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El Juego de las Disculpas -historia-

El Juego de las Disculpas -historia-
Arqueología
Octubre 18, 2020 21:17 hrs.
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R. Antonio Huerta Paniagua. › Divergencias Informativa

Recientemente el Gobierno Mexicano ha estado insistiendo en que algunas naciones le pidan una disculpa a México por diversos agravios en el pasado, principalmente a España por el ’Descubrimiento’ de la hoy América, la supuesta ’Conquista’ de México (país que aún no existía) por parte de Hernán Cortés (como si él solito, solito y solito, y sus insignificantes 400 o 600 españoles la hubieran consumado), en fin. También por la etapa histórica de La Colonia, el prácticamente régimen esclavista establecido en ésta, etcétera.

También, se dice que el Gobierno de México ha estado pidiendo que el Estado Vaticano se disculpe por la destrucción de las culturas prehispánicas: las creencias, la idiosincrasia, los antiguos dioses, los templos y demás. El catálogo sería abundante.

Es curioso que estas peticiones se hagan a estados que están muy lejos de nuestra patria, allá en Europa, y con relativamente muy poca importancia económica, comercial y política para México, y me refiero con esto último a la posibilidad de que esos países incidan directamente en nuestra política interna, incluso con órdenes directas. Aunque sí represente el manejo mediático de estas peticiones de disculpas para el Gobierno Mexicano una alta rentabilidad política.

A los seguidores y adherentes del actual gobierno, que por lo general desconocedores de la historia de lo que hoy son los Estados Unidos Mexicanos, les emociona y se solazan al escuchar que el Gobierno de México les está pidiendo se disculpen esos ’gachupines’ y ’ensotanados’ por todo lo malo que les hicieron a ’nuestros antepasados’. De igual manera… Mmm… ¿Cómo referirme a ellos? No deseo ofender a nadie. Bueno, los muy pero muy nacionalistas y arraigados en un pasado histórico anterior a 1521 o 1492; al igual que los muy ’indigenistas’, supremacistas y enaltecedores de toda etnia nativa (natural de estas tierras), están de acuerdo con que esos países o estados ’nos’ pidan disculpas por todo lo malo hecho por ellos. Y no calificaré si están en lo correcto o no, son libres de pensar como quieran, y se les respeta. Sólo espero que así sea con estas letras.

Pero antes de continuar con este juego (juego político), abramos un paréntesis y hablemos primero de la identidad, aunque sin entrar en detalles al respecto; solamente teniendo en cuenta que en general la identidad es el conjunto de características o rasgos propios con los que evidentemente se identifica o distingue una persona, a una comunidad o a los habitantes de una nación. Estos rasgos caracterizan al individuo o a la colectividad frente a otros grupos de personas y los diferencian. Personalmente, la identidad puede variar o modificarse según la educación (la cultura e idiosincrasia), las vivencias, las experiencias, e incluso la edad; y así, la identidad es la conciencia que un individuo tiene de sí mismo y lo convierte en alguien distinto a los demás. Y aunque muchos rasgos que conforman la identidad son hereditarios o innatos, el entorno presente e histórico ejerce gran influencia en la conformación de la especificidad de la persona e incluso de la colectividad. En este sentido, la idea de identidad se asociada con algo propio, con una realidad interior que puede quedar oculta tras actitudes o comportamientos que, en realidad, no tienen relación con la persona.

En este tenor y en término muy generales, casi todos los mexicanos o buena parte de ello se identifican con el siguiente esquema:






Cuando se habla de la mexicanidad o de lo que nos identifica como mexicanos y se hace referencia a nuestros orígenes, se habla de que descendemos de los aztecas o que los aztecas son nuestros ancestros. Y en el esquema se anota ’aztecas’ dentro de un recuadro continuo y grueso con las letras más grandes, mayúsculas y arriba de los ’españoles’, que está dentro de un recuadro punteado y delgado, con las letras más chicas, minúsculas y abajo, porque en las eufóricas manifestaciones de ’nuestra’ identidad se adopta en el discurso a lo azteca como lo superior, lo más importantes e incluso lo más directo en cuanto a estirpe. Y a lo español, a pesar de rechazarlo, pues ahí se encuentra y ni modo, pero como que abajo, subyacente, en mucho menor importancia, debajo de lo azteca, porque lo que está arriba en el imaginario colectivo es ’más’ y lo que está abajo es ’menos’, y está con recuadro punteado y línea punteada queriendo negar –sin poder lograrlo– parte de nuestra estirpe, parte de nuestra herencia, parte de nuestra historia y parte de nuestra cultura. ¡Pero ahí está!

