El historiador, el filósofo y los indígenas


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El historiador,  el filósofo y los indígenas
Periodismo
Noviembre 29, 2019 20:33 hrs.
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Rodolfo Villarreal Ríos › guerrerohabla.com

Analizaban lo referente a si era justo o no que se diera preferencia a los indígenas sobre los mestizos, ambos en condición de paupérrimos, a la hora de otorgarles las dadivas, disfrazadas de apoyos. De pronto, para nuestra sorpresa, nos encontramos con que ambos personajes, uno historiador y el otro filósofo apuntaban que las condiciones de marginalidad en que viven los indígenas era responsabilidad del estadista Benito Pablo Juárez García y le encasquetaban el sambenito de represor de indígenas, renegado y hasta de andar tratando de implantar políticas que, decía el filósofo, ya para su tiempo estaban fuera de sitio. Pareciera como si repentinamente ambos personajes, muy afamados en su entorno y en los medios, hubieran sufrido un ataque súbito de pérdida de memoria, además de mostrar por donde surcan sus fobias. Sobre este tema habremos de tratar en esta ocasión.
De entrada, para mostrar cuan anti indigenista era el estadista Juárez, el historiador soltó que era necesario recordar como siendo gobernador mandó incendiar el pueblo de Juchitán. Así, fuera de contexto, y sin mayores detalles, pues cualquiera dice: ’efectivamente este era un desgraciado renegado enemigo de su raza.’ Ya en plena carrera, mencionó que el estadista oaxaqueño ni siquiera se asumía como indígena en lo personal. O sea, para que no hubiera duda, se trataba simplemente de un renegado. Afiebrado, el historiador emitió un juicio sumario ’Lucas Alamán era más indigenista que Juárez.’ Con el burel ya en suerte, el filosofo no quiso quedarse atrás y entró a la arena y afirmó que las políticas que Juárez intentaba poner en práctica con los indígenas estaban ya fuera de moda inclusive en el Siglo XIX. Para que no quedara duda de que iba por todas las uvas, el filosofo invadido de una perdida de memoria amplia, soltó con que había llegado el tiempo de empezar con el pago de reparaciones, sin decir quien se haría cargo de ellas, por todo el daño que se les había causado a los indígenas en el pasado. Desafortunadamente, para ellos dos, se les termino el tiempo-aire y no pudieron continuar con su gesta en pro de sustentar la tesis de que las condiciones paupérrimas en que viven muchas de las comunidades indígenas actualmente tenía sus orígenes en los errores cometidos por el estadista Juárez García a la hora de instrumentar sus acciones de política respecto a los nativos de este país. Tras de observar aquella perorata, este escribidor Juarista-Elíascallista empezó a recordar lecturas y decidió ir a revisarlas para poder comentar respecto al tema con mayor precisión.
Estamos ciertos que el historiador conoce bien como estuvieron las cosas, pero se le olvidó en donde estaba y decidió dejar de lado la careta para de paso quedar bien con su amigo el filósofo y se embarcó para ’denunciar’ el anti- indigenismo de Juárez. Seguramente sufrió un lapsus y no recordó que cuando, en 1834, los indígenas vecinos de la población de Loxicha acudieron a Juárez para que los ayudara a defenderse ante un tribunal eclesiástico de un cura quien les exigía pagos fuera de lo establecido. Por andar metiéndose en esos asuntos sacros, Juárez fue encarcelado en Miahuatlán. Posteriormente, cuando ocupaba, por vez primera, el cargo de gobernador de Oaxaca acudió al Congreso estatal para presentar su informe de actividades el 2 de julio de 1848, en una parte de dicho documento, reproducido por Moisés Jaime Bailón Corres en ’El gobernador y los derechos de los pueblos indígenas. Benito Juárez en Oaxaca, (CNDH, 2013)’ se lee: ’Desde antes del establecimiento del sistema federal, los pueblos del estado han tenido la costumbre democrática de elegir por sí mismos a los funcionarios, que con el nombre de alcaldes y regidores cuidaban de la policía, de la conservación de la paz y de la administración de los fondos comunales. Esta costumbre benéfica fue robustecida por el sistema federativo, otorgándose a los pueblos la facultad de elegir a los miembros de sus ayuntamientos y repúblicas, y reglamentándose las obligaciones y derechos de estas corporaciones. Por este motivo, el sistema republicano, representativo, popular, federal fue bien recibido por los pueblos del estado, y el sistema central, que abolió aquellas corporaciones, causó un disgusto universal, que contribuyó a la caída de ese sistema que nos fue tan fatal. Restablecida la Federación, los pueblos han recobrado no sólo sus ayuntamientos y repúblicas, sino el derecho de elegirlas conforme a sus antiguas costumbres, quedando así organizada la administración local…’ Asimismo, por esos tiempos, Juárez emite disposiciones diversas para convertir rancherías en pueblos cuyos habitantes estuvieran en condiciones de elegir a sus propias autoridades. Pero vayamos a la afirmación, sin dar mayor contexto, del historiador acerca de que Juárez era un enemigo de los indígenas, solamente le faltó afirmar que el guelataguense sacó la flauta de carrizo para ejecutar melodías y, cual Nerón, mandó incendiar la comunidad de Juchitán.
