De compras y ventas


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De compras y ventas
Periodismo
Agosto 29, 2021 21:57 hrs.
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Armando FUENTES AGUIRRE › guerrerohabla.com

Mi relato de hoy tiene que ver con un aforismo comercial que dice lo siguiente: ’Compra cuando te vendan, y vende cuando te compren’.

Don Jaime Rodríguez se dedicó por muchos años a la noble y antigua profesión de barillero, que así eran nombrados los vendedores ambulantes de quincalla, es decir, de mercancía de escaso valor y poco precio. Esa palabra, ’barillero’, es un mexicanismo. La Academia la considera equivalente de ’buhonero’.

Hombre de mucho ingenio era don Jaime. Baste decir que se hizo vivir en Saltillo con su oficio. Ésa no es hazaña de poca monta: siempre se ha dicho que el comerciante que prospera en Saltillo triunfaría también en la Antártida, en las quemantes arenas del desierto del Kalahari, en el Polo Norte, la Cochinchina o Timbuctú. Para medrar, empero, don Jaime debía recurrir a todo su extenso y variadísimo catálogo de tretas, trucos, astucias, ardides y sutiles añagazas.

Cierto día le ofrecieron en Monterrey unas preciosas veladoras de la Virgen del Roble. Las aceptó en consignación, a ver si se vendían, y comenzó a promoverlas en Saltillo. Con elocuencia de Demóstenes; con retórica que habría envidiado Quintiliano -maestro de oradores-, el señor Rodríguez encomiaba los méritos de aquellas veladoras. La Virgen del Roble era muy milagrienta –así decía-, y por si eso no fuera suficiente, acabada la veladora quedaba el vaso, aprovechable para el uso diario.

Ni una sola veladora pudo vender don Jaime aquí en Saltillo. El Santo Cristo, le alegaban los presuntos clientes, era más milagriento aún que aquella virgen, que ni siquiera era de Saltillo, sino de Monterrey. Había, además, rivalidad entre ambas devociones: cuando los saltillenses iban a ver torear a Armilla en Monterrey, los regiomontanos –furibundos partidarios de Lorenzo Garza- les gritaban con burla desde el tendido de sol:

-¡Ya llegaron, hijos del Santo Cristo!

Y respondían los de Saltillo, desafiantes, sin pensar que incurrían en grande y sacrílega blasfemia:

-¡Sí, cabrones! ¡Venimos a pedirles la mano de la Virgen del Roble, pa’l Patrón!

Se le ocurrió entonces a don Jaime vender las famosas veladoras en tierras de Zacatecas. Pero ahí la devoción la acaparaba el Santo Niño de Plateros, imagen milagrosa que se sale por la noche del templo a caminar, de modo que cada año hay que comprarle guarachitos nuevos.

Sin embargo el que porfía mata venado, o consigue mujer, o vende veladoras, según. En cierto pueblo zacatecano, antes de ir con el abarrotero del lugar, don Jaime se conchabó a una regular turba de chiquillos, a quienes pagó 5 centavos por que fueran uno por uno, a intervalos regulares, a la tienda del sujeto. Le preguntaban los chamacos:

-Don Fulano: que dice mi mamá que si tiene veladoras del Virgen del Roble.

-No, no tengo.

Y al rato otro muchacho:

-¿Tiene veladoras de Nuestra Señora del Roble, don Fulano?

-No, no hay.

Y así durante un par de días.

Al tercero llegó don Jaime con sus veladoras. El comerciante, sorprendido por la súbita devoción del pueblo a la Virgen regiomontana, compró con alegría toda la existencia, que era una gruesa cantidad de gruesas. Más sorprendido aún quedó cuando en los días subsecuentes -y en las semanas, y en los meses, y en los años- no se le vendió ni una de aquellas fementidas veladoras, y eso que las ofreció a precio de remate.

Este relato tiene una especie de moraleja comercial: siempre puedes vender cuando te compren, pero no siempre debes comprar cuando te vendan.

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