En medio de la tempestad


El Señor suele embarcarse con nosotros, porque quiere llevarnos más lejos

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En medio de la tempestad
Religión
Junio 19, 2021 19:14 hrs.
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La Palabra de Dios

Domingo 20 junio 2021

Primera Lectura
Jb 38, 1. 8-11
El Señor habló a Job desde la tormenta y le dijo:
’Yo le puse límites al mar,
cuando salía impetuoso del seno materno;
yo hice de la niebla sus mantillas
y de las nubes sus pañales;
yo le impuse límites con puertas y cerrojos y le dije:
‘Hasta aquí llegarás, no más allá.
Aquí se romperá la arrogancia de tus olas’’.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor

Salmo Responsorial
Salmo 106, 23-24. 25-26. 28-29. 30-31
R. (1b) Demos gracias al Señor por su bondades.
Los que la mar surcaban con sus naves,
por las aguas inmensas negociando,
el poder del Señor y sus prodigios
en media del abismo contemplaron. R.
R. Demos gracias al Señor por su bondades.
Habló el Señor y un viento huracanado
las olas encrespó;
al cielo y al abismo eran lanzados,
sobrecogidos de terror. R.
R. Demos gracias al Señor por su bondades.
Clamaron al Señor en tal apuro
y él los libró de sus congojas
Cambió la tempestad en suave brisa,
y apaciguó las olas. R.
R. Demos gracias al Señor por su bondades.
Se alegraron al ver la mar tranquila
y el Señor los llevó al puerto anhelado.
Den gracias al Señor por los prodigios
que su amor por el hombre ha realizado. R.
R. Demos gracias al Señor por su bondades.

Segunda Lectura
2 Cor 5, 14-17
Hermanos: El amor de Cristo nos apremia, al pensar que si uno murió por todos, todos murieron. Cristo murió por todos para que los que viven ya no vivan para sí mismos, sino para aquel que murió y resucitó por ellos.

Por eso nosotros ya no juzgamos a nadie con criterios humanos. Si alguna vez hemos juzgado a Cristo con tales criterios, ahora ya no lo hacemos. El que vive según Cristo es una creatura nueva; para él todo lo viejo ha pasado. Ya todo es nuevo.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor

Aclamación antes del Evangelio
Lc 7, 16
R. Aleluya, aleluya.
Un gran profeta ha surgido entre nosotros.
Dios ha visitado a su pueblo.
R. Aleluya.

Evangelio
Mc 4, 35-41
Un día, al atardecer, Jesús dijo a sus discípulos: ’Vamos a la otra orilla del lago’. Entonces los discípulos despidieron a la gente y condujeron a Jesús en la misma barca en que estaba. Iban además otras barcas.

De pronto se desató un fuerte viento y las olas se estrellaban contra la barca y la iban llenando de agua. Jesús dormía en la popa, reclinado sobre un cojín. Lo despertaron y le dijeron: ’Maestro, ¿no te importa que nos hundamos?’ Él se despertó, reprendió al viento y dijo al mar: ’¡Cállate, enmudece!’ Entonces el viento cesó y sobrevino una gran calma. Jesús les dijo: ’¿Por qué tenían tanto miedo? ¿Aún no tienen fe?’ Todos se quedaron espantados y se decían unos a otros: ’¿Quién es éste, a quien hasta el viento y el mar obedecen?’
Palabra del Señor
Gloria a ti, Señor Jesús

’ ¿Aún no tenéis fe? ’
Introducción
En el contexto histórico de este año 2021, donde se concentran varios eventos eclesiales, la palabra de Dios se pronuncia en medio de su Iglesia y la impulsa a tomar una decisión que ha de ser firme y sin equívocos. De todos es sabido que las decisiones comprometen y definen el camino sobre el que deseamos poner nuestros pies, así como la responsabilidad que asumimos como seres humanos.

La perspectiva desde la que se ven las cosas determina dónde nos ubicamos como personas. Es evidente que cabe juzgar la realidad de manera desenfocada y es posible quedar atrapados en un bucle de desesperanza, sin horizonte.

Job se equivocaba; el mismo Dios le sacó de su error para que no permaneciera en la mediocridad que conduce al abismo de la nada. San Pablo lo aprendió en su propio caminar: no hay opción alternativa; bueno, sí la hay, pero no era buena idea. Los discípulos lo aprendieron sobre la marcha: o con El, siempre y en toda circunstancia, o, de lo contrario, sólo queda una perenne zozobra.
D. Juan José Llamedo González, OP
Fraternidad Sacerdotal de Santo Domingo de España

Comentario al Evangelio

Enrique Martínez de la Lama-Noriega, cmf
EN MEDIO DE LA TEMPESTAD

El miedo llamó a mi puerta.

La fe fue a abrir.

No había nadie. (M Luther King)



Se ve que a Jesús no le gustan las barcas paradas, amarradas. No tiene afición a los puertos. Ni a quedarse siempre en el mismo sitio. Le interesa la otra orilla (pagana), las periferias existenciales (Papa Francisco). Y empuja a sus discípulos al mar.