Respecto a lo anterior, en ’Juárez en la Historia de México.’ (Porrúa, 2006), la historiadora Patricia Galeana resume lo que aparece en el volumen uno de ’Benito Juárez. Documentos, discursos y correspondencia’ recopilado por Jorge L. Tamayo. La doctora Galeana apunta: ’Como gobernador de Oaxaca [Juárez] enfrentó el conflicto de Juchitán que venía de tiempo atrás y se debía al uso de las salinas, que era de competencia federal. Se mezclaron tendencias separatistas, contrabando y actos delictivos, la autoridad de Tehuantepec pidió ayuda, hubo un enfrentamiento con la autoridad y un incendio (1850). Juárez fue atacado por ello desde el gobierno federal, dio las explicaciones pertinentes para aclarar tales sucesos en la legislatura local.’ Como esto pudiera parecerle a alguien simplemente enunciativo, recordando las recomendaciones de nuestros profesores, nos fuimos a revisar las fuentes en las cuales Bailón Corres sustenta sus escritos, específicamente lo recopilado por Ángel Pola y lo escrito por Justo Sierra. Una vez confirmada la información, nos permitimos reproducir el texto recopilado por el primero de los tres. ’En su primera etapa como gobernador [Juárez] sofocó varios levantamientos en el istmo de Tehuantepec. Encabezados por José Gregorio Meléndez, conocido como ’Che Gorio Melendre’, quien había sido soldado de Santa Anna en algún momento, los juchitecos y otros pueblos istmeños reclamaban el usufructo de las salinas que consideraban propiedad comunal, mismas que habían sido concesionadas por el gobierno a un español de apellido Echeverría. También buscaban la separación del estado de Oaxaca, buscando convertirse en territorio dependiente de la Federación, cosa que consiguieron por breve tiempo, aprovechando las coyunturas de conflicto entre el centro y el estado regional.’ Por supuesto que los malquerientes de Juárez podrán decir que ’un gobernador indio se enfrentaba a un movimiento indígena dirigido por otro indio, ’Che Gorio Melendre’, que desafiaba la autoridad del gobierno del estado y además buscaba la división del estado. Las salinas que habían pertenecido al Marquesado del Valle, y por ello a los descendientes de Hernán Cortés, habían sido declaradas propiedad del estado, después de la expulsión de los españoles; de ahí la defensa del gobernador de esos bienes que habían sido concesionados a un particular que le proporcionaba ingresos a la hacienda pública.’ Al respecto, Bailón Corres cita lo escrito por Justo Sierra quien anotaba: ’Considero que Juárez no lo hizo como confrontación en contra de la realidad indígena, sino también inspirado en esa sorda vocación del peso de la autoridad india. Juárez siempre defenderá la predominancia de las autoridades constituidas…’ Sí se desea revisar al detalle la postura de Juárez y sus explicaciones nada como revisar sus informes al Congreso de Oaxaca realizados entre 1848 y 1852.
