Adiós Irlanda, hasta pronto (hopefully)

El santo que expulsó a las serpientes

El santo que expulsó a las serpientes
Turismo
Septiembre 06, 2015 14:44 hrs.
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Fernando Amerlinck › diarioalmomento.com

Westport, County Mayo, Irlanda – El monte sagrado Croagh Patrick lleva el nombre del gran santo del siglo V, Patrick (Pádraig). Según la tradición, allí pasaba largas jornadas de penitencia y oración. Hoy ese monte no es el más alto (764 m) pero sí el más sagrado de Irlanda, y lugar de peregrinación además de deporte alpino.

El santo patrono de Irlanda es el más patrono de todos los santos patronos de un país: san Patricio viste de verde y de tréboles a medio mundo en la parte occidental de este planeta, venturosamente cuajada de descendientes de irlandeses, que cada 17 de marzo recuerdan con justificado orgullo el linaje de sus ancestros (por caprichos de la genealogía, as far a I know, no me cuento entre ellos).

El trébol de tres hojas, el shamrock, según reza la tradición, sirvió a san Patricio para explicar el misterio de la Trinidad: tres personas distintas que sin dejar de serlo forman un solo Dios verdadero. Y si bien el arpa es símbolo oficial en la heráldica irlandesa desde el siglo XII y figura en los blasones de esta república, el verdadero distintivo popular es el trébol, que llena de color verde el imaginario mundial cuando se recuerda a san Patricio en esa fecha de marzo. Trinity es el nombre de su principal escuela del país, como lo es de la novela sobre Irlanda que así se llama, de Leon Uris.

El así llamado Apóstol de Irlanda es un santo tan grande, que para los ortodoxos orientales resulta paralelo a los 12 apóstoles de Jesús. Y para Irlanda, aparte de su labor civilizadora y evangelizadora, es autor de una beneficiosa hazaña: dice la tradición que desde ese monte —el Croagh Patrick— luego de un ayuno de 40 días en que el santo estaba siendo atacado por serpientes, decidió arrojarlas al mar para que ya nunca más hicieran daño al pueblo irlandés. Esa historia me recuerda la parábola evangélica de una piara de cerdos endemoniados que se precipita al mar, así mandada por Jesús. Y sí: en Irlanda no hay serpientes, a diferencia de la cercana Escocia.

Ni modo: hay que decirlo. Según los paleontólogos nunca hubo serpientes en Irlanda, y tampoco aparece alguna mención directa de san Patricio asociado con la anécdota de la Trinidad y los tréboles durante ¡1,200 años! ¿Pero qué importan los hechos, ante tan bonitas historias?

Irlanda no se acaba en Patricio, que es solo el mayor en una tierra de amplia espiritualidad cuajada de santos y de videntes. Un país predominantemente católico, aunque no tanto como antes. La vidente Christina Gallagher, nacida en 1953 (nada que ver con un personaje homónimo de la serie House of Cards) desde 1985 tiene visiones sobrenaturales y recibe mensajes espirituales, principalmente de una advocación de la Virgen María, Nuestra Señora de la Paz. Christina misma presenta los estigmas de la pasión de Jesucristo, como los tuvieron san Francisco de Asís y el padre Pío de Montalcina, y también Therese Neumann (1898-1962), beneficiosa ella para cierto momento crítico en mi familia. Mi padre se lo agradeció años después personalmente en su casa de Konnersreuth, Baviera, cerca de la frontera checa.

Christina, por instrucciones recibidas, ha abierto desde 1993 una casa de oración en la isla marítima de Achill, más allá de Westport y de Newport, County Mayo, ya muy al oeste de la isla. Cuando la visitamos estaba repleta de orantes y pudimos oír a María pero no verla, porque estaba convaleciendo de una cirugía en la garganta. Una de las cosas que dijo fue que, según había oído en varios mensajes, Irlanda había sido una joya brillante de la corona de la cristiandad, pero ahora esa joya ha perdido brillo. Y pide lo de siempre en las apariciones marianas, que por lo visto son constantes para Christina: oración y más oración, novenas, rosarios; y la protección del arcángel Miguel. Por ello ha establecido una casa de oración en ese lugar.

Me dicen que Christina, como vidente, habla de cosas que han de ocurrir en el mundo pero las da como advertencia, no como predestinación de un hecho inevitable. Habla de que viene una gigantesca crisis económica. Y de algo que seguramente vendrá pegado a la debacle monetaria, financiera y económica de que muchos hemos hablado desde hace años: una guerra mundial. ¿Será? Las guerras casi siempre tienen origen económico y no es nada improbable que haya una, pero no sé si en este momento una guerra brutal, mutuamente destructiva, sirviera para tales intereses... Si los malosos que hacen guerras son sensatos para cuidar sus negocios las harán no mutuamente destructivas. En fin.

