Concatenaciones
Fernando Irala Burgos
Se cumplen dos años del gobierno de Enrique Peña Nieto en un escenario imprevisto e impensable hace un par de meses.
Lejos está el ambiente de retorno triunfante de su partido, luego del largo desastre de las administraciones panistas; lejos, también, el optimismo por el poder recuperado, vuelto certeza de larga permanencia.
La tragedia de Iguala, y la tormenta política que desató, cambió de un plumazo y para un dilatado periodo, la expectativa política y social del país, y minó la confianza en la capacidad de reacción de las instituciones mexicanas de gobierno, particularmente las de justicia, y en la credibilidad de los gobernantes, las estructuras partidarias y sus dirigentes.
Vastos sectores de la sociedad manifestaron su hartazgo, y el Estado se ha visto en graves problemas para esclarecer lo ocurrido y darle certidumbre a sus averiguaciones --al grado de que pese a las evidencias de asesinato y calcinación de los normalistas, se ha mantenido el slogan, entre esperanza y ficción, de encontrarlos vivos.
Los anuncios hechos hace unos días por el Presidente buscan recuperar el rumbo perdido y fortalecer la seguridad y la eficacia del sistema de justicia nacional. También intentan, en paralelo, atacar la razón de fondo que ha permitido el crecimiento del crimen organizado y su apoderamiento de los poderes y las policías municipales: el atraso económico, la falta de empleo e ingreso, la pobreza extendida. La vía escogida de establecer zonas económicas especiales, es inédita en México pero muy ensayada sobre todo en naciones emergentes de Asia.
Los retos son enormes, llevará tiempo instrumentarlos, y mucho más que den resultados.
Entretanto, el capital político del Presidente se ha desgastado aceleradamente en los últimos sesenta días, y la pregunta es si estará en condiciones de revertir ese proceso.
Por lo pronto, hoy se inicia su tercer año de gobierno, entre el control de daños luego de Ayotzinapa, y una ciudadanía molesta y desconfiada. ¿Recuperará el vuelo?