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El centenario de Carranza

El centenario de Carranza
Periodismo
Mayo 24, 2020 17:41 hrs.
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Carlos Manuel Valdés › guerrerohabla.com

Los 100 años del asesinato de Carranza pasaron casi desapercibidos debido a la pandemia. Una corona de flores del presidente Andrés Manuel López Obrador y del gobernador Miguel Riquelme, algunas entrevistas y escenas de películas de la época en que aparecía don Venustiano, y fue todo. El asesinato de los grandes dirigentes políticos era casi una diversión macabra: el peor, por la forma en que se dio, fue el de Francisco Y. Madero. La prensa lo hizo pedazos durante el poco tiempo que estuvo en el poder y luego, con el apoyo logístico y económico del embajador de los Estados Unidos, lo asesinó el traidor Victoriano Huerta. Y, por cierto, casi no se tiene memoria que en ese asesinato y golpe de estado se le haya reclamado al país vecino su crimen. (Entre paréntesis aclaro que puse el segundo nombre de Madero con y griega porque así aparece en su acta de bautismo ’Ygnacio’ además de que él mismo firmaba Francisco Y.)
Luego serían matados Villa, Zapata, Obregón, Ángeles, entre otros. Don Venustiano se distinguió en algo en que se parecía mucho a Madero, en ser testarudo. Ninguno de los dos aceptaba de buena gana opiniones externas si no correspondían con las que ellos hubieran expuesto. Los dos eran muy valientes y buenos jinetes. Ahorita no podríamos calcular lo que significaba montar a caballo cincuenta kilómetros seguidos, pero ellos lo hicieron muchas veces. También hay que decir que ambos eran muy ricos. Siempre se deja a Madero el adjetivo, pero los Carranza eran dueños de miles de hectáreas desde el siglo 19, fuera de que estaban, igual que Madero, dentro de las élites norestenses: relacionados con los militares y políticos de Nuevo León y Chihuahua, algunos muy nefastos.
Sobre Carranza se han escrito muchos libros. Destaco tres que en este momento vienen a mi mente: el de Javier Villarreal Lozano, que abarca la parte que se desconocía de la vida del héroe, la que sucedió antes de ser presidente; es muy buen libro. Lo escrito por Javier Garciadiego, que es tan minucioso que en él encuentra uno cada paso de Carranza día tras día, casi nada más le faltó decir a qué horas iba al baño. Una obra excelente (no es un libro sino varios). El tercero es el de Diego Valadés, exministro de Justicia, que presenta a un Carranza legislador y estadista; una mirada novedosa y profunda. Creo que son libros que todos deberíamos leer para conocer la historia nacional y de paso saber que Carranza y Madero promovieron un país distinto al que recibieron; mejor, por supuesto.
Acerca del contexto de los Carranza, desde don Jesús, quien nos muestra una historia interesante no tanto sobre la persona de don Venustiano sino sobre el noreste mexicano en que vivió (en lo político, lo económico, lo social) es José Luis García Valero. Éste, en dos de sus obras, una sobre historia de Coahuila, la otra sobre historia de Nuevo León, nos da los entresijos de los ricos coahuilenses, su racismo, sus crímenes y delitos (dedicaron muchos esfuerzos al contrabando con Estados Unidos; y se enriquecieron más). Añado que García Valero tiene una pluma envidiable.
Meto mi cuchara para decir algo que no he encontrado en los libros citados. Don Venustiano tenía informaciones sobre los sucesos de la revolución soviética. El gran revolucionario, Vladimir Ulianov, apodado Lenin, que era un lector incansable, dictó de inmediato, tras la toma del poder, una reglamentación sobre bibliotecas: estarían abiertas todos los días del año y darían servicio a todo ruso, aunque viviera en los montes Urales (aseguró que se enviaría gratuitamente, por correo, el ejemplar solicitado): la ’Biblioteca Lenin’ cuyo nombre se le impuso después de su muerte, tiene 25 millones de ejemplares. Según la UNESCO, durante alrededor de 30 años, Rusia fue el país más lector del mundo.
Al tomar el poder, Carranza propuso que las bibliotecas públicas abrieran no sólo todos los días del año, también día y noche. Él pensaba (con mucha razón) que algún desvelado, un obrero que sólo tenía tiempo los domingos o un obsesivo lector, tuvieran un lugar al cual ir a leer. El proyecto bibliotecario-carrancista fracasó, como fracasan todos los buenos proyectos en México.


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