Opinión

De cruz a cruz y de poeta a poeta (II)

De cruz a cruz y de poeta a poeta (II)
Periodismo
Abril 20, 2018 22:01 hrs.
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Armando Fuentes Aguirre ’Catón’ › guerrerohabla.com

Amado Nervo, el gran lírico mexicano, agoniza en Montevideo. Asistía a un congreso académico en la capital uruguaya cuando de pronto se sintió muy mal. Los médicos dictaminaron un grave ataque de uremia. Le quedaban al bardo a lo más dos días de vida.

Llegó a verlo en su lecho don Juan Zorrilla de San Martín, el poeta nacional del Uruguay. Su extenso poema dramático ’Tabaré’ figuraba ya entre las más alabadas producciones de la lírica iberoamericana. Don Juan era fervoroso católico, y amigo personal de Nervo.

—Me siento triste hasta la muerte -le dijo el mexicano, quizá en recuerdo de la frase de Jesús.

Zorrilla respondió con palabras hermosas. Seguramente se las inspiró el Espíritu.

—Amigo mío: tome usted el ejemplo de San Dimas, el buen ladrón. Le habló a Cristo de cruz a cruz. Así, Él no pudo dejarlo de oír. Usted está ahora crucificado en el dolor, en las angustias de la muerte. Desde su cruz llame al crucificado. Aunque invisible, se encuentra junto a usted. Háblele de cruz a cruz, y verá como Él le contesta.

—¡Qué palabras tan bellas me dice usted, doctor Zorrilla! -habló con débil voz Amado Nervo.

Al recordar la escena escribe el escritor uruguayo: ’... El fondo de cristianismo existente siempre en el alma de Nervo se removió entonces...’. Le preguntó Zorrilla si no deseaba confesarse y recibir la extremaunción. Vaciló el poeta de Nayarit:

—¡Hace tanto tiempo!

Hizo una pausa y luego dijo:

—Tráigame un sacerdote, por favor.

Salió de prisa don Juan y buscó en la parroquia más cercana. Encontró a un jesuita, Carlos Benítez, de nacionalidad argentina, y le rogó que acudiera a llevar los últimos auxilios a un agonizante. Pronto llegó el sacerdote. Ante la puerta de la habitación donde se hallaba Nervo se había congregado un grupo de escritores, todos ellos librepensadores. Miraron con hosquedad al sacerdote, y se elevaron murmullos de protesta por la presencia ahí de un cura. Uno de los intelectuales alzó la voz y le pidió al sacerdote que se retirara.

—Señores –empezó a decir el padre Benítez-, yo no pretendo perturbar...

En eso se escuchó, fuerte y clara, la voz de Amado Nervo:

—Que entre. Que entre el padre.

Traspuso la puerta el sacerdote y la cerró tras sí. Solos quedaron el confesor y el poeta. Hablaron largo rato, y luego el padre se marchó en silencio. Cuando el poeta tuvo junto a sí a su amigo Zorrilla le dijo tomándole la mano:

—¡Qué paz siento en el alma! ¡Qué tranquilidad!

Al día siguiente murió Nervo. Sus restos fueron llevados a la Ciudad de México, y recibieron sepultura en la Rotonda de los Hombres Ilustres el 14 de noviembre de 1919.
Hay en el magnífico poema ’Suave Patria’, de Ramón López Velarde, escrito en 1921, unos versos enigmáticos. Dice el jerezano dirigiéndose a la patria:

|’... Tus entrañas no niegan un asilo
para el ave que el párvulo sepulta
en una caja de carretes de hilo;
y nuestra juventud, llorando, oculta
dentro de ti el cadáver hecho poma
de aves que hablan nuestro mismo idioma...’.

Yo digo que eso del ’cadáver hecho poma’ alude a Amado Nervo, cuyo cuerpo llegó embalsamado de Uruguay para ser sepultado en México.


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