En lo que no tuvo éxito Juárez fue en su política de desamortización de bienes comunales de las tierras indígenas cuyo objetivo era hacer de los nativos pequeños propietarios y por consiguiente generadores de riqueza alejados del paternalismo gubernamental. Muchos vivales se aprovecharon de las condiciones y terminaron por dar al traste con los buenos propósitos. Sin embargo, eso en nada desmerece el objetivo primordial del zapoteca quien buscaba eliminar entre los indígenas la ignorancia, la superstición, la abyección moral y el alcoholismo. Estaba consiente de que mientras prevalecieran esas condiciones, los nativos no podrían integrarse como parte activa y productiva de la nación mexicana. Por lo que concierne a que Juárez no se asumía como indígena, por supuesto que no lo hacía. ¿Acaso esperaba el historiador que Juárez hubiera andado por todos lados con la cantaleta de que ’soy indito y buenito’ para que todos le tuvieran un poco de piedad y lo aceptaran? Eso es de abyectos. Juárez se asumía como mexicano ilustrado y en base a ello aceptaba el reto de igual a igual y no permitía que sus orígenes ni su honorabilidad fueran motivo de escarnio. Ejemplo de lo primero es su relación ríspida con quien fuera la mente mas brillante de la generación de los HOMBRES DE LA REFORMA, Juan Ignacio Paulino Ramírez Calzada, El Nigromante. Por lo que concierne a lo segundo, debe recordarse la anécdota de que en una ocasión Juárez se encontraba fumando un puro y, al verlo, se le hizo fácil al santo laico de la REFORMA, Melchor Ocampo decir: ’Indio que fuma puro, ladrón seguro.’ Ante ello, Juárez respondió: ’Lo primero no lo niego, pero lo segundo jamás lo aceptare…’
Cuando el historiador mencionó que [Lucas Ignacio] Alamán [y Escalada] había sido mas indigenista que Juárez seguramente estaba pasando por un periodo de esos en que la mente se queda en blanco como preludio de algo mas serio por venir. Seguramente olvidó que el padre del conservadurismo mexicano, quien terminó de ideólogo de Antonio de Padua María Severino López de Santa Anna y Pérez de Lebrón, estuvo siempre en favor de un gobierno centralista ejercido por una oligarquía y la preservación de los privilegios a las clases poderosas. Respecto a cuan acendrado era el indigenismo, o su consideración hacia quienes no fueran españoles, de Alamán, recordemos que este guanajuatense preocupado por el bienestar de los nativos decía: ’Seria peligroso poner a los indios en un estado de entender los periódicos.’ Asimismo, consideraba a los indios una nación completamente distinta que, no obstante, sus concesiones coloniales miran a todos con odio y desconfianza. Pero ahí no paraba su aprecio por los morenos. Conforme se oscurecía la tonalidad epidérmica aumentaba el tono de sus comentarios cuando suponía que la sangre negra era la que contaminaba de infamia a todas las demás. Asimismo, se lamentaba de que se haya otorgado la libertad de los esclavos "sin disponer nada acerca de los dueños de éstos. Modo fácil de hacer leyes dejando aparte todo lo que está relacionado con la justicia de su ejecución.’ ¿Alguna duda de que Alamán era más indigenista que Juárez? Vayamos al filósofo.
Cuando afirmó que los esfuerzos de Juárez por integrar a los indígenas a la nación mexicana estaban fuera de moda, seguramente olvidó que eso no son asuntos de moda. Además, debería de haber recordado que entonces Juárez buscaba construir una nación, lo que teníamos era un conglomerado de feudos. El oaxaqueño, ya lo mencionamos líneas arriba, no se asumía como indígena sino como mexicano y quería que todos los habitantes, independientemente de sus orígenes étnicos-genéticos, tomaran una postura similar. Nunca sería factible consolidar la patria si se vivía bajo el estigma de que unos eran diferentes que otros simplemente por sus raíces y no basado en la capacidad de cada uno. Nada de falsas teorías igualitarias, excepto aquellas que implican la equidad en las oportunidades acorde a las condiciones inherentes en lo particular. Seguramente para el filosofo lo mejor era adoptar una política como la que llevó a la practica el caudillo de la paz (de los sepulcros) José de la Cruz Porfirio Díaz Mori quien, sin negarle sus aciertos en materia de crecimiento económico, implantó una política pésima en relación con los indígenas.
Porque ni modo que el filósofo nos diga que no conoce acerca de John Kenneth Turner y su libro ’México Bárbaro.’ Ni mucho menos podría afirmar desconocimiento que dicho volumen se deriva de una serie de artículos, acompañados por fotografías, que Turner publicó originalmente, entre noviembre de 1909 y abril de 1910, en la revista ’The American Magazine.’ A lo largo de esos escritos nos reseña la forma en que, desde finales del siglo XIX, los indígenas yaquis rejegos a someterse a las políticas ‘benefactoras’ del régimen de Díaz eran sometidos por la fuerza para posteriormente, a razón de 65 dólares por cabeza, ser transportados a Yucatán, Campeche y Tabasco para que allá les dieron empleo pleno sin descanso, de sol a luna, en las fincas henequeneras propiedad de la casta divina engendrada bajo el gobierno del héroe del 2 de abril. Allá, los yaquis, en un promedio de 500 por mes, se unían a otros indígenas, los mayas quienes ya ‘disfrutaban’ del encasillamiento. Si bien los yaquis quienes estaban casados eran acompañados por sus esposas, una vez que se encontraban allá los separaban y ellas eran obligadas a casarse con chinos o con indígenas mayas. Asimismo, las nativas jóvenes estaban expuestas a la vejación que se le ocurriera al ’patrón’ o a los hijos de este según el antojo que tuvieran de practicar sus artes amatorias. Una ’bella’ forma de integrar a los indígenas a la sociedad castiza. Seguramente eso si pudiera parecerle de moda al filósofo y no aquella que promovía Juárez.
