Buhedera

El sastre, el zar y el oso

El sastre, el zar y el oso
Cultura
Mayo 18, 2015 11:46 hrs.
Cultura ›
Guillermo Farber › diarioalmomento.com

Esta es la historia de un sastre, un zar y su oso (otras versiones hablan de un burro, un búho, etc, pero la moraleja es la misma en todas).

Un día el zar descubrió que uno de los botones de su chaqueta preferida se había caído. El zar era caprichoso, autoritario y cruel (como todos los que enmarañan por demasiado tiempo en el poder), así que, furioso por la ausencia del botón mandó a buscar al sastre y ordenó que a la mañana siguiente fuera decapitado por el hacha del verdugo. Nadie contradecía al emperador de todas la Rusias, así que la guardia fue hasta la casa del sastre y arrancándolo de entre los brazos de su familia lo llevó a la mazmorra del palacio para esperar allí su muerte.

Al atardecer, cuando un guardia de la cárcel le llevó al sastre la última cena, éste meneó la cabeza y musitó: “Pobre Zar.” El guardia no pudo evitar la carcajada: “¿Pobre del zar? Pobre de ti. Tu cabeza quedará bastante lejos de tu cuerpo mañana mismo.” “Tú no entiendes”, dijo el sastre, “¿Qué es lo más importante para nuestro zar?” “¿Lo más importante?”, contestó el guardia. “No sé. Su pueblo.” “No seas estúpido. Digo algo realmente importante para él.” “¿Su esposa?” “¡Más importante!” “¿Los diamantes?”, creyó adivinar el carcelero. “No, ya sé. ¡Su oso!” “Eso, su oso.” “¿Y?” “Mañana, cuando el verdugo termine conmigo, el zar perderá su única oportunidad para conseguir que su oso hable.” “¿Tú eres entrenador de osos?” “Un viejo secreto familiar. Pobre del zar.”

Deseoso de ganarse los favores del zar, el pobre guardia corrió a contarle al soberano su descubrimiento: ¡el sastre sabía enseñarle a hablar a los osos! El zar estaba encantado. Mandó a buscar inmediatamente al sastre y cuando lo tuvo frente a sí le ordenó:

“¡Enséñale a mi oso nuestro lenguaje!” El sastre bajó la cabeza y dijo:

“Nada me gustaría más que complacer a su majestad, pero enseñar a hablar a un oso es una tarea ardua, lleva tiempo... y por desgracia tiempo es lo que menos tengo.” “¿Cuánto tiempo llevaría el aprendizaje?”, preguntó el zar. “Depende de la inteligencia del oso.” “¡Mi oso es muy inteligente!, exclamó el zar. “De hecho es el oso más inteligente de todos los osos de Rusia.” “Bien, si el oso es inteligente y siente deseos de aprender... yo creo... que el aprendizaje duraría... duraría... no menos de... dos años.”

El zar pensó un momento y luego ordenó: “Bien, tu pena será suspendida por dos años, mientras tanto tú entrenas al oso. Mañana

empezarás.” “Alteza”, dijo el sastre, “si tú mandas al verdugo a ocuparse de mi cabeza, mañana estaré muerto, y mi familia se las ingeniará para sobrevivir. Pero si me conmutas la pena, yo tendré tiempo para dedicarme a tu oso, aunque deberé trabajar de sastre para mantener a mi familia.” “Eso no es problema”, dijo el zar. “A partir de hoy y durante dos años tú y tu familia estarán bajo la protección real. Serán vestidos, alimentados y educados con el dinero del zar y nada que necesiten o deseen les será negado. Pero, eso sí... Si dentro de dos años el oso no habla, te arrepentirás de haber pensado en esta propuesta. Rogarás haber sido muerto por el verdugo. ¿Entiendes, verdad?” “Sí, alteza.” “Bien. ¡¡Guardias!! Que lleven al sastre a su casa en el carruaje de la corte, denle dos bolsas de oro, comida y regalos para sus niños. Ya. ¡¡Fuera!!” El sastre en reverencia y caminando hacia atrás, comenzó a retirarse mientras musitaba agradecimientos. “No olvides”, le dijo el zar apuntándolo con el dedo directamente a la frente. “Si en dos años el oso no habla…”

Cuando todos en la casa del sastre lloraban por la pérdida del padre de familia, el sastre apareció en la casa en el carruaje del zar, sonriente, eufórico y con regalos para todos. La esposa del sastre no cabía en su asombro. Su marido que pocas horas antes había sido llevado al cadalso volvía ahora, exitoso, acaudalado y exultante.” Cuando estuvieron solos el hombre le contó los hechos. “¡Estás loco!”, chilló la mujer. “¡Enseñar a hablar al oso del zar. Tú, que ni siquiera has visto un oso de cerca. ¡Estás loco!” “Calma mujer, calma. Mira, me iban a cortar la cabeza mañana al amanecer, ahora tengo dos años. En dos años pueden pasar tantas cosas. En dos años se puede morir el oso, se puede morir el zar, me puedo morir yo. Y lo más importante ¡por ahí el oso habla!”



OOOOOOMMMMMM
Recuerda meditar cuanto puedas, cuando puedas.



Tus comentarios: gfarberb@gmail.com
Mis comentarios: www.telefarber.com.mx/web

Ver nota completa...

Suscríbete

Recibe en tu correo la información más relevante una vez al mes y las noticias más impactantes al momento.

Recibe solo las noticias más impactantes en el momento preciso.

El sastre, el zar y el oso

Éste sitio web usa cookies con fines publicitarios, si permanece aquí acepta su uso. Puede leer más sobre el uso de cookies en nuestra política de uso de cookies.