Y hay otros ’peros’ más. Sin entrar en detalles históricos, es común creer que los términos ’azteca’ y ’mexica’ son sinónimos que aluden a la civilización que habitó lo que fuera Tenochtitlán, y no es así. Resulta que el término azteca significa ’gente de Aztlán’ o ’la gente que vino de Aztlán’, que se traduciría como ’lugar de garzas’ o ’lugar de blancura’; y nadie sabe con certeza en donde está (en California, Jalisco o Nayarit); y mexica significa ’gente de México’. De Aztlán salieron paulatinamente siete tribus nahuatlacas: los tepanecas, que se establecieron el Azcapotzalco; los xochimilcas, en Xochimilco; los chalcas, en Chalco; los acolhuas, en Texcoco; los tlaxcaltecas, en Tlaxcala; los tlahuicas, en Cuernavaca; y los aztecas, que se separarían de un grupo y cambiarían su nombre por el de mexicas, se establecerían finalmente en un islote del Lago de Texcoco.

Los aztecas que dejaron Aztlán vagaron por muchos años y primero se establecieron en Coatepec (Colina de la serpiente), cerca de Tula. Ahí construyeron una ciudad y vivieron por muchos años. Pero surgió una disputa. Algunos aztecas, los que seguían a Huitzilopochtli, querían seguir migrando; y otros, los seguidores de Coyolxuahqui, deseaban quedarse en Coatepec. En la consecuente batalla los seguidores de Huitzilopochtli ganaron y cambiaron su nombre por el de mexicas. Así que, los mexicas son los aztecas que se separaron de los otros aztecas que se quedaron en Coatepec. Los mexicas guiados por Huitzilopochtli, partieron hacia el Sur y fundaron la ciudad de Tenochtitlán o México.

Por lo tanto, si bien los aztecas son el antecedente de los mexicas, son dos culturas distintas que la historia sitúa en diferentes tiempos y espacios; además, llegaron a contar con aspectos culturales totalmente opuestos. De esta forma, sentirse casi exclusivamente descendiente de los aztecas, es reconocer como ancestros a los habitantes de Aztlán, o a los que se quedaron en Coatepec.

El término ’mexica’ prevaleció en buena parte gracias a Hernán Cortés, ya que en sus Cartas de Relación mencionaba siempre: ’los mexicas’, ’los de México’ o ’los mexicanos’. Fue hasta 1810 cuando el gentilicio se disipó y dio cabida erróneamente de nuevo al término ’azteca’. Luego apareció la obra del explorador Alejandro von Humboldt: Vistas de las Cordilleras y Monumentos de los Pueblos Indígenas de América, en donde la palabra ’azteca’ es reiteradamente aplicada a los antiguos habitantes de Tenochtitlán; y la preferencia de Humboldt por este equivocado denominativo fue luego replicada por otros autores europeos. Así fue como se favoreció el término ’azteca’ que tanta confusión ha causado hasta el presente.

Con estas aclaraciones el esquema original pudiera migrar hacia el siguiente; y aunque en la psicología subyacente del mexicano siga persistiendo la supuesta ’superioridad’ de los mexicas por sobre los españoles, que, aunque a muchos los apena ya sería un avance en cuanto a la definición de la mexicanidad.






Pero no se piense que aquí terminan las cosas en cuanto a la identidad del mexicano actual. Creer o pensar que solamente los mexicas son ’nuestros’ antepasados, nuestros ’indios’ (aunque muchos los repudien o los/as policías les quiten a las ’marías’ sus mercancías que venden en la vía pública y las golpeen, etcétera), es negar la existencia de otras culturas prehispánicas, de otros pueblos anteriores y contemporáneos de los mexicas.

En lo que se ha dado por denominar Mesoamérica la historia registra como pioneros de la cultura en el Periodo Preclásico (2,300 a. de C. a 0) a los olmecas; luego, en el Clásico (0 a 900 d. de C.) a los teotihuacanos, mayas y otros; y finalmente, en el Postclásico (900 d. de C, a 1521) a los toltecas y por supuesto que a los mexicas. Y entre esas culturas mayores: Cuicuilco, acolhuas (texcocanos), tlaxcaltecas, totonacos, mixtecos y zapotecos, tarascos, huicholes y muchos otros más. La pregunta obligada entonces sería: ¿Qué estos otros pueblos prehispánicos no son acaso también ancestro del mexicano actual?...

