’Éste es mi Hijo amado; escúchenlo’.



Fiesta de la Transfiguración del Señor

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’Éste es mi Hijo amado; escúchenlo’.
Religión
Agosto 05, 2021 20:45 hrs.
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La Palabra de Dios

Viernes 06 de agosto 2021.
Lectura I
Dn 7, 9-10. 13-14
Yo, Daniel, tuve una visión nocturna:
Vi que colocaban unos tronos
y un anciano se sentó.
Su vestido era blanco como la nieve,
y sus cabellos, blancos como lana.
Su trono, llamas de fuego,
con ruedas encendidas.
Un río de fuego brotaba delante de él.
Miles y miles lo servían,
millones y millones estaban a sus órdenes.
Comenzó el juicio y se abrieron los libros.

Yo seguí contemplando en mi visión nocturna
y vi a alguien semejante a un hijo de hombre,
que venía entre las nubes del cielo.
Avanzó hacia el anciano de muchos siglos
y fue introducido a su presencia.
Entonces recibió la soberanía, la gloria y el reino.
Y todos los pueblos y naciones
de todas las lenguas lo servían.
Su poder nunca se acabará, porque es un poder eterno,
y su reino jamás será destruido.


Salmo Responsorial
Del Salmo 96
R. (1a y 9a) Reina el Señor, alégrese la tierra.
Reina el Señor, alégrese la tierra;
cante de regocijo el mundo entero.
Tinieblas y nubes rodean el trono del Señor
que se asienta en la justicia y el derecho.
R. Reina el Señor, alégrese la tierra.
Los montes se derriten como cera
ante el Señor de toda la tierra.
Los cielos pregonan su justicia,
su inmensa gloria ven todos los pueblos.
R. Reina el Señor, alégrese la tierra.
Tú, Señor, altísimo,
estás muy por encima de la tierra
y mucho más en alto que los dioses.
R. Reina el Señor, alégrese la tierra.

Lectura II
2 Pedro 1, 16-19
Hermanos: Cuando les anunciamos la venida gloriosa y llena de poder de nuestro Señor Jesucristo, no lo hicimos fundados en fábulas hechas con astucia, sino por haberlo visto con nuestros propios ojos en toda su grandeza. En efecto, Dios lo llenó de gloria y honor, cuando la sublime voz del Padre resonó sobre él, diciendo: ’Éste es mi Hijo amado, en quien yo me complazco’. Y nosotros escuchamos esta voz, venida del cielo, mientras estábamos con el Señor en el monte santo.

Tenemos también la firmísima palabra de los profetas, a la que con toda razón ustedes consideran como una lámpara que ilumina en la oscuridad, hasta que despunte el día y el lucero de la mañana amanezca en los corazones de ustedes.


Aclamación antes del Evangelio
Mt 17, 5
R. Aleluya, aleluya.
Éste es mi Hijo muy amado, dice el Señor,
en quien tengo puestas todas mis complacencias; escúchenlo.
R. Aleluya.

Evangelio
Mc 9, 2-10
En aquel tiempo, Jesús tomó aparte a Pedro, a Santiago y a Juan, subió con ellos a un monte alto y se transfiguró en su presencia. Sus vestiduras se pusieron esplendorosamente blancas, con una blancura que nadie puede lograr sobre la tierra. Después se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús.

Entonces Pedro le dijo a Jesús: ’Maestro, ¡qué a gusto estamos aquí! Hagamos tres chozas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías’. En realidad, no sabía lo que decía, porque estaban asustados.

Se formó entonces una nube, que los cubrió con su sombra, y de esta nube salió una voz que decía: ’Éste es mi Hijo amado; escúchenlo’.

En ese momento miraron alrededor y no vieron a nadie sino a Jesús, que estaba solo con ellos.

Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó que no contaran a nadie lo que habían visto, hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos. Ellos guardaron esto en secreto, pero discutían entre sí qué querría decir eso de ’resucitar de entre los muertos’.
Palabra del Señor
Gloria a ti, Señor Jesús

Reflexión del Evangelio de hoy

El relato de la Transfiguración de Marcos nos asoma a una experiencia intensa de Jesús con sus discípulos, camino de Jerusalén después de haber anunciado la pasión, para que esos discípulos puedan introducirse de lleno en el camino y en la verdadera misión de Jesús. Los discípulos, o bien desean los primeros puestos del reino, o bien quieren quedarse en el monte de la gloria de la transfiguración, como Pedro. Jesús va al monte para orar y entrar en el misterio de lo que Dios le pide; desde esa experiencia de oración intensa puede iluminar su vida para saber que le espera lo peor, pero que Dios estará siempre con él.

La decisión de Jesús de bajar del monte de la transfiguración y seguir caminando hacia Jerusalén, lugar de la Pasión, es la decisión irrevocable de transformar el mundo, la religión y la vida. Es verdad que eso le llevará a la muerte. Esa decisión tan audaz, como decisión de una misión que ahora se confirma en su experiencia con lo divino, con la voz del Padre, no le llevará directamente al triunfo, sino a la muerte.

Pero el triunfo de la resurrección lo ha podido contemplar, a su manera, en ese contacto tan intenso con el misterio de Dios. Dios le ha revelado su futuro, la meta, la victoria de la vida sobre la muerte. Y ahí está su confianza para seguir su camino y hacer que le acompañen sus discípulos. Estos seguirán sin entenderlo, sin aceptarlo, preparándose o discutiendo sobre un premio que no llegará de la forma que lo esperaban. Del cielo se ha oído un mandato: "escuchadlo", pero no lo escuchan porque su mentalidad es bien otra. Jesús los ha asomado un poco a la "gloria" de una vida nueva y distinta, pero no lo han entendido todavía.

Dios sigue invitándonos hoy a la escucha de su Hijo, de Cristo el Señor; en la escucha podemos encontrar nitidez en el diálogo con Dios. El diálogo no sólo son preguntas que lanzamos a Dios, también hay respuestas que nos orientan hacia la fe: ESTE ES MI HIJO, ESCUCHADLO.

Jesús nos invita a su intimidad, a la participación de su vida con Dios. Nos enseña la gloria, se pone en la línea de Abrahán, padre de nuestra fe, y el Profeta Elías. No obstante, aunque nos indique el camino de la gloria, nos vuelve a la realidad humana. La experiencia de Pasión, de cruz y muerte ha de vivirse con entrega, desde el servicio y la donación total. Es el amor lo que nos conducirá a un camino de confianza en Dios. No es un amor que nos ciega, es un amor que nos ayuda a reflexionar por el sentido de la vida.

Hemos de estar atentos a los matices que las lecturas de hoy nos sugieren. Quizás pensemos que la vida de fe es el camino donde Dios nos lo da todo, sin más contemplaciones, porque creamos que lo merecemos. Pero, ¿y cuál es mi sacrificio? ¿Cuál es mi entrega y mi servicio? ¿Qué profundidad tiene nuestro amor a Dios y los hermanos?

En nuestra oración podemos quedarnos prendados de un cierto bienestar que nos produce la compañía de Dios, quizás podamos estar tentados en construir como Pedro tres chozas, para evadirnos de la realidad. La vida hay que vivirla confiados en Dios, pero los trazos con que es dibujada son distintos, hay que vivirlos tal cual, llenos de la confianza en Dios.

Fray Alexis González de León O.P.
Convento de San Pablo y San Gregorio (Valladolid)

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