Demagogia o populismo

El concepto de populismo acuñado recientemente y que nada tiene que ver con su definición original ni con la idea que lo conceptualizó, es un eufemismo.
Ante la imposibilidad de nombrar a la demagogia por su nombre, a riesgo de salir aludidos a la hora de declarar buscaron otro término. Desde ese momento referí, como otros periodistas lo hicieron puntualmente, en diferentes espacios, al diccionario de política, escrito por Norberto Bobbio, entre otros politólogos, para que se ilustraran respecto al verdadero significado de la palabra, pero el reducido número de palabras en el vocabulario personal de muchos funcionarios públicos y su pereza para leer volvió a remitir la palabra populismo en lugar de demagogia.
Hay estudiosos, éstos sí ilustrados, que han dedicado libros y algunos como Octavio Ianni, la vida entera a estudiar el populismo; sin embargo, ni siquiera se han molestado los funcionarios públicos en leer cuatro páginas de ese diccionario que debería ser un libro de cabecera de todos los políticos del mundo entero, como otros muchos, desde luego.
Mientras se usa con mayor ligereza la palabra populismo hace más frágiles intelectualmente a quienes la pronuncian como hemos visto recientemente, porque ante la imposibilidad de llamarle a lo que ellos llaman populismo por su nombre real que es demagogia, y la han llenado de significados hasta convertirla involuntariamente —ignorancia de por medio—, en un herramienta de denostación.
Para quienes la demagogia fue la herramienta favorita de su retórica, no pueden utilizar el término sin morderse la lengua, como es el caso de los priístas; sin embargo, hayan en la fonética de la palabra populismo algo que alguna vez imaginaron que podría sustituir a la palabra innombrable que les pertenece más a ellos que a ningún otro partido en la historia del país. Ellos mismos no pueden negarlo.
Los expertos hablan así del término: ’Dada la complejidad del fenómeno en sí y dado que el fenómeno adopta formas y peculiaridades propias de varias culturas y espacios geográficos, no es fácil encontrar una explicación suficiente y convincente que pueda aplicarse a todos los casos de populismo. Por lo menos 6 intentos de teorías o de hipótesis explicativas encontramos en varios autores’.
Pero la prisa por descalificar a un movimiento o a un líder les obligó a hablar de lo que no saben, de los que desconocen de lo que nunca han estudiado, porque el populismo no lo estudian en las universidades privadas porque les parece innecesario, esta es una de las muchas razones por las cuales el significado se ha vuelto moneda de cambio barata, a la hora de pronunciar discursos descalificadores y agresivos.
Nada tiene de subversivo el estudio del populismo, es una parte de la historia de la que México no está exento, pero que difícilmente podrá repetirse porque las circunstancias políticas, económicas y sociales o lo permitirían, pero al ignorancia supina de los funcionarios públicos quieren regresarla al presente como si se tratara de un descubrimiento propio.
El daño que hace a los funcionarios públicos estudiar en el extranjero adoptando conocimientos que van a aplicar en territorio nacional es muy grande, lo vemos desde el sexenio de Migue de la Madrid, cuando el postgrado en Estados Unidos, que para ellos es el resto del mundo, se convirtió en condición indispensable para ser secretario de Estado.
En México el populismo fue protagonizado en México por Lázaro Cárdenas, que anda tiene que ver con la doctrina adoptada por su hijo a la salida del PRI. El populismo es una concepción en abstracto de pueblo, que borra las clases sociales, pero no sus diferencias, y esto lo hace una definición peligrosa en todo tiempo y espacio, pero lo mejor es que quienes quieran colocar esa palabra en su discurso lean un poquito, sólo son cuatro páginas, podría causarles algunos daños leves a la vista por la falta de práctica, pero vale la pena.



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