La vida como es…

Garzas

Garzas
Periodismo
Octubre 07, 2013 13:24 hrs.
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Octavio Raziel › diarioalmomento.com

Los pájaros copulan en un segundo.

Como en muchas otras ocasiones, Alberto ha estado a punto de tirar el arpa; no leer, no escribir. Pereza mental atorrada que no le permite hacer. Dejar de soñar después de la tregua nocturna.

Sentarse frente al televisor a idiotizarse viendo telenovelas o los llamados reality show; abundantes programas donde la sangre brote a borbotones. Noticiarios que manipulen la información. Observar a los nefastos gobernantes y escuchar al pueblo preguntarse: “Qué habrán hecho hoy. Qué prepararán estos desalmados. Qué nueva medida contra la gente habrán ideado. Qué ley insensata o injusta habrán aprobado. Qué derechos y libertades nos habrán mermado. Qué falta de piedad querrán aplicar. Qué mentiras habrán inventado”

El propósito de Alberto no se cumple. Aún quedan en el archivero huecos por llenar: letras, párrafos, oraciones, pensamientos, ideas que desparramar mientras golpea con furia el teclado; sueños que se esparcen, que vuelan como las garzas que Alberto vio llegar esta tarde otoñal a Tetecalita, Morelos.

El tiempo pasado, ese que parece irreal, regresa en ocasiones en forma de sueños, aromas, colores, sonidos, sabores, susurros que nos traen recuerdos, nos transportan a momentos que creíamos perdidos.

I have a Dream… cuatro palabras que han quedado grabadas en el disco duro del memorial universal, como un mensaje de esperanza. Todo gira alrededor de un sueño: como “Imagina” de John Lenon, “Yesterday” de Paul McCartney o la teoría de Einstein. La vida de Alberto ha sido un entrelazado de sueños. Cantos de sirenas que lo llaman, lo envuelven. Con la nariz metida entre la página par y la impar, recorriendo las líneas, observando las ilustraciones cuando las hay. Así fue construyendo sus sueños por la vida.

Se pregunta: porqué si apenas hace unas semanas (santas) rebasé los 50 (¿O serían los 60?) se le han presentado tantos males mortales. Todos, hasta hoy, superados. Dos pelones de dientes me sigue dando la Calaca, presume.

El tiempo, en su huida, ha dejado algunas veces sueños rotos frente a un futuro incierto. Lo importante es no perder el valor o la esperanza; no abandonar el esfuerzo, la apuesta por el porvenir. Reconstruir cada día mi fortaleza mental.

Hay tanto por leer y queda tan poco tiempo para hacerlo. “Mis bendiciones” (167 pp) el texto del maestro Carlos Ravelo Galindo es una gran lección del profesionalismo periodístico. Se disfruta de cabo a rabo en una sentada -que concluyó a las 2 de la mañana- y debe ser ejemplo de lucha para quienes ejercen el periodismo en todas sus formas. Le sigue “Nieve” de Orhan Pamuk, que está costando trabajo, pero ya lo terminaré, dice Alberto. En espera: “Dios y los náufragos”, de José Ramón Ayllon; Cuentos de la revolución mexicana (UNAM); “Y las montañas hablaron” de Khaled Hosseini, “El libro del amor”, de Kathleen MacGowan (de la zaga “La esperada”, la vida de María Madalena) y varios más que hacen fila. Tantas páginas y tanta urgencia. Tan corto es el lapso. Como siempre, el síndrome de la impaciencia me asalta.

Yazgo aquí, recostado sobre la grama, observando cómo pasan las garzas. Son las primeras que cruzan este cielo y que me recuerdan que el otoño ya llegó.

¿Por qué inicié este escrito con una apreciación ornitológica?

Fue sólo un breviario cultural.

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