Y en Aridoamérica, ¿qué hay con los yaquis, los mayos, tarahumaras, pápagos y hasta apaches?... ¿Que no son estos pueblos también ’nuestros’ ancestros?... Porque al igual que las culturas de Mesoamérica ya existían desde antes de la llegada de los españoles.

Que queden estas cuestiones sólo como preguntas no tanto para encontrarles respuesta, sino para su reflexión. Volvamos ahora a la mal llamada ’Conquista’ de México, y es que México como hoy lo conceptuamos aún no existía. No obstante, la historia convencional afirma que fueron los españoles y sus huestes los que consumaron la ’conquista’ de México. Así que primero, quienes era los españoles; y segundo, qué cosa eran sus ’huestes’.

En la historia se habla de los españoles como algo acabado y muy concreto. Para los que se desgarran las vestiduras y se dan golpes de pecho de mexicanidad, era gente que vivía en España (allá en Europa), que llegaron a América, que destruyeron las culturas que aquí había y luego en La Colonia se dedicaron a explotar los recursos naturales de este Nuevo Mundo. Y en parte fue cierto, pero no es todo el escenario.

De manera rapidísima: Se sabe que en España ya había hombres viviendo en cavernas desde hace unos 35,600 años; y hace como 14,000 años esos hombres dejaron magníficas pinturas rupestres en el interior de esas cuevas (Altamira, por ejemplo). Luego, la península fue colonizada desde el Sur, de África, por los iberos; y por el Norte arribaros los celtas, y ambos grupos formaron los celtiberos. Posteriormente en el Siglo XI a. de C. llegaron los fenicios y en el VIII a. de C. los griegos. Ambos establecieron colonias y también se mezclaron con los nativos de la península.

Más tarde, entre el año 218 y el 19 a. de C., los romanos invadieron y ocuparon la península, que ya tenía para entonces el nombre de Hispania. Pasan los años, cae el imperio romano e Hispania, alrededor del 409 d. de C., es ocupada por los vándalos y los visigodos (tribus germánicas); después, en el 711 d. de C., inician los musulmanes la invasión de España hasta que, en el año de 1492, después de casi ocho siglos, son expulsados de la península por una coalición de varios reinos cristianos. En esos años había en España una población importante de judíos. Todos esos pueblos de alguna manera se mezclaron; y estos son los españoles que llegaron a lo que hoy es América.

Ahora veamos qué cosa o quiénes eran las famosísimas huestes de Hernán Cortés. Como se anotó al principio, es ridículo pensar que un pequeño puñado de españoles por sí solos derrotaran al poderoso y extenso uei tlatocayotl mexica. Para ello, contaron con poderosos aliados, sus huestes. Cuando arribó Cortés a tierras de lo que sería Nueva España y luego México, se dio cuenta de que había muchos pueblos nativos que estaban sojuzgados por los mexicas. Estos pueblos sometidos odiaban a los mexicas, los repudiaban y a la vez les temían; pero estaban dispuestos a revelarse contra ellos. En ese escenario, Cortés, de manera inteligente y muy hábil, amalgamó y canalizó ese odio, ese rencor, ese coraje, contra los mexicas. Así, se le unieron primero los totonacos, luego los tlaxcaltecas (enemigos jurados e irreconciliables de los mexicas); después, parte de los texcocanos, los seguidores de Ixtlilxóchitl II. De esa forma conformó un poderoso ejército de miles y miles de naturales, de nativos, de ’indios’. Y estos fueron los que conformaron sus huestes, sin las cuales hubiera sido imposible derrotar a los mexicas. Tan importantes fueron estas huestes, que muchos historiadores han afirmado que ’la conquista la hicieron los indios y la independencia los españoles’.

Esto representaba un problema para la historia oficial empeñada en infundir y crear un nacionalismo en el pueblo mexicano presentando una versión en blanco y negro, de buenos y malos, en donde los buenos pues habían sido los ’aztecas’ y los malos los españoles. ¿Cómo presentar a otros ’indios’ como malos y del lado de los malos?... Así que se acudió al término ’huestes’ que no define ni identifica a nadie. Asunto arreglado.