A nosotros se nos da bien «subirnos a la barca»:

Iniciamos un proyecto, una empresa, una relación de pareja, un camino de oración, una comunidad cristiana, unos estudios, un programa de formación en la fe...

Pero con frecuencia nos quedamos amarrados en el puerto contemplando el mar, y las gaviotas, el cielo y el horizonte... O sí, tal vez nos montamos en la barca, pero dispuestos a dar un salto a tierra firme tan pronto como se agiten un poco las olas o nos dé el viento en la cara.

Sin embargo, la palabra del Señor Jesús ha sonado hoy muy clara: ¡PASEMOS A LA OTRA ORILLA!

Nos sentimos tranquilos y seguros cuando creemos dominar la situación. Cuando conocemos la barca y la manejamos con soltura y seguridad. Y así procuramos apañarnos por nuestra cuenta, con nuestros propios recursos. Preferimos no tener que contar con nadie, no pedir ayuda. Tampoco al Señor...

Los discípulos, avezados pescadores del Lago, son los que manejan la barca. Ya han navegado muchas veces, «ya saben». Les da tranquilidad ver que hay otras barcas alrededor, haciendo lo mismo que ellos. Seguramente se sienten tranquilos porque llevan a Jesús a bordo. «No vamos solos», se dicen. Y como no le necesitan (¡qué nos va a decir él!), el Maestro se despreocupa. Y se les queda dormido. Va con ellos en la barca. Pero... como si no fuera.

El caso es que en todo mar (en todo proyecto, en todo viaje...), siempre es posible la tormenta. Y se agitaron las olas, se oscureció el sol, el viento les sacudía... ¡también por dentro! Pero como hemos dejado que el Señor se duerma... ¡ahora no nos atrevemos a despertarlo!

El Señor suele embarcarse con nosotros, porque quiere llevarnos más lejos:

+ Cuando te casaste en la Iglesia, él aceptó estar a bordo. Cuando te bautizaste, te confirmaste, él se subió a bordo.

+ Cuando comenzaste tus estudios o tu trabajo profesional... él quería viajar contigo.

+ Cada vez que le pides perdón y te reconoces pecador, le estás invitando a subirse de nuevo a bordo.

+ Cuando te reúnes con otros para contruir la comunidad cristiana, él hace tiempo que está ya en cubierta.

+ Cada vez que te acercas a él en la oración y le dices «aquí me tienes, ¿qué quieres de mí?» Pues quiere que vayas más allá de lo que te planteas.

+ Cuando quieres amar y servir con él y entregarte a fondo perdido, es porque él va a bordo.

Pero si no contamos con él, si no le preguntamos nada, si no cuenta en nuestros planes... Pues se quedará dormido

Y entonces, nerviosos y asustados le damos un grito: «Maestro. ¿No te importa que perezcamos?». ¿No te importa que nos vayamos a pique?

Hasta le echamos la culpa. La barca la llevábamos nosotros, nos habíamos olvidado de él, y ahora...

¡Él tiene la culpa de que nos hayamos metido en la tormenta y de nuestro miedo! Haz algo, ¡calma la tormenta! ¿No fuiste tú quien nos mandó que fuéramos a la otra orilla? Si nos hubiéramos quedado en el muelle, seguros, sin arriesgarnos...

Para sorpresa de los discípulos, es él quien les reprocha: «Pero, vamos a ver: ¿No voy con vosotros en la barca? ¡Pues fíate! ¿Por qué no confías? ¿Es que no tienes fe?» (Lo opuesto a la fe es... el miedo).

Algo que podemos aprender de esta escena evangélica es que tenerle en nuestra barca, no significa que estemos seguros «a pesar de la tempestad»,

sino que todo marcha bien ‘en medio’ de la borrasca, que sólo se llega a la otra orilla venciendo las borrascas.

Que no podemos quedarnos donde siempre, en lo seguro, en lo ya conocido...

Como nos ha dicho hoy San Pablo: «El que vive con Cristo, es una creatura nueva. "Lo viejo" ha pasado, ha llegado lo nuevo».

Tener fe, por tanto, no significa dar por hecho que él calmará todas las tormentas. Tener fe significa confiar en que en medio de la tormenta ÉL VA CONMIGO.

Tener fe es no tener miedo a hundirse, porque Él va a bordo. Cristo murió por todos, para que los que vivimos, ya no vivamos para nosotros mismos, sino para el que murió y resucitó por nosotros.

Por eso, que no sea el miedo quien nos apremie: sino que nos apremie el amor de Cristo.

Tener fe no es esperar que él calme la tormenta (aunque algunas veces lo haga), sino ir fiados del Padre, y saber que la tormenta nos dará pericia, nos hará fuertes y podremos llegar a otro puerto al que Él nos conduce, a esa otra «orilla» que no conocemos, a esos que no son de los nuestros, a esas periferias que no le interesan a nadie... ¡Pero a él sí! y necesita (¡nosexige!) que vayamos con él.

Y al final de todas nuestras travesías tormentosas, él nos esperará «en la Otra Orilla»

A partir de un texto de Dolores Aleixandre

Quique Martínez de la Lama-Noriega, cmf

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