El grito del despeñadero


Miguel Ángel Mancera se maneja al mismo nivel que el que dice que nos gobierna: no soluciona nada, no hace nada, pero sí impone un Nuevo Reglamento de Tránsito restrictivo y represivo, con el cual toma fotos a nuestros autos y, claro, nos cobra por ellas. En un solo día he recibido dos infracciones por exceso de ve

El grito del despeñadero
Política
Septiembre 21, 2016 11:11 hrs.
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Arturo Trejo Villafuerte* › todotexcoco.com

UNO. En su excelente libro, "Fenomenología del Relajo", el filósofo del Grupo Hiperión, Jorge Portilla, menciona que al mexicano le gusta la pachanga, el desmadre, la diversión, los actos público, incluso los cívicos, los toma como formas de desahogarse de la terrible vida que le ha tocado vivir casi desde siempre.
¿A qué van los mexicanos el 15 de septiembre al Zócalo? A desahogarse, a mentar madres, a chingarse a otros como ellos que también están a las vivas, esperando chingarse a otros, el pueblo va al relajo, a divertirse, al reventón porque ese grito de Independencia que dio Don Miguel Hidalgo en 1810, ya ha quedado lejos de sus alcances intelectuales y físicos: en medio de la pobreza, del abandono y marginación a que los ha sometido el Estado Laico -que ya ni es Estado ni es Laico-, el pueblo a lo que aspira es a divertirse en algunos momentos con lo que tiene a su alcance: la televisión, los actos cívicos populares y, claro, el desmadre, el relajo, la chunga.
Pan y circo decían los Césares romanos, nuestros Césares sólo dan pena y el que dice que nos gobierna va de mal a peor, tropezando con todo y con todas. La última estulticia de su cosecha es su anuncio -¿gratuito?- al refresco que en los años 70 llamábamos "las aguas negras del imperialismo yanqui". ¿No habrá alguien que le diga que eso no lo puede hacer un Presidente de la República? Juan Pérez sí puede decir que toma ese producto gaseoso que ni siquiera sabemos de qué lo hacen, pero un mandatario no lo debe de hacer y menos en sus condiciones: ahora ya dicen que ese refresco de cola idiotiza. Y puede que sea cierto, y en él acaso estamos viendo sus terribles efectos.
DOS. Un grito sincero y honesto de quien dice que nos gobierna bien pudo empezar así: "Mexicanos y mexicanas (la Real Academia de la Lengua ya señaló que esto es un barbarismo porque al decir "mexicanos" están los dos géneros: masculino y femenino, pero el que dice que nos gobierna no sabe tampoco eso, ni Fox, ni Calderón ni los que marcharon el sábado contra los matrimonio igualitarios y en pro de la familia "normal", la verdad es que la ignorancia es muy cabrona), viva las transnacionales que nos dan empleo, viva las petroleras extranjeras que nos quitan nuestro petróleo, viva Gustavo Díaz Ordaz que le dio rumbo a nuestra nación, viva los tramposos que plagian tesis y se han hecho ricos con sus actos, viva el Grupo Atlacomulco, Viva Carlos Salinas de Gortari quien instauró el Neoliberalismo que ha acabado con el país y viva México saqueado, vapuleado, envilecido gracias a nosotros que estamos en el poder".
Y entonces aquí entra el pueblo, el populacho, los nacos -como alguna vez dijo una de sus hijas- que le mientan la madre, avientan cohetes, huevos con harina y que saben que aún faltan dos larguísimos y angustiosos años para que se vayan estas lacras que padecemos, que son ineficaces, corruptos y buenos para nada, quienes están instalados en el gobierno federal y en muchos estatales, ahora recortando el presupuesto en donde más nos duele: salud, educación, cultura. Ahora sí que Dios nos salve. Y a pesar de todos estos agravios, nosotros sí podemos gritar "Vive México, vive México, vive México", y aquí seguiremos sosteniendo al país con nuestro trabajo y esfuerzo.
TRES. Miguel Ángel Mancera se maneja al mismo nivel que el que dice que nos gobierna: no soluciona nada, no hace nada, pero sí impone un Nuevo Reglamento de Tránsito restrictivo y represivo, con el cual toma fotos a nuestros autos y, claro, nos cobra por ellas. En un solo día he recibido dos infracciones por exceso de velocidad: en una iba a 64 kilómetros por hora y en la otra a 69 kilómetros por hora, ambas en el mismo puente de ida y venida en San Juan de Aragón, Delegación Gustavo A. Madero, y que las multas ubican malamente en la Delegación Álvaro Obregón (sic).
Lo primero que me brinca es que quien hizo el Reglamento no sabe de las Leyes de la Inercia, y obvio que no sabe que cuando un vehículo va con una velocidad sostenida de 50 kilómetros por hora y comienza una bajada, tiende a elevar su aceleración, la cual puede fluctuar entre 15 y 20 kilómetros o más. Ni siquiera lo digo yo, lo dice Isaac Newton en las Leyes de la Inercia.
Y, claro que me encabrono por estas infracciones, porque en toda mi vida como conductor de vehículos automotores, no he recibido más de cuatro o cinco multas, pero ahora dos infracciones, en un solo día, me molesta porque además están mal documentadas y mal sustentadas.
Tengo que hablar bien de mi: recibí cursos de Educación Vial en la primaria, cuando el titular de ese Departamento, muy importante dentro de la estructura de Policía y Tránsito, era don José Avila Garibay. Manejo desde los 12 años y recibí mi primer permiso para conducir a los 15 años, yo llegaba a la Preparatoria No. 9 en el carro de mi abuelo Pancholín, un Chevrolet -auténtica lancha- 1960 "Bel Air". He tenido en toda mi vida tres accidentes, cuando mucho, en los cuales, en dos de ellos, me han pegado a mi o no han sido causado por quien esto escribe, y sólo uno aquí en San Bernardino, Texcoco, donde la grava suelta y una rueda recién arreglada pudieron ser las causas del mismo.
Si Mancera hubiera dicho: vamos a educar a los habitantes de la Ciudad de México en cuestiones de vialidad, le aplaudiría, pero todo lo ha hecho al revés: baches por toda la ciudad; ciclopistas que muy pocos usan -y luego los ciclistas van en sentido contrario, se suben a las banquetas, hacen lo que quieren y para ellos no hay reglamento válido, no les toman fotos, no los multan-; descuido inclemente en el Metro; derroteros del Metrobús muy cuestionados y muchos otras tantas cosas más que, la verdad, causan desaliento y pavor ante su posible candidatura para ser Presidente de la República.
No es el idóneo. Si no puede con la Ciudad de México, menos podrá con el país, como tampoco puede el que dice que nos gobierna.
CUATRO. Mi semana con Miguel Ángel Mancera del 12 al 17 de septiembre ha sido así: pago dos multas; mi hija viene a visitarme y estaciona su auto en el camellón de Oriente 95, lugar donde tengo toda mi existencia viviendo y que no es una avenida importante, ni mucho menos, es arrastrado por una grúa concesionada y llevado al corralón "Zarco", es sábado en la tarde y ahí se queda el carro con la carriola y silla de mi nieto, las llaves de la casa de mi hija y demás utensilios de ella y del bebé, trata de hacer el trámite y hay una fila inmensa de personas que sufren por lo mismos motivos; ese mismo día mi otra hija le lleva al mecánico su carro para verificar, modelo 2011, un Volkswaguen GT, y tras otra fila inmensa y haber sido pre-verificado, no pasa la verificación, lo que significará otra gran fila, más gastos y, claro, esta es otra gran concesión millonaria del gobierno ¿o administración? de Mancera que es bien claro que no ayuda a acabar con la contaminación pero les deja pingues dividendos a los dueños de los verificentros. ¿Por qué no sólo una verificación al año? Porque no es negocio. Y así las cosas ¿alguien votaría por mancera? Al menos en mi casa hay cuatro votos en contra: el mío, el de mi esposa y el de mis dos hijas.
CINCO. Lo ideal hubiera sido que nadie fuera al Zócalo y que como en la novela de mi querido maestro René Avilés Fabila, le hicieran el feo a "El gran solitario en palacio". Pero no: hubo miles de acarreados que recibieron algo a cambio de su asistencia y el pueblo de México asistió al Zócalo, rigurosamente vigilado, decirle al que dice que nos gobierna que se vaya -y sí en efecto, se fue a Nueva York, a decir y a hablar de cosas que no entiende: ¿de verdad comprenderá lo que siente un migrante que deja todo por una vida mejor?, si no apoya a los mexicanos, menos lo hará con los pobres migrantes-, a echar desmadre, a sacar a flote sus frustraciones y a ver a quien se chinga.
Si el gobierno ya nos chingó y nos sigue chingando, disfrutemos chingándonos a alguien antes de que nos termine de chingar el gobierno. El libro de Octavio Paz que no conocen los que marcharon el sábado en contra de los matrimonio igualitarios, "El laberinto de la soledad", tiene mucha presencia entre los otros que sí leen: a los mexicanos nos han chingado desde los tiempos de la Colonia, desde el virreinato, el gran problema y asunto por ver, es qué va a pasar cuando los mexicanos se cansen de semejantes gobiernos ineptos, ineficaces y surja, como la lava del volcán, los tiempos del cambio, las ideas de una renovación en serio que nadie podrá detener.
Nos estamos preparados para eso y seremos unos chingones si lo resolvemos bien: Viva México, cabrones.