Por otra parte, en ese proceso de ’conquista’, que realmente fue de guerra contra los mexicas, en 1520 llegó a la Vera Cruz Pánfilo de Narváez, quien traía a un esclavo negro de nombre Francisco Eguía, y el cual venía enfermo de viruela. Esta enfermedad se diseminó rápidamente entre la población nativa y causó gran mortandad. Esta enfermedad, más las masacres causadas por la hueste de Cortes entre la población mexica, casi los extermina. De tal forma fue que los sobrevivientes de esa aventura, ’nuestros’ ancestros nativos, ’nuestros’ indios, mayoritariamente fueron los vencedores, esto es, los guerreros de las huestes de Hernán Cortés.

Acabada esa guerra e iniciada la fase de ’Las Expediciones Tierras Adentro’ para crear lo que sería Nueva España y la etapa de la historia conocida como La Colonia, empezaron a llegar otros españoles, judíos (sefaraditas principalmente) y más negros. De esta forma el esquema originalmente propuesto para tratar de definir la identidad del mexicano contemporáneo se expande y da un gran salto cualitativo, y sería el siguiente:





















En éste, todas las letras están del mismo tamaño, indicando en la constitución de la identidad del mexicano que todas las culturas fueron y son iguales de importantes, ni una más que otra. Y con respecto al orden y acomodo, no se quiere indicar que unas culturas sean superiores a otras por estar arriba, es un simple arreglo esquemático y cualquier cuadro pudiera estar arriba o abajo. E igual, el orden de los nombres de las culturas no implica supremacía alguna, se trató más o menos de seguir un ordenamiento con base en su aparición en la historia.

Por otra parte, y muy importante, con estos nombres no se hace referencia exclusiva a una estirpe o a una línea genealógica, sería racista si así fuera. Se contempla aquí todo el bagaje cultural que a esos pueblos los caracterizó y que finalmente llegó a los mexicanos y ha contribuido a conformar su identidad. Así que, ’el mexicano’ o ’lo mexicano’, no es algo tan simple como para que alguien quiera imponer que las cosas son en blanco y negó o solamente como buenos por un lado y malos por el otro.

El Doctor Miguel León–Portilla (22 de febrero de 1926 – 1 de octubre de 2019), filósofo, historiados, experto en materia del pensamiento y la literatura de la cultura náhuatl, autor de Visión de los Vencidos y otras obras, decía: Si un mexicano odia lo español, se odia a sí mismo.

Lamentablemente, hay ahora en México gentes encumbradas que tanto y a tantos odian, que hasta a sí mismos se odian.

Con este panorama regresemos ahora al juego de las disculpas y lo primero que salta es la incógnita: ¿Quién se disculparía con quién?

¿Esas ’huestes’ de Cortés, de indígenas originarios, tendrían que disculparse con los casi nulos descendientes de los indígenas mexicas, o solamente bastaría con que se disculpen los españoles, con los cuales eso indígenas se aliaron?... Así, que vayan preparando algún discurso convincente los totonacos, los tlaxcaltecas, los texcocanos (y aquí en el municipio de Texcoco, los de los pueblos de las Montaña), los tarascos que se mantuvieron al margen en esas guerras. En fin, habría que preparar primero un escenario en donde mexicanos se disculpen con otros mexicanos.

¡Ah!, y el negro aquel, el que ’nos’ trajo la terrible viruela. ¡Que se disculpe también! Pero como la mayoría de los españoles de aquellos tiempos, falleció hace como unos 490 años (2020 - 1521 = 499). Pero ahí está África y de acuerdo con la historia de la esclavitud, los musulmanes del Noroeste de África, de lo que hoy es Marruecos, el Norte de Argelia, Sahara Occidental y hasta de Túnez, comerciaban con los españoles y principalmente con los portugueses, vendiéndoles esclavos negros capturados principalmente en lo que actualmente es Senegal, Gambia, Guinea Bissau, Guinea, Sur de Mali, Sierra Leona, Liberia, Costa de Marfil, Burkina Faso, Ghana, Togo, Benín, Sur de Níger, Nigeria y hasta Camerún. Haití, en el Caribe, se creó de negros que se rebelaron contra Francia; y el vudú y la santería, que tanto seducen a cierto sector de la población mexicana, los trajeron esos negros. Es más, algunos autores llaman a los negros ’nuestra tercera raíz’.

