De política y cosas peores

Gran poeta; hombre infeliz

Gran poeta; hombre infeliz
Periodismo
Junio 23, 2021 18:26 hrs.
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Armando Fuentes Aguirre › guerrerohabla.com

Aquel extraordinario maestro que fue Guillermo Meléndez Mata nos hizo leer en el bachillerato del glorioso Ateneo la poesía de Lugones. Eminente poeta fue éste, que dejó algunos libros con nombres muy dramáticos: ’Cuentos fatales’, ’Las fuerzas extrañas’, ’El ángel de la sombra’, ’La torre de Casandra’; y otros con denominaciones vagarosas: ’Lunario sentimental’, ’Las horas doradas’, ’Los crepúsculos del jardín’...

Leopoldo Lugones, argentino, nació en 1874 y murió el año de mi nacimiento: 1938. Su vida fue dramática; José Emilio Pacheco la narró como si fuera un cuento de horror. El bardo recibió de su madre una formación católica sumamente estricta. Eso explica por qué Leopoldo proclamaba con orgullo que era uno de los pocos hombres de Argentina que sólo había conocido carnalmente a una mujer: la suya.

En su juventud el poeta fue socialista. ¿Quién no ha sido socialista en su juventud? Algunos perseveran en ese error nacido de idealismo, pero él no. Fue socialista radical, y tuvo alientos revolucionarios: la primera revista que fundó aparecía fechada con los nombres que la Revolución Francesa dio a los meses: Germinal, Nivoso, Fructidor... Luego, sin embargo, se hizo conservador -ya tenía algo qué conservar-, y degeneró en fascista. Fue partidario feroz de los militares -en Argentina muchos militares han sido feroces-, y pronunció un tremendo discurso en defensa de la dictadura de su tiempo.

Eso, claro, no le quita a Lugones su dimensión de gran poeta. Borges aceptó el homenaje que Pinochet le rindió, y eso no resta un ápice a la perfección de sus sonetos. Sé de poetas que votaron por AMLO, lo cual no disminuye -al menos en forma significativa- el mérito de su obra.

Lugones acabó su vida quitándosela por propia mano. En la edad madura se enamoró de una muchacha de 20 años, lo cual provocó el fin de su matrimonio y el odio de su único hijo, llamado Leopoldo, como él. Este tal hijo fue un hijo de tal. A él se atribuye la invención del instrumento de tortura policial que en Argentina llaman ’la picana’, y que aquí conocimos en pasadas épocas con el nombre de ’chicharra’, un infame aparato con el cual se dan toques eléctricos en los testículos a los atormentados para arrancarles alguna confesión.

Este Lugones junior amenazó a su padre con hacerlo declarar loco y encerrarlo en una casa de orates si no cortaba su relación con la muchacha. A su pesar Lugones renunció a aquel tardío amor. Escribió unos versos finales llenos de honda melancolía:



Calladamente la vida,

calladamente, se va...

Calladamente cumplida

pronto mi hora llegará.

Calladamente la espero

desde que te vi partir.

Calladamente te quiero...

Así me voy a morir.



Y se murió. Por cierto, en modo espantosísimo. Compró un veneno y lo ingirió. La dosis, sin embargo, no fue suficiente para causarle una muerte rápida, y su terrible agonía se prolongó por días. Expiró entre dolores indecibles. Fea muerte para un gran creador de belleza. Dejó un recado póstumo: ’Pido que me sepulten en la tierra, sin cajón y sin lápida que me recuerde. Prohíbo que se dé mi nombre a ningún sitio público. Nada reprocho a nadie. Basta’.

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