Empañan la visita del Papa Francisco

Los mexicanos siempre nos distinguimos por ser los mejores anfitriones, máxime cuando recibimos a un personaje como lo es el Papa Francisco. Predominan el catolicismo y la fe guadalupana, en todo el territorio nacional, además de caracterizarnos por lo hospitalario. Sin embargo en los primeros días de la estancia de Su Santidad, salpican detalles que pudieron evitarse.
Para comenzar, las disposiciones dictadas y ejecutadas por el Estado Mayor Presidencial, en cuanto al cierre de calles, avenidas, circuitos y demás vialidades, así como cercar zonas con mucha anticipación, dan la imagen de que la Ciudad de México es una amenaza para sus visitantes ilustres y hay que protegerlos hasta del viento. ¿El Presidente de la República fue enterado de que pudiera ocurrir algo grave en la persona del primer Papa jesuita y latinoamericano?
También fue limitada la circulación de Las personas. No cualquier ciudadano podía acercarse al paso del Papa Francisco y menos pretender tenderle la mano. Hubo escenas en la televisión que podrían desmentir a este comentarista, porque se veía que señores de traje tomaban en brazos a bebés y el Santo Padre les hacía caricias. Pero, pero el que nunca falta, eso ya estaba preparado, sin que, por supuesto, lo supiera el heredero de San Pedro.
Olvidaron nuestras autoridades que desde el primer día en que Jorge Mario Bergoglio Sivorí empezó su papado, advirtió que siempre procedería con humildad y que deseaba estar en contacto directo, sin barreras, con la gente, con el pueblo, con los feligreses. El sábado nuestra hermosa Plaza de la Constitución, el Zócalo, lució desangelado, no estaba pletórico como en aquellos días en que el pueblo estuvo a la mínima distancia del Papa Juan Pablo II.
Cuando Francisco dejó el helicóptero que lo traslado de la Nunciatura, en la Colonia Guadalupe Inn, a terrenos de Ecatepec de Morelos, Estado de México, subió a uno de los cinco “papamóviles” e hizo un largo recorrido hasta donde ofició la santa misa. En las pantallas televisivas vimos las, escuálidas vallas en varios tramos. En otras rutas, como cuando salía hacia el aeropuerto, simplemente las calles laterales estaban vacías. ¡Por qué?, porque se le impidió al pueblo acercarse.
La expresión del Papa se transformó en sus visitas a Chiapas y a Michoacán. En su rostro denotaba que estaba en un ambiente no controlado. La gente estuvo más cerca de él. Se sintió muy reconfortado al encontrarse con los jóvenes, a quienes dirigió un mensaje profundo y los instó para que no se dejen seducir por quienes les ofrecen dinero y supuestas comodidades.
Este miércoles concluye su estancia en territorio mexicano y estamos seguros de que Jorge Mario Bergoglio Sivorí, el latinoamericano, el jesuita, ha cumplido con creces ante los mexicanos que siguen preguntándose cuáles fueron los motivos que tuvo el gobierno del Presidente Peña Nieto para secuestrar al distinguido visitante, sin entender que el Papa Francisco llegó con información recabada por sus amigos, colaboradores y contactos.
Con una visión muy completa, con un amplio panorama de la realidad mexicana, Francisco retorna a sus oficinas de Jefe de Estado. Como pastor como Su Santidad, se percató de que en México, los obispos y los cardenales deben salir a la calle y mezclarse con el pueblo, atraer a los jóvenes, practicar la doctrina cristiana. Hay dos cardenales que deberán ser tan sencillos como el mismo Papa, olvidarse los lujosos automóviles blindados y de las escoltas. Uno está en la Ciudad de México y el otro en Guadalajara, aunque en retiro, por edad, pero sigue con el capelo cardenalicio.
DOS PREGUNTAS PARA MEDITAR:
¿Qué temieron las autoridades federales? y ¿Quisieron ocultarle al Papa la realidad que vivimos los mexicanos?
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