Opinión

El interventionismo mexicano

El interventionismo mexicano
Periodismo
Mayo 06, 2016 21:44 hrs.
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Rodolfo Villarreal Ríos › guerrerohabla.com


Vivimos los días en los cuales pareciera ser que nuestras autoridades tienen todo resuelto en el terreno doméstico y, dado lo exitosos que han sido en el cumplimiento de su encomienda, ahora han de tomarse tiempo para ir a decirles a los ciudadanos de cada nación como deben de comportarse y a quien deben de elegir como sus dirigentes. Ello evitara que en dichas naciones vayan a salir electos personajes quienes provoquen la molestia de los ciudadanos mexicanos, complacidos en extremo con el actuar de nuestros gobernantes. Así que, oficialmente, se ha dicho cuan necesario es dejar atrás apotegmas arcaicos y acostumbrarnos a que nuestra clase gobernante se meta en cuanto asunto de otra nación que no le parezca, faltaba más. El mundo ha evolucionado, dicen ellos, hay que actuar en consecuencia. Pero eso sí, nuestra soberanía sacrosanta ni quien vaya a osar tocarla porque entonces podríamos crisparnos. En ese contexto, de pronto, vino a nuestra mente la forma en que nuestro país ha intervenido en las cuestiones de otras naciones a lo largo de la historia hasta llegar a nuestros días. Demos un repaso a algunos acontecimientos en los cuales nuestros gobernantes se han inmiscuido en los asuntos de otras naciones.
No podemos iniciar de otra manera sino remontándonos hasta los días cuando se logró la independencia de México y, para pronto, el criollo quien un día se sintió noble, Agustín Cosme Damián De Iturbide y Aramburú, lo primero que hizo fue declarar la creación del ’Imperio’ Mexicano y anexarse las repúblicas centroamericanas. En cuanto ese teatro se vino abajo, los ciudadanos de aquellos países, decidieron volver a ser independientes y es fecha que en la memoria histórica tienen bien presente el ultraje al que fueron sometidos por aquel que se abrogó derechos sobre otros y, apenas naciendo a la libertad, nos convirtió en intervencionistas. Posteriormente vendrían los tiempos en que otros se metieran en nuestro solar y acabaron por llevarse la mitad del mismo, gracias al lotero de Manga de Clavo y la traición, siempre presente, de la curia católica que entonces, por 40 mil dólares, se alió al intervencionista.
Cuando los HOMBRES DE LA REFORMA, recordemos siempre con mayúsculas, trataban de crear una nación y poco antes de la llegada del austriaco barbirrubio, allá por los rumbos del noreste, José Santiago Vidaurri Valdez quien era gobernante de Nuevo León, se anexó, sin pedir permiso, Coahuila. Acto seguido, procedió a intervenir en la Guerra Civil estadounidense. Por supuesto que eso no se dio enviando ejércitos, pero sí tomó partido. Dado que el puerto de New Orleans estaba ocupado por las fuerzas de la Unión, los Confederados no tenían oportunidad de exportar sus productos, principalmente algodón, hacia Europa. Ante ello, Vidaurri aprovechó la aduana de Piedras Negras, Coahuila para ayudar a los sureños. En esa forma, la vía San Antonio, Texas-Piedras Negras, Coahuila-Monterrey, Nuevo León-Matamoros, Tamaulipas-Europa, se convirtió en la válvula mediante la cual los sureños podían obtener recursos para continuar la lucha armada. A la par de Vidaurri, varia fortunas se consolidaron, entre ellas la de Evaristo Madero Elizondo, el abuelo del prócer Francisco Ygnacio, y la de Patricio Milmo O’ Dowd, ancestro del canal de las estrellas, quien visionario contrajo nupcias con Prudenciana la hija de Vidaurri y juntos lograron consolidar negocios. Sin embargo, el gobernador neolonés tenía miras mayores y con las alforjas repletas soñaba en establecer su propia república. Primero pensó en crear la Republica de la Sierra Madre constituyéndola con los estados de Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas. Al fracasar, procedió a ofrecer a los sureños que se anexaran las tres entidades. Sin embargo, los Confederados lo consideraban demasiado rebelde y poco dado a ser dirigido por lo que ignoraron su propuesta. Sometido por el estadista Juárez García, el cacique norteño acabó de tesorero de Max hasta que José de la Cruz Porfirio Díaz Mori lo fusiló por la espalda en la plaza ubicada enfrente del antiguo palacio de la inquisición en la ciudad de México. Mientras eso sucedía con los traidores, el apotegma juarista, ’Entre los Hombres como entre las Naciones, el Respeto al Derecho Ajeno es la Paz,’ se convertía en la divisa de la política internacional de México. Lo anterior, no implicó condenar la nación al aislacionismo, pero eso sí siempre tener presente que debería de acatar las formas y costumbres en que cada país resolviera sus problemas internos.