Pero nada de eso existía a los ojos del presidente Diaz Mori. El 5 de febrero de 1906, realizó una visita a Yucatán, entonces gobernado por su amigo Olegario Molina. Cuando llegó todo era fiesta y esplendor. Ante ello, el otrora guerrero de la REFORMA, inmerso en el afrancesamiento, declaró: ’Algunos escritores quienes desconocen el país, quienes no han visto, como yo, a los trabajadores han afirmado que en Yucatán existe la esclavitud. Esas afirmaciones son una calumnia grotesca como lo muestran las caras felices de los trabajadores generadas por su felicidad. Aquel que es un esclavo necesariamente luce muy distinto a estos trabajadores que he visto en Yucatán…’ Le habían armado la escenografía y don Porfirio ni en cuenta, o bien no quiso percatarse, de aquello. En su gobierno no solamente en el sureste, sino también en Valle Nacional en Oaxaca, la esclavitud era rampante y de ella se benefician un sinfín de sus allegados. Pero volvamos a los dichos del filósofo.
Investido en calidad de justiciero moderno, clamó que era la hora de empezar a pagar las reparaciones a los habitantes de los pueblos indígenas. Notemos que siempre mantuvo considerarlos como una parte separada de la población y no simplemente como mexicanos. Lo que nunca nos dijo era a quien específicamente se le resarcirían de daños y quien debería de pagarlos. Nosotros nos quedamos pensando: ¿Sería el estado mexicano, acaso el responsable del ejecutivo en cada momento o bien habría que llamar a cuentas a los familiares de aquellos que obtuvieron ganancias derivadas de actos deleznables y quienes hoy circulan como usufructuarios de las utilidades? Desde nuestra perspectiva, fieles al precepto Juarista, la única forma de resarcir a las comunidades indígenas es integrándolos como entes productivos a la vida de la nación. Mientras se les mantenga como aislados, solamente se logrará que vivales sigan haciendo del indigenismo su modus vivendi como ha sucedido a través de los tiempos, mientras que los nativos continúan inmersos en un estado paupérrimo.
Por cierto, si usted se ha preguntado quienes son el historiador y el filósofo, le diremos que se trata de Héctor Aguilar Camín y Javier Tello Díaz quienes hace unos días exponían su perspectiva en el programa ’La Hora de Opinar’ conducido por Leo Zuckermann Behar. vimarisch53@hotmail.com
Añadido (1) Lo que siempre hemos afirmado, la política exterior debe de estar en manos de los profesionales de la diplomacia sazonados en los asuntos externos. Ya vemos lo que sucede cuando aprendices están al frente.
Añadido (2) Tras del éxito en Argentina de los Fernández, el numero uno operando como palafrenero de la dos, los fracasos para la izquierda latinoamericana se hilvanan. En Bolivia, Evito salió corriendo. En Uruguay, los ciudadanos se hartaron de Tabaré y todo lo que representaba, de manera ordenada optaron por Lacalle. En Brasil, a Lula cada vez le pesa más el bolsón repleto de condenas en contra. En Venezuela, Maduro ya luce podrido mientras organiza intentos de asonadas, ¿con dinero chino? en Chile y en Colombia. En Ecuador, a Correa no le alcanzó el lazo para ejecutar la asonada. En Nicaragua, Ortega en lugar de caudillo resultó un cadillo que, cada vez más, encona a sus paisanos. En Cuba, la revolución castrada sigue colgada del cuento viejo del bloqueo. En realidad, ninguno de ellos es de izquierda, son una partida de estafadores hambrientos de poder.
Añadido (3) Por fin, hemos dado muestras de que ya no estamos sujetos a lo que suceda en los Estados Unidos. Mientras en ese país la economía luce boyante, nosotros estamos inmersos en la recesión económica. Por fin, hemos logrado la independencia. Hemos sido capaces de meternos en una crisis económica sin la ayuda de nadie.
Añadido (4) Nuevamente, las feminazis causaron desmanes y no hubo autoridad capaz de frenarlas. Volvieron a enviar, en calidad de carne de cañón, a las empleadas del gobierno capitalino sin experiencia en asuntos de seguridad para que resguardaran la marcha. Eso sí, la autoridad responsable terminó declarando que pudieron haber sido muchos mas los destrozos, cuanto alivio.


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