Presente lo tengo yo
Armando Fuentes Aguirre
Cuando era Presidente de la República don Pascual Ortiz Rubio se construyó un paso subterráneo en las calles del 16 de Septiembre y antigua San Juan de Letrán, en la Ciudad de México. La gente dio en llamar a ese paso ’El Túnel del Simplón’’.
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Bacal, garojo, tusa, zuro, carozo, conquaril... Todos esos nombres recibe el que nosotros llamamos ’olote’’, es decir, la parte interior de la mazorca del maíz después de haber sido desgranada. En mi niñez oí llamar al olote ’carbón blanco’’, eufemismo humorístico para aludir a las propiedades del olote como útil combustible, sobre todo en el calentador del agua para el baño. Otro uso tenían los olotes que no es para decirse aquí, pero que servía mucho a la gente que en el campo debía pagar tributo a la naturaleza en la forma de una necesidad mayor.
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Siendo Miguel Alemán secretario de Gobernación, durante la presidencia del general Ávila Camacho, organizó una comida en homenaje a Plutarco Elías Calles. Fue a la salida de esa comida cuando aquel pintoresco personaje que fue César Garizurieta, apodado ’El Tlacuache’’, pronunció su celebérrima frase: ’Vivir fuera del presupuesto es vivir en el error’’.
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Las grutas de Cacahuamilpa, en el Estado de Guerrero, no fueron conocidas por ’la gente de razón’’ sino hasta el año 1834. Los lugareños ocultaban celosamente su existencia. Un señor de Tetecala muy apreciado por los indios, don Manuel Sáenz de la Peña, mató en riña a un adversario suyo por pleitos de colindancias. Huyó del poblado y fue a refugiarse con sus amigos indígenas, que lo escondieron en la caverna prodigiosa. Fue don Manuel, entonces, el primer extraño que conoció las grutas y reveló después sus maravillas. A fines del siglo XIX se organizó una excursión para que don Porfirio Díaz visitara Cacahuamilpa. Lo hizo en compañía de numerosa comitiva, y los visitantes se entretuvieron jugando al tiro al blanco con sus pistolas. Los blancos eran las estalactitas y estalagmitas de la cueva.
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Uno de los más bellos sitios de Veracruz es ’El Encero’’, la hacienda que perteneció a Santa Anna. Bellamente restaurada, la casona donde vivió este señor tan singular y tan polémico es ahora objeto de la admiración de todos los que llegan al lugar.
En verdad ’El Encero’’ no debería llamarse así, sino ’El Lencero’’. El primer propietario del sitio fue un soldado español apellidado Lencero, que construyó ahí una venta o posada para el servicio de los viajeros que hacían el camino entre Puebla y Veracruz. Este hombre, Lencero, es mencionado en la ’Historia Verdadera de la Conquista de la Nueva España’’, la gran obra de Bernal Díaz del Castillo, quien dice que después de ser bravo soldado, Lencero sintió la vocación religiosa y profesó en la Orden de Mercedarios.
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He aquí un sabrosísimo refrán, muy mexicano, de elogio a una mujer que sin tener sobrados atributos corporales es, sin embargo, buena cumplidora tanto en el metate como en el petate. Dice así el tal piropo:
’Habrá vacas más chichonas, pero no que den más leche’.