Durante la Primera Guerra Mundial, Venustiano Carranza Garza jugó las cartas correctamente y bajo la premisa de un supuesto apoyo a Alemania, acabó obteniendo el reconocimiento diplomático del presidente estadounidense, Thomas Woodrow Wilson. En parte por ello, en 1916, el brazo armado de la Revolución Mexicana, Francisco Villa empujado por una rabieta fue a meterse a Columbus, New Mexico e hizo desmán y medio con un destacamento militar estacionado ahí. Y don Woodrow, especialista en intervenir, pues nos envió las tropas en la Expedición Punitiva. Y aun cuando hubo otras ocasiones en que muchos de aquel lado quisieron volvernos a ’visitar’ con fusil en mano, el evento no se repitió. Una de esas fue durante la segunda mitad de la década de los 1920s.
Entonces, el estadista Plutarco Elías Calles fue acusado de andar patrocinando revoluciones en América Latina y estar involucrado especialmente en una, la de Nicaragua. Se decía que el gobierno mexicano actuaba como intermediario para que los rebeldes nicaragüenses obtuvieran armas, además de proveerlos con fondos pecuniarios, como si entonces nos sobraran. Más tarde, cuando Augusto Cesar Sandino recibe asilo en México, las acusaciones subieron de tono. Al final de cuentas, nada de ello era cierto, nuestro país actuó como siempre lo ha hecho con los perseguidos políticos y le dio asilo al revolucionario nicaragüense. Sin embargo, en materia de dar refugio a perseguidos no sería esa la última vez.
Durante la Guerra Civil de España, el presidente Lázaro Cárdenas Del Río otorgó cobijo a los acosados. Inclusive varios mexicanos, se dieron de alta en las milicias defensoras de la república española para ir a combatir allá. Entre los nombres que recordamos, a la pura memoria, están los del coronelazo-muralista, David Alfaro Siqueiros y el beisbolista-futbolista-arbitro-entrenador-economista-abogado-profesor de primaria-periodista-cineasta-narrador-comentarista, Fernando Marcos González. Sin embargo, el intervencionismo mexicano nunca fue para ir a decirle a los ibéricos como deberían conducirse o a quien elegir, simplemente nuestro gobierno se concretó a proporcionar apoyo humanitario a quienes eran perseguidos. Y aquí debemos de hacer un paréntesis para mencionar que en esa narrativa salvadora es común otorgar todo el crédito a don Lázaro y olvidarse de cuatro personajes a quienes los rescatados deben mucho más de lo que comúnmente se hace mención, ellos son los diplomáticos, Luis Ignacio Rodríguez Taboada, Gilberto Bosques Saldívar e Isidro Fabela Alfaro, así como al coahuilense más ilustre del México posrevolucionario, Manuel Pérez Treviño. Todos y cada uno actuaron bajo los principios rectores de la llamada Doctrina Estrada y aun cuando discrepaban del gobierno hispano entrante, no dieron motivo alguno para ser acusados de intervencionistas.
