’Cuídense de la levadura de los fariseos, es decir de la hipocresía’


’ Encontraréis descanso para vuestras almas ’

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’Cuídense de la levadura de los fariseos, es decir de la hipocresía’
Religión
Octubre 14, 2021 22:27 hrs.
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La Palabra de Dios

Memoria de Santa Teresa de Jesús, virgen y doctora de la Iglesia

Primera Lectura
Rom 4, 1-8
Hermanos: ¿Qué diremos de Abraham, padre de nuestra raza? Si Abraham hubiera obtenido la justificación por sus obras, tendría de qué estar orgulloso, pero no delante de Dios. En efecto, ¿qué dice la Escritura? Abraham le creyó a Dios y eso le valió la justificación.

Al que, gracias a su trabajo, tiene obras, no se le da su paga como un regalo, sino como algo que se le debe. En cambio al que no tiene obras, pero cree en aquel que justifica al pecador, su fe le vale la justificación.

En este sentido, también David proclama dichoso al hombre a quien Dios tiene por justo, independientemente de las obras: Dichosos aquellos cuyas maldades han sido perdonadas y cuyos pecados han sido sepultados. Dichoso el hombre a quien el Señor no le toma en cuenta su pecado.
Palabra de Dios
Te alabamos, Señor

Salmo Responsorial
Salmo 31, 1-2. 5. 11
R. Perdona, Señor, nuestros pecados.
Dichoso aquel que ha sido absuelto
de su culpa y su pecado.
Dichoso aquel en el que Dios no encuentra
ni delito ni engaño.
R. Perdona, Señor, nuestros pecados.
Ante el Señor reconocí mi culpa,
no oculto mi pecado.
Te confesé, Señor, mi gran delito
y tú me has perdonado.
R. Perdona, Señor, nuestros pecados.
Alégrense con el Señor y regocíjense
los justos todos,
y todos los hombres de corazón sincero
canten de gozo
R. Perdona, Señor, nuestros pecados.

Aclamación antes del Evangelio
Sal 32, 22
R. Aleluya, aleluya.
Muéstrate bondadoso con nosotros, Señor,
puesto que en ti hemos confiado.
R. Aleluya.

Evangelio
Lc 12, 1-7
En aquel tiempo, la multitud rodeaba a Jesús en tan gran número que se atropellaban unos a otros. Entonces Jesús les dijo a sus discípulos:

’Cuídense de la levadura de los fariseos, es decir de la hipocresía. Porque no hay nada oculto que no llegue a descubrirse, ni nada secreto que no llegue a conocerse. Por eso, todo lo que ustedes hayan dicho en la oscuridad, se dirá a plena luz, y lo que hayan dicho en voz baja y en privado, se proclamará desde las azoteas.

Yo les digo a ustedes, amigos míos: No teman a aquellos que matan el cuerpo y después ya no pueden hacer nada más. Les voy a decir a quién han de temer: Teman a aquel que, después de darles muerte, los puede arrojar al lugar de castigo. Se lo repito: A él sí tienen que temerlo.

¿No se venden cinco pajarillos por dos monedas? Sin embargo, ni de uno solo de ellos se olvida Dios; y por lo que a ustedes toca, todos los cabellos de su cabeza están contados. No teman, pues, porque ustedes valen mucho más que todos los pajarillos’’.
Palabra del Señor
Gloria a ti, Señor Jesús

Reflexión del Evangelio de hoy

Encontraréis descanso para vuestra alma
Cuando me diagnosticaron cáncer de colon surgía en mi interior un sentimiento dual; por un lado, la confusión del momento, por otro lado, la calma con la que viví todo el proceso de la enfermedad. La confusión fue mayor, cuando me anunciaron que me debía volver a operar por metástasis en el hígado, dos y tres ocasiones. Por un momento llegué a ponerle nombre a mi enfermedad. La llamé Viridiana, haciendo memoria de la película de Luis Buñuel. La enfermedad oncológica se había presentado en mi vida para debilitarme, y yo iniciaba un proceso contrario para fortalecerme.

Vinieron a mí, como las palabras más apropiadas a mi situación, las que recoge Mateo: 11,28-30:

’En aquel tiempo, Jesús tomó la palabra y dijo: «Venid a mi todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera»’.

En mis momentos de soledad contemplaba sereno un Cristo yacente de Gregorio Fernández que está en la iglesia de San Pablo de Valladolid. Aceptaba la enfermedad y la lucha, pero había algo que protestaba en mi interior: ’¡No podía morir antes que mi madre!’. Me rebelaba profundamente, pero al igual que Jesús en el monte de los olivos deseaba que pasara de mí este cáliz de amargura; y a pesar de todo, me lancé a la confianza en Dios, y expresé sus mismas palabras ’que se cumpla tu voluntad’.

En el momento presente doy gracias a Dios por la oportunidad de vivir alejado de Viridiana, y recuerdo las escenas de sanación cuando Jesús curaba a los enfermos. No deja de ser una experiencia de fe, el hecho de sentirme salvado por el momento.

El Yacente tiene su pecho herido, con cicatriz abierta, lo que antes era un ostensorio que contenía la Sagrada Forma, me permite pensar en la idea de que la muerte contiene la vida, una idea expresada en el Evangelio de Juan ’Si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él y haremos morada en él’ (Jn 14,23-29).

De alguna manera, la calma con la que viví todo mi proceso oncológico, me hizo comprender que Dios habitaba en mí como en aquel cuerpo abandonado. No había soledad, su misión seguía siendo la misma: ’Al abatido una palabra de aliento’ (Is., 50, 4-7). Sin darme cuenta, identifiqué las dos operaciones que me realizaron con este Cristo. El abatido era mi persona, mi cuerpo, mi juventud. Recibía la vida nuevamente, cuando miraba la cicatriz de la lanza que sustituyó al tabernáculo de este Cristo Yacente.

Ahora comprendo con mayor profundidad la expresión que Jesús decía a sus discípulos: ’quien quiera salvar su vida la perderá, pero el que pierda su vida por mí, la encontrará’ (Mt. 16, 24-28)

Toda esta identificación nos da razones para la esperanza, para situarnos en el amor que Dios nos ha tenido, y encontrar en el Hijo de Dios, ese amor con el que nos expresó la cercanía de Dios.

Fray Alexis González de León O.P.
Convento de San Pablo y San Gregorio (Valladolid)

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