Opinión
Sergio Enrique Castro Peña
En nuestras entregas anteriores, nos referimos a la necesidad de cambiar o adecuar nuestro modelo o paradigma social-político-económico como producto del deseo de una persona o de la sociedad en general. Tal posición proviene de considerar que un paradigma como una forma, una guía para adecuar nuestro fines, nuestro objetivos. De igual forma, hicimos énfasis en que, en el cambio de un modelo a otro, existen estados en donde se dan o conviene iniciar el paradigma nuevo con algunos elementos del anterior. Asimismo, hicimos hincapié que no existen los modelos estáticos ya que, día con día sufren evoluciones o transformaciones que se alejan de la percepción original y, que, estas modificaciones pueden ser para bien o para mal (usualmente no son tan beneficiosas como se podría pensar, porque mayormente son producto de agotamiento).
El problema fundamental, por lo tanto, tiene que ver con la existencia o inexistencia de grupos sociales que tengan una visión sobre el futuro que pueda seguir nuestra sociedad. Otro de los aspectos que debe tener todo paradigma, al ser presentado ante la sociedad por su promotor o promotores, debe contener, aparte del objetivo final, cual será el grado de esfuerzo, la actitud y el costo que esta sociedad deberá pagar para alcanzar los logros propuestos al darse el cambio de modelo. Por tal motivo, el lenguaje de los políticos debe ser lo más explicito posible, no tratar de esconderlos con tonadas que endulcen nuestro oído o, con anticipos, monetarios o en especie, con los cuales quieren demostrar que sus promesas tienen un fundamento práctico sino con realidades de lo que debería ser. Otro aspecto que deberíamos considerar y, en las que se basan los políticos con tendencias populistas, son las ideas preconcebidas, esas cuyos fundamentos al final de cuentas, las utilizamos más como autojustificación que como un punto de partida de un análisis serio.
Pero, dejando a un lado la terminología y el significado religioso de Armagedón o Mejido, nos concentraremos, sin llegar a profundizar, en el aspecto bélico de hace aproximadamente 2,700 años, que le dieron origen a esa importancia. De acuerdo con diferentes fuentes, entonces, se realizó una batalla entre dos grandes potencias con el fin de definir su hegemonía. La batalla tuvo como protagonistas al faraón Tutmosis III, el cual en sus afanes expansionistas había conquistado a los pueblos cananeos y de Israel, por lo que había puesto sus ambiciones en el reino de Kadash. La batalla se efectuó en el Valle de Mejido (Armagedón), la cual termino, de acuerdo con el faraón egipcio en un triunfo para los invasores. Sin embargo, a pesar de supremacía egipcia, el faraón Tutmosis tuvo que realizar un acuerdo de paz, para algunos estudiosos el primero de su género, y, constituyo un punto de definición de las políticas de expansión del faraón. La selección de Mejido o Armagedón para realizar esta batalla, además de constituir una zona de rutas muy concurrida y por lo tanto codiciada, es que contaba con una amplia planicie lo cual propiciaba el uso de carruajes de guerra. Por su carácter definitorio en una lucha entre dos grandes fuerzas, es que se utiliza el término Armagedón, esperando que una de esas dos fuerzas salga totalmente triunfante. Sin embargo, la realidad, nos señala que en el juego del poder pocas veces existe una situación en donde uno de los contendientes se lleva todo.
En la prensa nacional para referirse a las próximas elecciones de 2021 utilizan en término musulmán ’la madre de todas las batallas’, por la amplitud y número de puestos que estarán en juego en dichas elecciones (2,442), entre las que destacan quinientas de diputación federal, se renueva la Cámara Baja; quince Gubernaturas; 1910 ayuntamientos y 22 de otros. Sin embargo, tanto para el presidente como los grupos antagónicos a él, la obtención de la mayoría de la Cámara de Diputados es el objetivo primordial. En el caso del presidente, implicaría la instalación de un sistema socialista, tipo chavista, en la frontera, de más tres mil Kilómetros, con los Estados Unidos, entre otras cosas.
Al presidente, le interesa ganar la mayor parte de las gubernaturas en juego, no por su influencia política sino porque para él constituyen una forma más fácil de controlar presupuestalmente y, no una problemática como la que constituye el grupo de Estados Federalistas, que en la actualidad todavía pueden ser manejados. Sin embargo, podrían aumentar la apuesta de sus demandas al no ser atendidas por la ruta la más viable que constituye el ’Pacto Fiscal’ y optar por un camino más cercano a la ’desobediencia civil’, como sería la retención de los impuestos federales hasta que el gobierno central acceda a negociar. Sí el resultado de las gubernaturas beneficia a los grupos contrarios al presidente, la posición de este ante una negociación que le pudiera favorecer se alejaría más, principalmente debido a su incapacidad para cambiar de opinión. Durante la Segunda Guerra Mundial se dice que poco antes de presentarse ante el Parlamento para definir la política de Inglaterra ante la invasión de la Alemania nazi a Checoslovaquia, enfrentando una corriente amplia que proponía se accediera a las exigencias de Hitler, el primer ministro, Winston Churchill, pronunció las palabras siguientes: ’Aquellos que son incapaces de cambiar de opinión, nunca lograran cambiar nada’. Estamos por cumplir dos años de gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador y todavía estamos esperando un cambio o que posponga alguna de sus ideas, no importando el costo que tiene que pagar en seguridad, en salud y bienestar el pueblo que todos los días nos dice quiere tanto.