No sabíamos de la existencia de esta vidente, como tampoco de que en la ciudad irlandesa de Knock, cerca de Claremorris, también en el County Mayo, el 21 de agosto de 1879 (cosa reconocida por la Iglesia) ante 15 jóvenes y viejos se apareció durante dos horas María, acompañada de san José, san Juan Evangelista, y una cruz en un altar con un cordero, y ángeles alrededor. Tan ha sido corroborado eso por la Iglesia que Juan Pablo II viajó allá en el centenario de tal suceso. Ha sido proclamada reina de Irlanda, así como Guadalupe lo es de México y es emperatriz de América.

En ese lugar hay una excelente capilla, perfectamente establecida y con todos los servicios (incluso baños limpios y bien avituallados, cosa frecuente en las iglesias irlandesas y en las abadías y panteones) y tuve el gusto de ver a mi ahijado concelebrar una misa, con coros extraordinarios, música bien tocada, la aromática delicia del incienso, y sencillas pero solemnes ceremonias.

La religión es tan importante para los irlandeses que hasta su país fue dividido en dos en función de ella. En el norte había más protestantes y se lo quedaron los ingleses para su Reino Unido de Gran Bretaña a Irlanda “del Norte” (término geográfico que agregaron en 1922, cuando se independizó la República de Irlanda). Ya había platicado de una región católica rica, la de Belfast, que no quisieron perder; realpolitik en acción.



Hasta una cruz de especial diseño tienen, la cruz celta, una especie de mezcla de un antiguo rito de adoración al sol. Es un círculo (el sol) en cuyo centro se encima una cruz con sólo el vástago vertical inferior largo. En toda tumba, iglesia o monumento aparece esa cruz irlandesa, angosta y esbelta, a veces fabricada en artículos artesanales de una derivación dura del carbón (turba) autóctono de Connemara.

En Galway, importante ciudad portuaria al sur del County Galway, la catedral es producto del reciclaje: antes fue una prisión. (En México a los apandos, calabozos y mazmorras los llaman “Centro de Readaptación Social”, pues readaptan a la sociedad; como los reos peligrosos siguen ejerciendo adentro, los liberan o se escapan, logran ellos que la sociedad se vaya readaptando a la situación carcelaria de adentro y se parezca cada vez más a lo que ocurre en esos “centros”.)

Pero ¿dónde andaba? Ah, sí: la prisión de Galway la convirtieron en catedral, por allí de 1939; la terminaron hasta 1965. Ya había dicho que los ingleses acabaron con casi todos los lugares de culto católico a partir del rey de las 6 esposas, de su pirática hija Isabel y del Lord Protector (sic) Oliver Cromwell (1599-1658), de modo que como Galway no tenía catedral y no encontraron mejor manera que aprovechar lo que estaba a la mano, usaron las paredes donde imperaba la tristeza en muros de una catedral algo gris-negra con cierta solemnidad, buena luz, discutible arquitectura y bonitos vitrales. En una capilla lateral hay un mosaico redondo con el rostro de perfil de un hombre de saco y corbata, rubio, con tres siglas: JFK. ¡Curioso! El único presidente católico de Estados Unidos, descendiente de emigrados a Boston por la hambruna y de pura sangre irlandesa tanto por Fitzgerald como por Kennedy (Ó Cinnéide), está representado orando en la catedral de Galway.

En todas partes nos enfrentamos con el lenguaje gaélico, que está muriendo y pretenden conservar, con letreros viales en ambos lenguajes y en alguna parte un ordenamiento con multa de 3,000 € sin traducción al inglés, lo cual resulta peligrosísimo... Por ejemplo, Dublín en gaélico es Baile Átha Cliath, nada que ver con cómo se pronuncia: algo así como Baya Oja Clia.

No es usual en los pubs la cerveza embotellada, bebida cuyo proceso de pasteurización altera no sólo el sabor sino las cualidades metabólicas con que el cuerpo la procesa. Se metaboliza mucho más aprisa y se puede beber en mayor cantidad, pues es menor efecto del alcohol. El verdadero bebedor de cerveza prefiere la draft beer, cerveza tirada (España), birra a Spina (Italia), o de barril (México). En Irlanda es lo que se bebe en los lugares respetables, como los pubs.

