Divide y Vencerás

Juan López
Muchos años antes de Cristo reinó Filipo II en Macedonia: un país bárbaro, helenizado en su frontera del norte con Grecia. Filipo fue quien derrotó a sus enemigos y centralizó el poder conformando un ejército fuerte. Sus ataques con maquinaria bélica con las que pudo asaltar plazas, fueron innovaciones personales. Así logró derrotar y conquistar extensos territorios. En la Guerra de los Confederados destruyó la fuerza marítima de Atenas. Invicto valiente, titán de mil batallas su obra mayor es la de haber sido el padre de Alejandro Magno: el mismo que ofreciera a Diógenes el Cínico la mitad de su reino y recibiera como respuesta: “Quítate que me tapas el sol”.
Pero el hijo es otra historia. Como su padre Rey de Macedonia también, cuyas extraordinarias conquistas militares en menos de diez años le permitieron forjar un imperio que se extendió desde Grecia y Egipto hasta la India, iniciando el periodo helenístico de la antigüedad. Muy joven sucedió en el trono a su padre, quien lo había preparado para gobernar, proporcionándole los medios con los que triunfó. Mientras su desarrollo intelectual lo encomendó a su mentor Aristóteles el filósofo que le dio formación y sabiduría.
Alejandro Magno dedicó su poder a engrandecer su reino. Ganó todas las batallas. Consiguió conquistar en Asia Central el mundo civilizado hasta entonces conocido. Éxito tras éxito pudo coronar una de las epopeyas más sobresalientes de la historia.
Cuando salió a batalla por primera vez, todavía no cumplía los 18 años de edad, su padre Filipo II, le hizo diversas recomendaciones estratégicas para que mejorara su rendimiento castrense, pero ha sido el único pensamiento y la mejor consigna, que ha atravesado la historia como apotegma muy singular, la que ha quedado vigente: he aquí la idea: “Divide y vencerás”. Siempre venció, haciendo de la división una rutina.
Dos mil trescientos cincuenta años, es la longevidad del pasaje que rememoramos. Edad suficiente como para que ya hubiésemos aprendido la suerte que depara a los divisionistas. Nunca le ganó el PRI a la oposición la gubernatura de Guerrero o una alcaldía, si los opositores se ayuntaban en alianzas que les fortalecieron sus votos y militancias. Hoy, en que las ambiciones personales de candidatos y dirigentes, se opusieron a integrar sus fracciones para armar el rompecabezas, perdieron la oportunidad de convertirse en relevos competitivos, empatando a los pequeños. Ignorar que una cadena se hace de eslabones en política, es peor que poner la otra mejilla si te pegan en tu insignificancia.
Habrá elecciones el 7 de junio. Esto es inevitable por la magnitud de nuestra historia y nuestras instituciones. Ninguna minoría social puede conculcar el derecho supremo de los guerrerenses. Lo ideal fuera que los ciudadanos acudiéramos de manera masiva a votar el día indicado por el calendario oficial. De esta modo fortaleceremos la democracia, desmentiremos a los revoltosos y damos legitimidad al candidato que se yergue con el triunfo electoral.
Si los políticos (de izquierda), le apuestan a la división partidista para conservar sus espacios y prebendas, sus piñatas, sus ventajas y lucros, entonces no lloren a posteriori lo que hoy no pudieron defender como Caballeros.
PD: “Divide y vencerás”: Reiteración. (Filipo II).