No me considero joven si el trabajo que realizo es maduro. Mi pintura está hecha para resolver dudas. Sigo el movimiento de la corriente alemana contemporánea. No le tengo temor al color que viene en los tubos. Quiero algún día poder vivir de mi trabajo, asegura Javier Fuentes, un pintor que trabaja intensamente desde la problemática pop de sus inicios.
Judith Pérez Flores, coordinadora del Centro Cultural del Periodista cortó el listón inaugural de la exposición pictórica “De la presencia del otro”, de Javier Fuentes, en la Galería Jorge Tomassini, en representación del delegado político, Jorge Romero Herrera.
Y el pintor establece:
De la presencia del otro se refiere a la presencia de retratado, ese “otro” desconocido dentro del cuadro.
Este trabajo refiere al retrato como lo no objetivable, pues no se pretende un acercamiento a la realidad del retratado, sino al hecho subjetivo de la representación del retrato, que permite evocar la presencia de la persona.
El juego de las miradas con el retrato requiere de un involucramiento meditativo del espectador, una mirada contemplativa romántica, que construya un lazo entre el espectador y el retrato, más allá de un simple parentesco, y que articule el diálogo espectador-retrato-artista.
El retrato envuelto dentro de estos planos pictóricos de color, con paletas casi artificiales de colores, dispersos en el entorno de lo que veo, se contraponen y se complementan casi de manera natural. El color busca significar espacios y carne, busca hacer vibrar el cuadro en busca de contener y sacar a la figura, buscar ser dualidad.
Javier Fuentes nace en 1990 y estudia en la Facultad de Artes Plásticas. Sus maestros son: Eduardo Ortiz Aureliano y Ulises García Ponce de León. La finalidad del taller es hacer una exposición y yo produzco para mis obras, asegura el joven pintor.
Y la exposición cierra con las palabras de Johanna Malcher:
Esto quiere decir que mientras la presencia del Otro es necesaria para definir fronteras que delimitan el Yo, no obstante, al observar y leer a la otra persona, se derrumban esas fronteras. El acto de interpretación implica un acto de creación. El Otro, despojado de su extrañeza, se convierte en reflejo, en un doble. Finalmente, el Otro eres Tú.
Al final se sirvió un vino y bocadillos.
