Lectura Política
Noé Mondragón Norato
La maquinaría tricolor intenta funcionar. Pero sus viejos mecanismos oxidados le impiden avanzar. Crujen amenazando el colapso. Y detienen marchas. Es más: el candidato presidencial del PRI, José Antonio Meade, sigue sin despegar del tercer lugar en las encuestas, rumbo al debate presidencial del próximo 22 de abril. Con ese plus de aceptación llegará a ese intercambio de ’propuestas’. Y por eso se entiende la desesperación tricolor. Se lee en varios planos.
NEUTRALIZAR A MORENISTAS.- Hay cuando menos cuatro pistas en las que el PRI está actuando para regresar a la competencia a su candidato presidencial: 1.- En las redes sociales, la guerra sucia contra AMLO creció exponencialmente a raíz del inicio de las campañas electorales. El punto es que, lejos de impactar negativamente en las preferencias ciudadanas, López Obrador subió dos puntos porcentuales más en las encuestas, durante el presente mes de abril. Se despegó de Anaya y de Meade. Y por supuesto, no es una buena señal para la militancia tricolor. 2.- El presidente Peña Nieto, nervioso, movió algunos hilos. El más notorio fue el del empresario y dueño del grupo Carso, Carlos Slim, ubicado por las revistas Forbes y Fortune, como el hombre más rico de México. Slim está saliendo en defensa de sus propios intereses. Como siempre lo ha hecho en su calidad de hombre de negocios. Es curioso, pero en el pasado se benefició del peje cuando éste era jefe de gobierno capitalino y le cedió a su grupo financiero, la remodelación del Centro Histórico. Por eso, se advierte que, tras ese acuerdo inconfesable dirigido a cuestionar la eventual cancelación del nuevo aeropuerto en la Ciudad de México, se encuentra escondida la baja aceptación ciudadana del candidato tricolor. 3.- En el plano local y tras llamar a votar por ’ya sabes quién’, el ex gobernador perredista Ángel Aguirre Rivero, fue objeto de ataques políticos en cuando menos dos frentes: el de ex presidente panista Felipe Calderón Hinojosa. Y el del ex secretario de Gobernación y aspirante al Senado por la vía plurinominal, Miguel Ángel Osorio Chong. Este último, cometió incluso, la osadía de asumirse como el funcionario que siempre tuvo la razón al exigirle a Aguirre Rivero, la certificación de sus policías. Pero como secretario de Gobernación, nunca llegó a la verdad sobre la desaparición de los 43 estudiantes normalistas de Ayotzinapa. El punto es que, durante el actual sexenio tricolor encabezado por Héctor Astudillo, cada visita de Osorio Chong a la entidad, se traducía con el incremento de la violencia. Como si la delincuencia lo desafiara sistemáticamente. Y por esas entre otras razones, quedó fuera de la candidatura presidencial tricolor. 4.- El discurso del aspirante al Senado por el PRI, Manuel Añorve Baños, se ubicó en los extremos. Ante transportistas de Acapulco y dominado por la euforia y la pasión, hizo una promesa tan asombrosa como desproporcionada. Prometió quitarles el impuesto a las gasolinas, para de esta forma ’acabar con el gasolinazo’. Añorve olvidó que su esposa, la actual diputada federal priísta, Julieta Fernández Márquez, aprobó con su voto la Reforma Energética de Peña Nieto, que se tradujo justamente, en el gasolinazo. ¿Por qué no empezó desde ese momento a operar y cabildeó con ella para que se abstuviera? Por cuando menos dos poderosas razones: la candidatura al Senado por el PRI no estaba amarrada. Y su esposa tuvo que disciplinarse con ’la línea política’ dictada desde Los Pinos. Como él mismo lo hubiese hecho de haber fungido en ese momento, como legislador federal. Está claro que el PRI acusa mucha desesperación. En todos sus frentes.
HOJEADAS DE PÁGINAS…El surgimiento de un grupo de docentes universitarios que se asumieron como defensores del voto pro AMLO al interior de la UAGro, fue la respuesta política natural, al proselitismo electoral adelantado del propio rector de dicha institución, Javier Saldaña Almazán. Ninguna reglamentación interna podría hipotéticamente, ser aplicada contra ellos. Porque sería el propio rector, quien la enfrentaría primero. Qué tal.