Bebí la Murphy (un stout un chirris más amargo que Guinness) en el pub llamado The King’s Head, significativo nombre. Ese sitio fue propiedad de un natural de Galway apellidado Gunning, que atendió la invitación del inefable Cromwell luego de buscar voluntarios en Irlanda, Escocia y Gales para verdugo del rey Carlos I, pero con esa ración de hipocresía de los regicidas, no querían que fuera un inglés quien hiciera ese dirty job aunque lo ordenaran ellos. Al irlandés que le separó la cabeza del cuerpo lo premiaron en 1649 con una casa en su ciudad natal, hoy reciclada en ese pub. Ignoro si sean descendientes de tan próspero verdugo los regenteadores de ese negocio pero bien que exhiben en una placa la hazaña de su coterráneo.

No quiero terminar este texto con una alusión mortuoria. Junto a ese pub (public house) está el Galway Woolen Market, donde venden lana gruesa (tipo Santa Ana Chiautempan) de las islas Aran; lana de la región, lana virgen fina, gloriosas bufandas, y desde luego, tweed. La mejor lana del mundo, en la no docta opinión de este usuario y amador de los productos de County Donegal.

Adiós Irlanda, hasta pronto (hopefully)

Cong, County Mayo, Irlanda – Llega la hora de despedirse de un lugar de donde me cuesta irme y adonde quisiera regresar muchas veces más. Irlanda enamora al visitante, y todo amor busca siempre la presencia viva. Irlanda es amable, enamorable, querible, caminable.



En este país con influencia industrial inglesa los excusados tienen la manija a la derecha y son peor de incómodos los horrendos enchufes eléctricos, enormes, bromosos y escasos. Pero tengo el privilegio de preferir circular por la izquierda; creo que si yo llegara del rojo Marte y me informaran que en el planeta azulverde hay coches, y tienen que conducirse de un lado de la carretera, elegiría el izquierdo. No me cuesta trabajo alguno hacerlo y en Irlanda (con ayuda de mi ahijado, que compartió el volante) manejé, sin contratiempos, unos 1,200 km con el único efecto de cierto dolor en músculos de mi brazo izquierdo que uso poco. Y además ¡oh maravilla europea! el coche era de transmisión manual de seis velocidades y con pedal de embrague. En México nos hemos agringado tanto, que los coches de velocidades son superchafas o deportivos superlujosos. ¡Vaya decadencia!



Las supercarreteras son excelentes, pero en toda Irlanda no vi un solo bache; se ve que los caminos (como ocurre en Inglaterra) normalmente no inciden en los terrenos vecinos; no hay derechos de vía (zonas de equis metros a lo largo de toda carretera) de modo que hay árboles, cercas, albarradas y arbustos a centímetros del camino, lo cual suele rallar la lámina del lado izquierdo. A veces la abundante y cercana vegetación forma unos como túneles de árboles, sólo atacados por las partes altas de los camiones.



Los abundantes caminos vecinales están perfectamente pavimentados, con una calidad que ya quisiera la así llamada “autopista” del sol, donde he visto burros de cuatro patas que significan un peligro de accidente acaso mayor que los burros de dos. En los caminos irlandeses la cercanía de los predios ocupados tiene sus riesgos. En algún pasaje aparecieron al galope dos caballos blancos y un alazán, y hay que tener cuidado con los borregos de nariz y patas negras o con eventuales vacas. Pero fuera de precauciones obvias, se puede circular perfectamente y a límites más que razonables: 100 km/h en un camino vecinal que en México pondrían a 40.



Fue una semana intensa, casi extenuante, una probadita apenas de un país riquísimo, de profunda, compartida civilización. Luego de días, el primer claxonazo que oí lo di yo; la gente es tan urbana, tan paciente, tan educada, tan cortés, que no usa nunca ese instrumento sonoro con que un pueblo tan majadero como el mexicano ha inventado cómo insultar. En Irlanda encender una direccional modifica en definitiva la conducta del conductor que viene atrás de mí o a mi lado. Difícilmente he encontrado gente más atenta, más amable, más abierta, más humana.