Pues bien, ahí hay una buena lista de países a los cuales se les pudiera también solicitar ’nos’ pidan una disculpa. ¡Ah!, pero en eso años ninguno de esos países existía. No importa, tampoco existía México como país.

Siguiendo pensando que esto es un juego; trasladándonos al pasado, la historia consigna que el 12 de octubre de 1492 llegó Cristóbal Colón a una isla del actual Caribe que bautizó como San Salvador. Y de Colón aún se dice que era genovés, de Génova, en la actual Italia. Así que, ¿por qué no pedirle también a Italia que se disculpe? Ya se le está solicitando al Vaticano se disculpe, y este estado pontificio está en medio de Roma; pues de paso que también se le pida se disculpe San Marino, un pequeño país arriba de la mitad de la Península Itálica, por si por ahí anduvo Colón sin que sus biógrafos se hayan enterado. Y es que, en principio, furtivamente, la estatua de Colón ya fue retirada de una glorieta del Paseo de la Reforma en la Ciudad de México, en la que estaba colocada.

Después de las disculpas de los iberos, atendiendo a la frase: ’La conquista la hicieron los indios y la independencia los españoles’, habría luego que agradecerles a ellos, o por lo menos a los criollos, el haber consumado la guerra de independencia, cuando el alto clero y los españoles radicados aquí en Nueva España se reunieron en la Casa de la Profesa y convencieron al Coronel Agustín de Iturbide para que se uniera con Vicente Guerrero y se apoderara del movimiento independentista, por aquello de la Constitución de Cádiz. Lo demás es historia conocida.

Esta última quinteta de párrafos obedece a que creo que esto es un juego. ¿O no lo es?... ¿Es en serio?... ¡A caray!

Entonces, partiendo de que la insistencia del Gobierno Mexicano de peticiones de disculpas por parte de otros países o estado es formal por sus afrentas en el pasado, aparenta una falta de congruencia o por lo menos muestra una discriminación de países. ¿Por qué nada más España o el Vaticano? ¿Qué no hay otros países que más nos han agraviado?

Las afrentas que le reclama el Gobierno de México a España o el Vaticano se remontan a los siglos XV al XVIII, cuando México, los Estados Unidos Mexicanos, aún no existía. Empero, recién nacido nuestro país (1821–1824) de inmediato empezaron las presiones y agravios de los Estados Unidos de América para con México. De acuerdo con el libro intitulado: Las Invasiones Norteamericanas en México, de Gastón García Cantú, editado por la Secretaría de Educación Pública en Ediciones Era, S.A. 1986, nuestro vecino del Norte, de 1799 a 1918, realizó 285 intervenciones entre armadas e invasiones, diplomáticas, despojos, endeudamientos, etcétera. Entre las más agraviantes, pues fue la Guerra de 1846 a 1848 en la que los estadounidenses militarmente presionaron para que se les cediera más de la mitad de nuestro territorio, el asesinato de Madero y Pino Suarez, la invasión del puerto de Veracruz y la expedición punitiva durante la Revolución Mexicana, el saqueo de petróleo en el Noreste del país y demás. Faltaría agregarles a esos agravios los acaecidos de 1918 a la fecha (2020); y son también muchísimos, por ejemplo, las presiones para la firma de los Tratados de Bucareli, la promoción de intentona de golpe de estado en 1968 y la participación de agentes norteamericanos en el Movimiento Estudiantil de ese año, los prestamos leoninos que han tanto han endeudado y empobrecido al país, en fin, son innumerables las ofensas, insultos, deshonras, intervenciones y demás que los ’gringos’ nos han hecho. Y nada. ¿Qué, a ese país no se le pedirá que se disculpe por tanto daño que le ha causado a México? Ya lo decía el General Porfirio Díaz Mori: Pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de los Estados Unidos.

Donald Trump, en plena actualidad, no se cansa de vituperar e injuriar a los mexicanos, además de cantar ufanamente en todo foro la canción del famoso muro. Y nada, no pasa nada. No hay respuesta –digamos– oficial de México ante esos continuos agravios.

¿O es que España, Italia, el Vaticano e incluso África están lejos, del otro lado del Atlántico, y los Estados Unidos están pegaditos a nosotros y México sufre de una suerte de dependencias económicas y políticas con dicho país; o será por cierta ’precaución’?...

Si estas letras a alguien incomodan u ofenden y hubiera reacciones, espero que sean argumentadas y cerebrales, y no viscerales como lo son las de muchos/as adherentes a la reciente ideología.

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