Opinión

Creyó que venía como Emperador, para la curia era simplemente un ajustador de cuentas

Creyó que venía como Emperador, para la curia era simplemente un ajustador de cuentas
Periodismo
Abril 06, 2018 12:59 hrs.
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Rodolfo Villarreal Ríos › guerrerohabla.com

Continuamos con el relato que partió hace tres semanas sobre la relación entre Giovanni Maria Mastai-Ferreti, el papa Pío IX, y Fernando Maximiliano de Habsburgo. En las dos colaboraciones anteriores, revisamos el contenido de una carta confidencial del primero hacia el segundo, así como el arribo, en medio de zalamerías, del nuncio papal a México. En esta ocasión, comentaremos sobre como Maximiliano y su conyugue empezaron a despertar de su sueño imperial y percatarse de que los que se decían, lo siguen proclamando, investidos por el dedo divino solamente los requerían para que les devolvieran los bienes materiales, amasados con la sangre y el sudor de los habitantes de este país, que decían le pertenecían a la curia. Todo dio inicio cuando Maximiliano le presentó a monseñor Pedro Francisco Meglia un proyecto de Concordato, mediante el cual buscaba establecer una relación similar a la que tuvo la corona española y la iglesia católica durante los tiempos de la Colonia, mismo que diera resultados muy benéficos para ambos. Sin embargo, ahora, la curia ya no estaba dispuesta a compartir el pastel. Iniciemos por precisar el contenido del proyecto de solución.
Dado que el austriaco sentía que lo de su imperio era cosa seria pues quiso empezar a negociar de igual a igual con la curia y en su proyecto de concordato indicaba: ’I) El Gobierno mexicano tolera todos los cultos que no estén prohibidos por la ley; pero protege el católico apostólico romano como religión de Estado.’ Aun no leía con cuidado la carta confidencial y, por supuesto, aun no le llegaba la copia de la encíclica Quanta cura y el Syllabus publicados apenas nueve días antes, el 8 de diciembre de 1864.
Acto seguido, en el apartado segundo, indicaba que ’el tesoro público proveerá a los gastos del culto católico y de l sostenimiento de sus ministros en la misma forma, proporción y preferencia con los que se cubra la lista civil del Estado.’ ¿Acaso, esto implicaba que colocaba a la curia al mismo nivel que los servidores del estado?
En el tercer punto, se mencionaba que ’los ministros del culto católico administraran los sacramentos y ejercerán su ministerio gratuitamente y sin que ellos tengan derecho a cobrar, ni los fieles obligación de pagar estipendio, emolumentos y cosa alguna, a titulo de derechos parroquiales, dispensas, diezmos primicias o cualquier otro.’ El colmo, quería terminar con el negocio, eso era inaudito.
Pero ahí no paraba todo, en el cuarto inciso, se proponía que ’la Iglesia cede y traspasa al Gobierno mexicano [léase a Maximiliano y sus compinches] todos los derechos con se considera, respecto de los bienes eclesiásticos que se declararon nacionales durante la República.’ Esto era el acabose, pero faltaba más.
En el quinto punto, apareció lo insólito, ’el Emperador Maximiliano y sus sucesores en el trono ejercerán in perpetuam en la iglesia mexicana los mismos derechos que los reyes de España ejercieron en la Iglesia de América.’ A que chamaco tan inocente, ¿en verdad creía que lo apoyaron para venir a restaurar remedos de acuerdos viejos?
El apartado sexto rayaba en la candidez al mencionar que ’el Santo Padre, de acuerdo con el Emperador, determinará cuales, de las órdenes religiosas, extinguidas durante la República, deben ser restablecidas y en que forma y términos. Las comunidades de religiosos, que de hecho existen hoy, continuaran, pero con los noviciados cerrados, hasta que el Santo Padre, de acuerdo con el Emperador, determine la forma y términos en que deban continuar.’ Esto es un ejemplo de que Maximiliano no se percataba de su situación real. Lo enviaron a México en calidad de ajustador de cuentas para que arrebatara a punta de fusil y acto seguido entregara inmediatamente a la curia lo que esta argüía era de su pertenecía. ¿Desde cuando fulanos en esa condición podían creer que estaban a la altura del patrón?
