El zócalo de la información cotidiana, mundial, citadina. La base por decirlo llanamente en la que se sustenta la producción del periódico.
Bien podría pasarse una edición sin el estilo elegante, medido, refinado de un redactor. Pero nunca de la información agenciada en México, en el mundo, por un reportero.
En la misma mesa de redacción de Reforma 18, trabajaban juntos, pero no revueltos, Don Manuel, Don Víctor Velarde, don Eduardo Martínez, Don Jorge villa Alcalá y tres gramáticos soberbios. Correctores de estilo: don Leopoldo Ramos, don Lázaro Montes y don Armando Sosa Ferreiro.
No podré olvidar jamás a don Leopoldo Ramos, excelente, como Lázaro Montes, enderezadores de entuertos escritos por los reporteros. Hoy, eso, ya no hay. Todo lo hace la computadora.
Luego narraré una anécdota mía con don Leopoldo. Antes vayamos con el pensamiento de Lázaro, filólogo excelente y guitarrista non.
Lázaro decía:
’El comunicador que se precie de serlo deberá, siempre, ofrecer sus mensajes –escritos u orales- de tal forma que sean completamente comprensibles, que no dejen lugar a dudas. La redacción y la oratoria enmarañadas trastornan el entendimiento.
’El emisor impreparado suele usar vocablos que no contienen la significación que pretende darles. Además, forma oraciones turbias, a veces inentendibles, por desconocimiento de las reglas elementales de la sintaxis’.
Considero que hablar del periodismo encuadra un sinnúmero de profesiones que aún cuando están ligadas entre sí, pero diferenciadas, representan diversas normas, ideologías y políticas. Así pueden enumerarse en este orden, por su significación: reporteros, redactores, editorialistas, articulistas, publicistas y cartonistas y, por supuesto, epigramistas, como, ejemplo, Luis Vega y Monroy.
No debe olvidarse a los cartonistas de antaño, hablemos de los de Excélsior. Veamos: allí estuvieron el famosísimo Chango Ernesto García Cabral; Antonio Arias Bernal, Rafael Freyre, Facha, Pablo Spivis, Marino y Oswaldo Sagastegui, Heras, Abel Quesada –quien traicionó a su protector y amigo Jorge Díaz Serrano. No me acuerdo de más.
No he dejado de reconocer que día a día. Paso a paso. De noche y de día. Siempre, no he dejado de aprender y reconocer a la gente que vale. De la que mucho aprendí. Y hoy sigo aprendiendo. Don Víctor M. Velarde, genio no reconocido aún, como debe ser, descubrió la armonía y la puso a disposición de Excélsior y sus dos ediciones. Luego, lo arrinconaron. Y por envidia, irreflexión, lo
dejaron solo. Pero nadie olvida que él, sobre todo yo, fue un gran maestro, al que debemos, muchos, reconocer su altura. Ya murió don Víctor, pero muchos no lo hemos olvidado, como aquí, en estas letras, lo hacemos constar y le rendimos tributo.
Don Rodrigo de Llano, flemático, sereno y eficaz invocaba siempre entre ’sus’ reporteros: ’escriban para que los entiendan lo mismo el Secretario de Educación Pública, que, sin molestar a nadie, la empleada doméstica, del hogar’.
Abro un paréntesis para platicar lo sucedido a don Leopoldo Ramos, genio de la literatura. Y corrector implacable en Excélsior.
Juntos, durante un tiempo, un año acaso, el hijo del jefe de redacción entonces, Manuel Becerra Acosta Ramírez y yo comenzábamos a escribir. Nos pagaban cinco pesos –lo mismo que recibíamos por nuestro trabajo diario como ayudantes- por cada nota publicada. Nos encargábamos de escribir sobre personas desaparecidas. A ’Manue’, así le decía yo y el a mí ’Rave’, don Leopoldo le pasaba casi siempre sus notas corregidas, sin chistar errores con su padre, don Manuel.
En cambio, a mí, me hacía trizas. Y tenía razón, pero no porque fuera yo un burro. La digo: Don Manuel observaba que don Leopoldo llegaba como lechuga al trabajo y se iba como rumbera en la noche, sin salir del edificio. Me comisionó. ’Mira muchacho, cuando don Leopoldo salga de la subdirección, síguelo y ve qué hace’:
Así ocurrió. Entró al baño de hombres y al poco tiempo salió limpiándose la boca con la palma de la mano. Dejé que se fuera y entré yo. Revisé la caja de agua y allí, bien protegida, una botella, a la mitad, de habanero.
Se lo comenté a Don Manuel. Y quién sabe quién le dio el chisme a don Leopoldo. Me traía en salsa, y con razón.
De modo que mis notas, notitas de una cuartilla cuando mucho, la cambiaba toda. Así que don Manuel me llamaba y delante de toda la redacción me ponía como lazo de cochino. Y amenazaba que de no aprender, dejaría de escribir.
Encontré el antídoto: un día que don Leopoldo destrozó mi castellano y me llamó don Manuel, yo estaba preparado. En cuanto comenzó la retahila, lo interrumpí para decirle: ’Mire usted don Manuel. Como se que no soy santo de la devoción del Señor Ramos y estaba seguro que volvería a ser blanco de su ira, esta nota que tiene usted en sus manos destrozada la copié íntegramente de una que don Leopoldo corrigió a su hijo Manuel ayer. Aquí está…’
Soltó la carcajada, no sólo don Manuel sino toda la mesa de redacción, al tiempo que don Leopoldo Ramos me corría de su presencia.
Cuando salía de su despacho, escuché a don Manuel decirle a don Leopoldo: ’Ahora sí se encontró a la horma de su zapato…’
Al día siguiente platiqué con el que sería mi más ferviente corrector. Hubo risas y desde allí hasta su muerte, que la sentí profundamente, fuimos amigos.
craveloygalindo@gmail.com

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