Presente lo tengo yo

El Cielo en McAllen

El Cielo en McAllen
Periodismo
Agosto 23, 2020 20:48 hrs.
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Arman Fuentes Aguirre ’Catón’ › guerrerohabla.com


Si en el paraíso no hay una librería, no quiero irme al paraíso.

Tengo un problema con las frases hechas que hago: ya otros las hicieron antes que yo. Sin embargo imagino al Cielo con librerías, buenos restoranes y salas de concierto. A lo mejor el Cielo es como la Tierra, nada más que sin panteones ni oficinas de recaudación. Ah, y sin predicadores. La gloria... De ahí el nombre.

Cuando fui a estudiar en la Ciudad de México me dijo un sabio señor:

-Si quieres tener un amigo allá llévate a tu perro.

Entonces yo no tenía perro. Pasarían muchos años antes de que llegara a mi vida un arcángel disfrazado de cocker spaniel que se llamó Terry, pero que igual pudo llamarse Uriel o Salatiel, nombres de arcángeles, citados en la Biblia.

No me llevé un perro a la capital, pero sí un libro. Los libros –he aquí otra frase hecha– son los mejores amigos. Mejores que los perros, porque no comen y –sobre todo– no descomen. He aquí el único defecto de los perros; lo único que les falta para alcanzar la condición angélica. Pero, en fin, nadie es perfecto.

El libro que me llevé al DF era el Quijote. Más útil me habría sido llevar la Guía Roji. Entonces no había Metro: era en los autobuses donde te asaltaban. Y yo no conocía sus rutas, de modo que en vez de ir a CU (Ciudad Universitaria) iba a caer del otro lado, en la Basílica. Entonces aprendí que la bondad de los libros depende de las circunstancias. ’¿Qué libro llevaría con usted a una isla desierta?’ Todos responden con unción: ’La Biblia’. Yo me llevaría el ’Manual de supervivencia para náufragos’.

En cierta ocasión, antes del canalla coronavirus, fui de compras al mol de McAllen, que está en la calle 10, y me pasé en mi coche. ’Felix culpa’, como decían los teólogos hablando del pecado cometido por Adán, pecado que ahora se usa tanto que a duras penas puede llamarse original. Feliz error. Buscando fui a dar a una librería llamada ’Hastings’, que era como Barnes and Noble, nomás que ahí te regalaban el café. Había enormes rimeros de libros con este letrero: Sale. De uno de esos rimeros hice salir este libro que ahora tengo sobre mi escritorio. Míralo: es una edición facsimilar de ’Bleak House’, la novela que Dickens escribió cuando estaba en la cumbre de su capacidad creadora. Precisamente acababa de hacerle a su mujer el décimo hijo. La abandonó poco después para irse con una actriz muy joven llamada Ellen. Al parecer a Dickens se le alborotaron otras capacidades que no eran las de escritor. Le preguntó un amigo: ’¿Por qué dejaste a tu mujer, Charles?’. Respondió el gran autor: ’No era mi tipo’. ¡Le hizo diez hijos a su mujer, y no era su tipo! Para que luego digan que los ingleses son muy fríos. A mí esto me parece cosa de mucha calentura.

El caso es que el pasado fin de semana me llevé ese libro al Potrero, y empecé a leerlo. También caminé por la sierra. Y no vi las mañaneras de AMLO ni los programas de análisis político en la televisión.

Vengo, pues, en estado de gracia.

Podría comulgar hoy en la misa, pero me lo impiden otras gracias que tengo y que no he tenido tiempo de confesar.


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