Durante la Segunda Guerra Mundial, México se alió con la razón y en función de ello combatió a la bestia austriaca sin que eso significase acto de intervencionismo alguno, era una lucha por la supervivencia de la raza humana. Así, llegamos a los 1960s cuando de nueva cuenta la diplomacia mexicana brilló y a pesar de no compartir la ideología de la Revolución Cubana, antepuso la libre determinación de los pueblos y se negó a apoyar la segregación de Cuba. El Presidente, Adolfo López Mateos apoyado en los diplomáticos, Manuel Tello Barraud y Rafael De La Colina Riquelme dieron una lección de cómo se debe de actuar en el terreno internacional sin tintes intervencionistas.
Durante el gobierno del presidente Luis Echeverría Álvarez, el activismo de nuestro país en los terrenos externos fue constante y hasta de intervencionista fue acusado. Cuando el pinochetazo chileno, la actuación de Gonzalo Martínez Corbala fue impecable y acorde con los principios de la diplomacia mexicana, proteger a los perseguidos, aun cuando entre los salvados iba mucho rastrojo que en nada vinieron a ayudarnos. Sin embargo, el activismo echeverrista, especialmente en América Latina, tenía una explicación que encontramos al escuchar las cintas del presidente estadounidense, Richard Milhouse Nixon. En una entrevista entre ambos, Echeverría le dice a Nixon que su activismo era para evitar que Fidel Castro Ruz o Salvador Allende Gossens tomaran el liderazgo en la región y propagaran el comunismo. Y en los setentas, el presidente, José López Pacheco ofreció algo más que simpatías a los sandinistas, algo que fue sorteado gracias a la habilidad diplomática de Jorge Castañeda y Álvarez De La Rosa. Como los insurgentes nicaragüenses no resultaron lo que parecían, durante la administración del presidente, Miguel De La Madrid Hurtado, México, representado por Bernardo Sepúlveda Amor, encabezó el Grupo Contadora el cual trataba de lograr la paz en América Central sin ir a decirles a las naciones que tipo de gobierno adoptaran, pero sí coadyuvaba a que se pusieran de acuerdo. Aun cuando el objetivo de manera inmediata no fue logrado, se sentaron las bases para arreglos futuros. En los años siguientes los presidentes Carlos Salinas De Gortari y Ernesto Zedillo Ponce De León, anduvieron más preocupados en ver cómo nos insertábamos en la globalización y superar crisis que en contribuir a resolver los problemas de otros. Así, llegó el Siglo XXI.
La diplomacia mexicana cayó en manos de un lenguaraz ignorante, Vicente Fox Quesada y un irresponsable, Castañeda el chico, a quienes les dio por convertirse en intervencionistas y demandaron diseñar la política migratoria de los EUA. Los resultados obviamente fueron negativos. Al irse el chico, llegó el imitador de su sobrino, Derbez quien publicó un panfleto-guía para irse de ilegal. Acabaron, él y su jefe Fox, vanagloriándose de que los mexicanos se iban de ilegales y enviaban carretadas de dólares vía remesas. Eso sí, criticaban al gobierno estadounidense porque convertía a los paisanos a la legalidad. Bajo un tono similar se comportaron Felipe del Sagrado Corazón de Jesús Calderón Hinojosa y su secretaria de asuntos foráneos, Patricia Espinosa Cantellano. Hasta llegar a nuestros días.
