Opinión

El Evangelio según San Melquiades

El Evangelio según San Melquiades
Periodismo
Marzo 12, 2018 21:29 hrs.
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Armando Fuentes Aguirre ’Catón’ › guerrerohabla.com

Ningún cura hacía huesos viejos en la parroquia de aquel pequeño pueblo. En la sede de la diócesis nadie sabía por qué. Yo sí lo sé. Y también lo sabía el pobre el párroco que, como todos, a petición de los vecinos, iba a salir de aquel lindo lugar para dejar su sitio a un nuevo cura.

Llegó éste, y preguntó al cesante cuál era la razón de que los comarcanos no permitieran que ningún sacerdote durara más de unos cuantos meses en el pueblo. Mientras hacía su equipaje el cura saliente le explicó:
–Mire, padre: aquí todos los vecinos son buenos católicos, gente de mucho bien y poco mal. Son de natural pacífico, amables, bondadosos. Y son humildes, poco ilustrados, pues no necesitan más ciencia que la de cultivar la tierra y esperar la lluvia que nos envía Dios. Pero hay entre ellos un hombre revolvedor e inquieto. Tampoco él es de mala fe, pero se cree más sabio que los otros, y todos lo tienen en alta estimación. No sabe nada ese buen hombre; sin embargo, cree que todo lo sabe y no admite que pueda haber alguien que sepa más que él. A mí me dijo que en mis sermones nunca paso de cuatro evangelistas, Mateo, Marcos, Lucas y Juan, y que aun de esos cuatro libros sólo alcanzo a decir: capítulo 2, versículos del 6 al 15, así. No sé qué espera el criticón, el caso es que tan pronto empezaba yo a hablar él comenzaba a mover la cabeza con desaprobación, y al verlo todos se salían, y ahí va la carta a Su Excelencia, el señor Obispo, con las firmas pidiendo mi renuncia y el envío de otro cura.

Se quedó el recién llegado meditanto todas esas cosas y tratando de dar con el intríngulis de la cuestión. Al día siguiente se presentó a decir su primer sermón. Subió al púlpito y pronto descubrió, sentado en la primera fila y mirándolo con expectantes ojos críticos, al sabihondo del pueblo, según se lo había descrito su colega. Sin verlo se dirigió a todo la congregación:
–Lectura del Santo Evangelio según San Melquiades; capítulo 50 mil 554, versículos del 781 al 922.
Una expresión atónita se dibujó en el rostro del sapiente. Jamás había oído hablar del Evangelio de San Melquiades, ni sabía que tuviera más de 50 mil capítulos, todos con tal abundancia de versículos.La feligresía entera fijaba la mirada en él, esperando su señal acerca de la calidad del nuevo cura. La expresión de asombro se convirtió en otra de admiración. Volvió la vista el sabio a la asamblea e hizo movimientos afirmativos de cabeza como hacían en las películas mexicanas los señores de edad cuando empezaba a cantar Pedrito Infante, para significar con gesto aprobatorio que lo hacía bien. En ese momento supo el nuevo cura que había triunfado del enemigo malo, y que podía volver a la ortodoxia, pues tenía asegurada su permanencia en aquella pingüe parroquia, que tan buenos estipendios rendía a quien la servía bien.

De este cuentecillo, perteneciente a la más vieja tradición eclesial, derivo una enseñanza. Hay quienes creen que la sabiduría consiste en saber muchas cosas. Se equivocan. La verdadera sabiduría consiste en saber lo que necesitas, y en aplicar ese conocimiento en el momento justo. Lo demás es oropel; vana sabiduría de las que condena el Kohelet.

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