Un español amigo de mi suegro contaba una anécdota que le ocurrió en Inglaterra: le dirigió la palabra a un señor sentado junto a él en un bar y éste, con la petulancia propia de los que se creen mucho, le respondió “Have we been introduced?” por lo que para la próxima que se sentó junto a alguien, como mudo castigo, el amigo español presumía: “¡A ése ya no le dirigí la palabra!” Qué preocupado se habrá quedado ese segundo inglés…



Nada más lejano de ese estilo, que el irlandés. Como decía en un escrito anterior, comparte este pueblo el ánimo abierto, mediterráneo, sencillo, de la gente que encuentra en otro humano a un humano, no a un sirviente o a un inferior. Es frecuente que un irlandés se pusiera a platicar con nosotros por media hora, o simplemente comentara algo sin venir a cuento de una mesa a otra mientras estamos comiendo.



Ya hablaba de las flores, que abundan en una orgía de color en las paredes, puentes, banquetas, parques. Es color esmeralda y como de campo de golf casi todo el pasto. Y en cualquier pueblo, digamos, mucho más pequeño que Topilejo, todo el cableado eléctrico es subterráneo (en Mazaryk invirtieron millonadas en dos años de reparaciones pero se les olvidó meter bajo esas renovadas banquetas los muy decorativos transformadores, postes y cables). Hasta en el poblado más pequeño las banquetas son parejas y bien hechas y están perfectamente delimitadas, los puentes están bien acabados y meticulosamente mantenidos, los basureros son abundantes, en todas partes hay baños públicos donde no da asco entrar, y las calles resisten las lluvias, a las que nuestras autoridades culpan por los baches. Caso para Sherlock Holmes: ¿por qué será que en un país donde llueve más que en México todo el año, no hay ni un bache?



Irlanda está salpicada de lagos, bahías, fiordos, ríos y rías, algunos de ellos producidos por glaciares, donde abundan los pescadores de caña. En un restaurante de un pueblo cualquiera comí el mejor bacalao de mi vida, recién pescado en la región; ni qué decir del salmón o los mejillones, el cordero y la ternera. Se come infinitamente mejor que en la Inglaterra de los fish and chips.



Y esta pequeña república, este pueblo escaso cuya población total no supera a la geografía del solo Distrito Federal, ha producido la mejor literatura en lengua inglesa, con 3 premiados con el Nobel (James Joyce y Oscar Wilde no figuran en la lista). Fabrican un whiskey fuerte, aunque me gusta más el escocés (también me identifico con Escocia, y sin derecho de sangre, formo orgullosamente parte del clan Innes, por invitación expresa del capoclan).



Hace años leí en una excelente novela de Taylor Caldwell, Captains and the Kings, un diálogo que sólo en la memoria conservo. El protagonista, un irlandés que sale del County Armagh por la hambruna y llega con una mano adelante y otra atrás a EEUU, llega a acumular una inmensa fortuna y aspira a que su hijo sea presidente (algo quizá inspirado en los Kennedy). Ese destacado irlandés demuestra a un inglés que la más auténtica legitimidad británica entre las vecinas islas corresponde a los irlandeses, pues llegaron antes que ellos y en cierto tiempo no sólo los dominaron sino los tenían como esclavos. No tengo a la mano el libro, que quisiera releer luego de esta visita, y no sólo para recuperar eso de que lo irlandés es más genuinamente británico que lo inglés.



Last but never least, las bellísimas mujeres irlandesas son tan abiertas y amables como los varones, y con unos ojos de un color gris-azul clarísimo, que no he visto en otra parte, salvo en Le Marche, región adriática de Italia, al sur de Rimini. El típico irlandés es blanco muy claro, con ojos parecidos al cielo de su país, y con pelo más bien negro. El pelirrojo, me dicen, no es oriundo de estas islas, sino más bien proveniente de las invasiones vikingas. Yo pensaba que el pelirrojo era característicamente celta pero en fin, nunca es tarde para demostrar que uno es cada día más ignorante.



Por necesidad logística de cercanía con mi Macbook y por la falta de calma en días a veces extenuantes, redacto estas notas días después de haber estado en los lugares indicados, tras pergeñarlas a partir de notas tomadas a mano en una libreta en cada lugar, con la ayuda de una apreciable batería de fotos que (oh prodigio de los medios digitales) no sólo registran la fecha sino también la ubicación. Con esos instrumentos maravillosos de las cámaras fotográficas digitales, los celulares y el Whatsapp, podemos compartir experiencias a tiempo real con los hijos y con amigos en México. Vaya cosas que habrían fulminado en el acto a mi abuelo materno, que se asombraba de poder oír a Caruso en su cocal de Sabancuy (Campeche) en una Victrola de discos de 78.
Toca ahora el turno, también brevemente, a la eterna España y al desconocido Portugal.

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El santo que expulsó a las serpientes

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