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* Profesor investigador de la Universidad Autónoma Chapingo y miembro del IISEHMER de la misma institución. Sus más recientes títulos publicados son: Donde la piel canta (poemas, Antología, 2011), Coyotes sin corazón (cuentos, Antología, 2011), Sombras de las letras (ensayos, Ed. Cofradía de Coyotes, México, 2012. 136 pp.) El tren de la ausencia (cuentos, antología, Cofradía de Coyotes, 2012), Perros melancólicos (cuentos policiacos, antología, Cofradía de Coyotes, 2012), Árbol afuera (poemas, antología, Ed. Cofradía de Coyotes, México, 2013. 124 pp.), Amar es perder la piel (Ed. Molino de Letras-UACH, México, 2013. 194 pp.), Lámpara sin luz (novela, Fondo Editorial Mexiquense, México, 2013. 267 pp.), Árbol afuera (poemas, antología, Cofradía de Coyotes, México, 2013. 108 pp), Abrevadero de Dinosaurios (antología de minicuentos, Ed. Cofradía de Coyotes, México, 2014. 110 pp.), Cartas marcadas (antología, Ed. Cofradía de Coyotes, México, 2014. 112 pp) y De Neza York a Nueva York. From Neza York to New York. Una antología de poesía de la Ciudad de México y la Ciudad de Nueva York. A bilingual anthology of the poetry of Mexico City and New York City (antología, Ed. Cofradía de Coyotes, México, 2015. 220 pp).

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