En el séptimo punto, simplemente se anotaba ’Fueros.’ Pero en el octavo, volvía a la carga el soñador y establecía que ’en los lugares que el Emperador lo juzgue conveniente, enmendara el registro civil de nacimientos, matrimonios y fallecimientos, a los párrocos católicos, quienes deberán desempeñar este cargo como funcionarios del orden civil.’ Ahora sí, ¿Qué brebaje le habían dado a este al arribar a Veracruz? O sería que el espíritu del Estadista se quedó por algún sitio de palacio y acabó posesionándose de la psique del barbirrubio, aun cuando eso no permitía al austriaco alcanzar la estatura y el empaque del oaxaqueño quien portaba una levita de talla muy superior. Cerraba el noveno apartado indicando simplemente, ’cementerios.’ Cuando leyó todo esto monseñor Meglia casi queda al punto del infarto, eso no era lo que esperaba de un emperador de opereta a quien enviaron en calidad de ajustador de cuentas, aun cuando el barbirrubio consideraba que venía a instaurar un trono, los concordatos se celebraban con los reyes europeos a quienes estimaban que había llegado ahí por designio divino, vaya usted a saber cómo, pero esa era lo que argüían. Don Max era simplemente un desplazado a quien mandaron a la América para hacerle creer que gobernaría algo y dejara en paz a su hermano en Austria. En ese contexto, Meglia le preparó un regalito de Navidad.
El 25 de diciembre de 1864, Meglia dirigió una carta al ministro de justicia del imperio de opereta, Pedro Escudero. En ella, empezaba por relatar como se enteró del proyecto mencionado, a la vez que precisaba como desde el principio mencionó que no esta investido de poderes para negociar un Concordato. Meglia indicaba a Escudero que, como ya lo había dicho a él y a la ’emperatriz,’ su misión ’tenía por objeto: primeramente, ver revocar y abolir al mismo tiempo que las llamadas Leyes de Reforma, todas aquellas contrarias a los sagrados {¿Quién lo determinó así?] derechos de la Iglesia, aun en vigor aquí; activar la publicación de otras leyes encaminadas a reparar los daños que se han hecho y establecer el orden en la administración civil y eclesiástica.’ En pocas palabras, como el ajustador de cuentas enviado no cumplía con la misión encomendada, pues le remitieron otro como coadjutor. Y para que no hubiera duda de ello, Meglia mencionaba que ’…mis instrucciones eran las de reclamar la entera libertad de la Iglesia y los Obispos, en el ejercicio de sus derechos y en los del Santo Ministerio; el restablecimiento y la reforma de las ordenes religiosas cuyas bases le fueron comunicadas por el Padre Santo; la restitución de las iglesias y los conventos, así como sus bienes; pedir, en fin, que, como en el pasado, se reconociese a la Iglesia el derecho de adquirir, poseer y administrar su patrimonio.’ Esto, en palabras llanas, se podría traducir como que el chico De Habsburgo ni esperara que le fueran a firmar convenio, contrato o concordato alguno. Para que no quedara duda, el arzobispo de Damasco, convertido en nuncio apostólico, procedió a puntualizar su opinión.
Empezó por mencionar que ’analizando luego algunos puntos del proyecto, desaprobé el primero sobre la tolerancia de cultos, como contraria a la doctrina de la Iglesia y a los sentimientos de la Nación Mexicana, enteramente católica.’ Pero que sabía Pedro Francisco sobre los sentimientos de los habitantes de estas tierras, apenas tenía ocho días de haber llegado y ya era un experto en el tema. Aun no terminaba, el nuncio de objetar la propuesta, ’en cuanto al segundo punto, [decía Meglia], hice considerar que el Episcopado, el clero y la parta más sana [¿Qué habrá significado eso?] de la Nación, veían con horror la idea de una indemnización pagada por el Tesoro que preferían vivir mas bien de la caridad de los fieles y, finalmente, que la Iglesia, despojada [¿?] ya en parte, no podía ceder voluntariamente los pocos bienes que le quedaban y forman el más sagrado y legitimo patrimonio, destinado al culto divino y al subsistencia de sus Ministros y de los pobres.’ Tenia razón el monseñor, eso de mezclar iglesia y estado no era nada bueno, además nadie le dijo previamente que aquí, Maximiliano propondría algo semejante.