Olvidándose de todo, a nuestros ex y gobernantes actuales, les dio por inmiscuirse abiertamente en el proceso político estadounidense y, con candidata en mano, irse a demandar que se legalice a 7 millones de mexicanos que se fueron para allá huyéndole al hambre y la miseria. Como el ahora virtual candidato de los republicanos a la presidencia, Donald John Trump nos ha puesto como ’lazo de puerco,’ en lugar de responder con inteligencia, nuestros ex y funcionarios de ahora, le han entrado al lodazal. Un par de ex, primero Fox Quesada un día empleó lenguaje propio de piquera para criticar y ahora anda de arrepentido pidiendo disculpas. Otro, Calderón Hinojosa envalentonado, al nivel de película sinarquista, dice que el sí sostiene sus dichos. Para terciar, el presidente Enrique Peña Nieto insiste en que le legalicen a los que se fueron, en lugar de aceptar avergonzado la incapacidad del gobierno mexicano para ofrecerles mejores alternativas de vida que les permitan regresar. Aquí repetimos lo expresado en ocasiones anteriores, nadie ni quienes se largaron para evitar morirse de hambre, ni quienes lo hicieron legalmente empujados por otras circunstancias, se encuentran allá por el placer de estarlo. Y para que no nos quede duda de que México ha decidido convertirse en intervencionista, porque a nuestras autoridades se les hace chico el solar patrio para exhibir sus capacidades, la ciudadana encargada de las relaciones exteriores, Claudia Ruiz Salinas, ¿Por qué se avergonzara de su madre o será de su abuelo, aquel de quien en el pasado decía sentirse orgullosa, que le cubría todos sus gastos en la ’tienda mágica’ de las vacaciones de Agualeguas?, nos dice que ’la tradicional política de no intervenir en asuntos internos de otros países debe evolucionar y responder a la nueva realidad mundial.’ En ese contexto, sin pudor alguno fue a proclamarse partidaria de los Demócratas en los EUA en la próxima contienda presidencial, un asunto que hasta donde entendemos corresponde exclusivamente a los ciudadanos, por nacimiento o naturalización, de aquel país y en el cual las autoridades mexicanas no tienen nada que andar interviniendo.
En ese mismo entorno, seguramente la ciudadana Ruiz Salinas debe de sentirse muy satisfecha de los latrocinios que cometieron una parvada de desadaptados quienes enarbolando la bandera de México fueron a territorio estadounidense a protestar en contra del ciudadano Trump. ¿Qué demonios tiene que hacer un símbolo patrio mexicano en la contienda electoral de otro país? A quienes hoy festinan la intromisión, les preguntamos: ¿Qué postura adoptaran cuando, en el 2018, ciudadanos estadounidenses aparezcan en suelo patrio enarbolando la bandera de las barras y las estrellas mientras expresan su descontento porque ’x’ o ’y’ candidato les parece que es un peligro para su país? ¿Les aplaudirán o los acusaran de intervencionistas? O ¿Sera que ese intervencionismo del gobierno mexicano esconde sus intenciones verdaderas en donde, ante la falta de pericia para resolver nuestros problemas, han decidido que de una buena vez vengan los vecinos y nos conviertan en una estrella más, la numero cincuenta y uno? vimarisch53@hotmail.com
Añadido (1): Apenas les rascan un poco la epidermis y los panistas enseñan que el antisemitismo está impreso en su ADN.
Añadido (2): Ya se vio que, ni aun obligando a parar diariamente dos millones de autos, la contaminación cede. Ante ello, que tal sí las autoridades de la Ciudad de México aprovechan el Templo Mayor e instalan un adoratorio a los dioses Tláloc y Ehecatl para pedirles se apiaden de los mexiqueños. En paralelo, para no lastimar las buenas conciencias, en el atrio de catedral podrían invocar, por aquello de las causas difíciles, a San Judas Tadeo y San Expedito. Sería un espectáculo bello que permitiría evaluar el número de seguidores y hasta donde llega la fuerza de las imploraciones. Obviamente, todo seguido minuto a minuto por los medios electrónicos. Cualquiera que sea el resultado, los mexiqueños ni se acordaran de la incapacidad de sus autoridades y dirán que todo se debe a que los dioses paganos y los intermediarios católicos los tienen presentes o los han olvidado.

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