RODOLFO VILLARREAL RÍOS

EL PAÍS HACE UN SIGLO Y MEDIO

EL PAÍS HACE UN SIGLO Y MEDIO
Periodismo
Abril 04, 2015 00:05 hrs.
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Dado que, como dirían los creyentes, estos son “días de guardar,” pareciera que con ellos se mantienen a buen recaudo y escasean los temas a comentar. Sin embargo, lo que no padece de suficiencia es el recuerdo de hechos en nuestra historia. En ese contexto, decidimos irnos a buscar que sucedía hace un siglo y medio cuando nuestro país padecía la visita incomoda de un barbirrubio vienés a quien unos “mexhincados” (el término lo tomamos del que usa con otros propósitos, pero que para el caso vale, el cronista taurino, José Cueli), fueron a traer para que redimiera a los barbaros que habitaban estas tierras. En la indagación, recurrimos a la extraordinaria colección que compilara Jorge L. Tamayo sobre los documentos y epístolas del Estadista Benito Pablo Juárez García. Ahí, encontramos un documento fechado en los días últimos de marzo de 1865, cuando el gobierno de la república estaba anclado en Chihuahua. Aun cuando no se avizoraba una solución pronta al problema, las fuerzas de la República empezaban a dar indicios de que iban en camino de revertir la situación y a la par surgían las directrices sobre qué hacer con los colaboracionistas quienes creían haber adquirido nobleza al inclinar la testuz ante el europeo.
En el contexto mencionado, el 27 de marzo de 1865, el Estadista Juárez García, le escribía al general Mariano Escobedo De la Peña para instruirlo acerca del tratamiento que habría que otorgar a los traidores y a los fieles a la causa republicana. Al inicio del documento, Juárez, se mostraba complacido de que tanto Escobedo como, los entonces coroneles, Francisco Naranjo De La Garza y Nicolás Gorostieta hubieran reorganizado las fuerzas militares para seguir batiendo a los traidores que, en Coahuila y Nuevo León, apoyaban a la intervención francesa. Acto seguido, Juárez apuntaba lo oportuno que era el accionar de Escobedo para “…aprovechar la escasez de recursos y de fuerzas francesas, que ya empieza a resentir Maximiliano, para ir recobrando la independencia de las localidades, a fin de que se den recursos para el aumento y organización del ejército que sobre la marcha iremos formando.” De ahí pasaba a enumerar los logros que se tenían en Durango, en el mismo Coahuila, así como los obtenidos en Sinaloa y Sonora. Pero había algo más que encendía la esperanza de que aquello llegara a su fin.
Juárez resaltaba que “hay otra circunstancia que debilita la fuerza del enemigo; es la orden que dio Maximiliano para disolver las fuerzas auxiliares que tenían los traidores. Esta medida y la separación de [Leonardo] Márquez del mando del ejército ha disgustado a los traidores de los que unos se han desbandado, otros se han retirado a sus casas…los más se han pasado a nuestras filas…No es remoto que algunos jefes que están con [Tomás] Mejía se nos pasen también, al menos los que están influidos por los conservadores y por el clero que están ahora disgustados con Maximiliano que los ha traicionado, adoptando a medias las Leyes de Reforma…” Y aquí cabe hacer un paréntesis para comentar como en los tiempos actuales algunos cándidamente caen en la trampa y empiezan a justificar la presencia del austriaco diciendo que él también era un liberal, pero que fue engañado. Como no haya sido por su propia ambición, no hay nada que justifique su presencia en estas tierras en donde dio muestra de cuan liberal era al planear la adopción de dos de los nietos de Agustín Cosme Damián, aquel criollo michoacano quien un día se sintió noble, para de esta forma asegurar la herencia dinástica. Pero como escribiera Juárez, “…creía que los verdaderos liberales éramos tan candados que nos habríamos de convertir en partidarios suyos solo porque adoptaba algunas de nuestras leyes de Reforma sin advertir que aun cuando las adoptara todas, jamás conseguiría nuestra sumisión porque nosotros ante todo defendemos la independencia y dignidad de nuestra patria.” Y en algo que nunca está por demás precisar, el oaxaqueño enfatizaba: “nosotros no necesitamos que un extranjero venga a establecer las reformas en nuestro país: nosotros las hemos establecido todas sin necesidad de nadie. Solo los llamados liberales moderados, los cobardes y los hombrees sin dignidad y sin vergüenza son los que rodean a Maximiliano y aplauden sus disposiciones; pero esos miserables nada valen y a la hora en que la fortuna comience a abandonar a su amo serán ellos los que también lo abandonen para salir de rodillas al encuentro del nuevo vencedor…” Y entre amigos y enemigos de la causa republicana había algunos coahuilenses.
Entre los adversarios estaban los ricos que habían auxiliado a la intervención o que han aceptado algún mando, como los Sánchez Navarro, avecindados en Coahuila a quienes, expresaba Juárez, “deben ser confiscados sus bienes como lo manda expresamente la ley…es la oportunidad de que se destruya el mono polio que esos hombres tienen de inmensos terrenos con perjuicio de la agricultura y de los pueblos de ese Estado.” Con lo que se obtuviera de esas ventas, podría darse el “mantenimiento de nuestras fuerzas, o darse algún lote a nuestros jefes que con tanta constancia sostienen la causa nacional.” Por lo que concernía a los amigos, Juárez indicaba que le habían “asegurado que el señor Jesus Carranza [Neira, padre de Don Venustiano Carranza Garza] vecino de Cuatro Ciénegas es persona que ha trabajado y trabaja decididamente por nuestra causa haciendo algunos gastos de su bolsillo.” Dado que era necesario nombrar alguien que provisionalmente se encargara el gobierno de la entidad, Juárez recomendaba a Escobedo que viera la posibilidad de nombrar a Carranza en tal cargo o al menos como encargado de la Jefatura Política del Distrito de Monclova.
Aun tendrían que trascurrir dos años más para que el principio del fin del imperio comenzara a cristalizarse. Eso sucedería, a partir del 2 de abril de 1867, cuando el Ejército de la República al mando de José de la Cruz Porfirio Díaz Mori infringiera en Puebla una derrota severa a las fuerzas militares, y los sueños, de Ferdinand Maximilian Joseph Marie von Habsburg quien, a partir de ahí, se encaminaría, como dijera el tango, “cuesta abajo en [su] rodada, [y] las ilusiones pasadas ya no las [pudo] arrancar,” se fueron con él un 19 de junio de 1867, en el Cerro de las Campanas, sitio en el cual ya no cabían plegarias de contrición, tal como lo había escrito, aquel 27 de marzo de dos años antes, el Estadista Juárez García al general Escobedo De La Peña, indicándole que “ … será estéril el arrepentimiento porque la Nación sabrá pedirles cuentas de la sangre que se ha derramado. Solo con su propia sangre, o con la del enemigo en defensa de la independencia podrán rehabilitarse los que han tenido la desgracia de traicionar a su Patria…” En esas circunstancias andaba el país hace un siglo y medio luchando por acabae de integrarse como nación.vimarisch53@hotmail.com
Añadido: A propósito de dos de abril, en el que acaba de pasar apareció deambulando por el mundo el espíritu de Neville Chamberlain. Sí, aquel primer ministro de Inglaterra quien a finales de septiembre de 1938 regresó a su país blandiendo una hoja de papel mientras aseguraba haber logrado “la paz con honor, la paz de nuestro tiempo” con Alemania. Lo que sucedió después ya lo sabemos, esperemos que hoy no se repita la historia.Vimarisch53.

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