Por lo anterior, Meglia reiteraba a Escudero haber declarado ’…asimismo a S.(u) M.(ajestad) y a V.(uestra) E.(xcelencia), que tanto menos había podido darme instrucciones sobre los puntos expresados la Santa Sede, cuanto que no podía suponer que el Gobierno Imperial los propusiese y llevara a cabo por ese medio la obra empezada por Juárez.’ Al punto del soponcio, Meglia indicaba que ’he asegurado a S.(u) M.(ajestad) y a V.(uestra) E.(xcelencia) que jamás había oído hablar en Roma de semejante proyecto, ni por Su Santidad, ni por el Secretario de Estado, ni por las otras personas de la Corte Pontificia y que estaba persuadido de que el Ministro Imperial, Sr. Aguilar, jamás hizo mención de él al Santo Padre, el cual habría ciertamente escrito una carta y dado otras instrucciones a su representante.’ Posteriormente, después de indicar que enviaría las bases del proyecto a Pío IX y solicitar que, antes de recibir la respuesta, Maximiliano no debería de tomar ninguna medida contraria a la iglesia y sus leyes. Asimismo, Meglia mencionaba haber dado una explicación amplia al respecto a Carlota. Sobre como se desarrolló la entrevista entre la princesa belga y el nuncio apostólico, se conoce la versión de la primera en una carta, fechada el 27 de diciembre de 1864, que dirigió a su hermana, la emperatriz Eugenia.
Daba inicio quejándose de que en México las ordenes emitidas no pasaban del papel y avanzaban muy poco. Pero lo que más encabritaba a Carlota Amalia era la actitud del nuncio. ’Jamás hubiera creído posible que frente a los intereses de la religión tan íntimamente ligados a los del Concordato, el Nuncio pusiera la menor dificultad. Sin embargo, está como loco y el domingo he hecho reír al Mariscal [Bazaine] diciéndole irreverentemente ‘que debemos echar al Nuncio por la ventana.’ En efecto, es como un cerebro trastornado, con una ceguera y una obstinación increíbles que no pretende nada menos que el país que odia todo lo que es teocracia, desea que se devuelvan los bienes al clero…’ [Carlota aun no se percataba en condición de que mandaron a su maridito a la aventura transoceánica]. Y seguía dando muestras de su desubicación al decir ’como si a pleno sol no vinieran a decir que es de noche, pero, por desgracia y reconozco que para nosotros católicos de este siglo es una humillación., la Corte de Roma es así.’ Si hubiera sabido cual era su futuro por esos rumbos hubiera tomado la actitud del nuncio como un preámbulo de lo que vendría. Pero seguía empecinada en creer que su conyugue jugaba en las grandes ligas y, como muestra, decía que ’Napoleón I emitió sobre el particular apreciaciones de palpitante actualidad y, sin embargo, Pío VII [Barnaba Niccolò Maria Luigi Chiaramonti] fue un gran Papa que celebró el concordato de 1801.’ De ahí procedió a contarle a su consanguínea cual fue la actitud de Maximiliano ante el nuncio.
Carlota menciona que, durante la primera entrevista entre los dos personajes, el barbirrubio de su marido se quedó con la impresión de que sobre tres o cuatro puntos no había divergencias y de los otros se informaría a Roma. Sin embargo, dos días después el nuncio, mediante un propio, le comunicó que no tenía indicaciones para aprobar aquellos, lo cual mencionamos en detalle líneas arriba. Conforme a la princesa belga, tras de eso, se reúne el Consejo de Ministros con Maximiliano y acuerdan, según le comunicó este último a Bazaine que, si el nuncio no da su brazo a torcer, ’se publicara una carta ratificando las leyes de Juárez.’ Después de eso, el austriaco decidió ya no recibir a Meglia. Carlota, sin embargo, mandó llamar a este último durante la víspera de la Navidad y pasó con él, en charla intensa, dos horas. Una reunión que nada tuvo de agradable porque según narra la promotora principal de la aventura, ’nada me dio una idea mas justa del infierno que esa conversación, puesto que el infierno no es otra cosa que un callejón sin salida.’ [Carlota estaba equivocada, muchísimos años, después uno de los sucesores de Pío IX, el ciudadano Bergoglio Sívori afirmó que el infierno no existe]. Tras de quejarse amargamente de la cerrazón del clérigo, expuso que Meglia ’terminó diciéndome que era el clero el que había construido el Imperio. Un momento -le dije-, no fue el clero fue el Emperador el día que llegó…’ ¿Pero cual imperio? Eso era una puesta en escena con actores malos que ni siquiera sabían desempeñar sus roles. Carlota, sin embargo, aún se mantenía cuidadosa de que aquello escalara y relata que le presentó ’…las cosas en todos los tonos posibles, serios, jocosos graves y casi proféticos; pues me parecía que una coyuntura podía traer complicaciones, quizás hasta una ruptura con el Santo Trono, para gran detrimento de la religión. Nada sirvió; [Meglia] sacudió mis argumentos como se sacude el polvo; no puso nada en su lugar y parecía recrearse en el limbo que creaba a su alrededor y en la negación universal de la luz.’ Lo que sigue debe de haber pasado por la mente de Carlota tiempo después.
Frustrada, le planteó ’…el ultimátum de la carta del Emperador y le dij[o]… ‘Monseñor, pase lo que pase, me tomaré la libertad de recordaros esta conversación; nosotros no seremos responsables de las consecuencias; hemos hecho todo por tratar de evitar lo que va a suceder, pero, si la Iglesia no quiere ayudarnos, nosotros la serviremos a pesar de ella.’ Tras de esa charla, Maximiliano decidió convocar a sus ministros junto con el arzobispo de México para ver como encontraban una solución y convencían a Meglia de que aceptara el Concordato. De nada valieron las entrevistas que varios de ellos tuvieron con el nuncio, este no cambio su actitud. A partir de ahí, aquello se volvió un intercambio de culpas, el ministro de negocios extranjeros, José Fernando Ramírez le mando un memorándum extenso a Meglia en el cual recriminaba su actitud y como respuesta recibió otro comunicado en donde Meglia se defendía acusándolos de querer endilgar la crisis al papa sobre algo que Maximiliano le había ocultado y que de pronto sacó como conejo de chistera. El penúltimo día del año, Maximiliano decidió cargar directamente sobre los arzobispos de México y Michoacán y los obispos de Querétaro y Tulancingo, a quienes en síntesis les dijo que la iglesia, en México, se había mezclado mucho en política, olvidándose de su obligación principal que era la espiritual. Cerraba la perorata indicándoles que un ’buen católico como yo lo soy, seré también un Príncipe liberal y justo.’ Caro le saldría dicho desafío. Mas tarde cuando Napoleón III lo dejó al garete, Pío IX y sus acólitos lo abandonaron a su suerte. Maximiliano nunca entendió que lo habían enviado en calidad de ajustador de cuentas para que, bajo su guía, más por las malas que por las buenas, se agenciara, y les entregara, los bienes que decía la curia le fueron arrebatados. Lo del ’imperio’ fue un ropaje para encubrir el despojo, el barbirrubio creyó que venía como emperador, para la curia era simplemente un ajustador de cuentas. De todo esto, se desprende una lección que los hombres públicos en nuestro país aun en nuestros días no aprenden. Los dirigentes de las agrupaciones religiosas, en cualquiera de sus versiones, los va a ’querer’ mientras estén dispuestos a darles lo que les piden. El día que los cuestionen, ya no puedan entregarles lo que desean, o cuando caen en desgracia, si te veo, ni te conozco, saludarte o defenderte puede lastimar mi reputación impoluta. Ejemplos, ¿por dónde empezamos? vimarisch53@hotmail.com
Añadido: Al momento en que refriteros-merolicos-descubridores del agua tibia, de esos que todos los días anuncian algo que, según ellos, es novedoso, aparecen panegiristas quienes, en tropel, los glorifican como si hubieran descubierto la piedra filosofal. Sin embargo, cuando alguien presenta un estudio original con respaldo científico sólido que arroja resultados bien fundados, optan por ignorarlo. Sobre todo, si está demostrando y explicando que las causas de muchos de los males y conductas de un sector importante de la población tienen su origen desde edad temprana. Pero, como seremos pen…santes, se nos olvidaba que quien hace ese tipo de investigación no pertenece a cofradía alguna, ni mucho menos se apellida Smith o Jones.

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