La gran herramienta, como se menciona constantemente, que posee el presidente son sus mal llamadas conferencias, las cuales son más bien una definición sobre los temas que le interesan al presidente y, no, necesariamente al conjunto de la población, mientras que el conjunto de los grandes medios de comunicación no dejen de ser cajas de resonancia presidencial y se conformen con su participación en el mercado de las comunicaciones, no se podrán tener muchas esperanzas sobre el rumbo que tomarán esas cajas. Un día, la nota importante, porque la señalo en presidente, fue el desaseado manejo de la política internacional al diferir el presidente el reconocimiento de Joe Biden como ganador de las pasadas elecciones en EU. En la actualidad, aparte de México, los únicos países que no le han dado su reconocimiento son Rusia y Corea del Norte.
En lugar de dar una aclaración sobre su comportamiento en este tema, el presidente regresó a refugiarse en su tema predilecto, su supuesta cruzada en contra de la ’corrupción’. Algunos comentólogos, tanto en cuestiones de política exterior como en comercio internacional y, en este caso, bilateral, sobre los efectos de este comportamiento de nuestro mandatario, señalan que ha diferencia con el presidente Trump que privilegiaba más las relaciones personales a las institucionales, se señala que Biden por su formación, su problemática política interna y su necesidad de definir una brecha entre su gobierno, no solo con su posible antecesor <Trump>, sino con el presidente Obama del que fue su ’vicepresidente’ en dos ocasiones, a la utilización de los canales institucionales, con lo cual el presidente y el gobierno mexicano, por su política de desmantelar el aparato gubernamental, estará en franca desventaja.
Otro de los factores importantes que incidirán en las elecciones de 2021 es el resultado de las elecciones presidenciales en los EU. Aquí, cabe precisar que los electores quienes integran el Colegio Electoral de ese país se reunirán, en cada estado, el catorce de diciembre del año en curso para emitir los votos que habrán de contarse, oficialmente, el 6 de enero de 2021 en una sesión conjunta del Congreso y, ahí, anunciar quien será el presidente y vicepresidente. Todo parece indicar que candidato Demócrata, Joseph Robinette Biden Jr. se llevara el triunfo, salvo que ocurra algo nunca visto. Pero, ante lo que tenemos hoy, es conveniente hacer una pequeña reseña de su trayectoria política que nos proporcione una visión más amplia sobre lo que nos espera, pero primordialmente a las relaciones que nuestro país tendrá con la administración estadounidense nueva. Al momento de la toma de posesión, el presidente norteamericano entrante, potencialmente, tendrá 78 años. El mismo candidato ha mencionado que sólo aspira a cumplir un período, en el cual cumplirá los 82 años. Además, se tienen documentados el haber padecido tres aneurismas, los cuales, de acuerdo con los maliciosos, se le notan de cuando en cuando. En su carrera política, lo más relevante, además de sus dotes de plagiario y negociante, a través de su hijo, con chinos y soviéticos, son sus cuatro períodos en el congreso como senador y sus ocho años de vicepresidente con Barack Obama, su mayor virtud es el manejo de las instituciones para el logro de los objetivos propios o de su cargo. De acuerdo al presidente Obama se ’movía como jugador de básquet boll’, solo podía ser percibido con los resultados finales. Se le conoce por ser parte del ala progresistas, aun cuando busca presentarse como parte del centro ’sensato’ del Partido Demócrata’. Su compañera de fórmula, elegida para satisfacer a sus apoyadores afroamericanos, Kamala Harris, pertenece al grupo más radical de la izquierda de los demócratas y proviene de familias inmigrantes jamaiquinas. Por la condición de la salud de Biden se especula que la función de conciliación y coordinación será ejercida por el presidente, mientras que la operación caerá en manos de la vicepresidenta. Por último, debemos considerar que Biden será el segundo presidente católico de EU, el primero fue John F. Kénnedy.
En función del marco de referencia que hemos expuesto, las elecciones a efectuarse en México durante junio de 2021 adquieren una relevancia especial. A pesar de la indiferencia aparente que, hasta la fecha, ha mostrado el equipo de Biden, tenemos la impresión de que las agencias de control exterior estadounidenses llámense embajada, CIA o DEA, así como las internas, FBI, ICE, los departamento de justicia y del tesoro entre otras, que, en una forma u otra, operan en nuestro país, tienen entre sus prospectivas la fortalezas y debilidades que tiene el presidente y su peculiar forma de gobernar (centralizar las decisiones) y, su característica primordial ’su incapacidad de cambiar de opinión, de rumbo, de priorización de los problemas’. Sin embargo, esa misma incapacidad, lo está orillando a uno de sus mayores retos al mandar, primero, el Presupuesto de Egresos 2021, a la Cámara de Diputados, en el cual no tocaban, presupuestalmente hablando, al contrario, sufren incrementos sustanciales, los recursos destinados a sus proyectos, y, por otra parte, solicitaba una reducción del 9% los recursos destinados a los estados de la Federación. De no alcanzar el presidente la mayoría calificada, incluyendo a sus aliados, no se podrá recurrir al principio de gobernabilidad y la Cámara de Diputados tendrá que operar como lo hizo las últimas administraciones presidenciales. Una Cámara sin una facción política mayoritaria, lo cual orillaría al presidente a negociar las modificaciones legales que quisiera establecer.
Para el presidente, perder el control de la Cámara de Diputados, no implica en sí una pérdida total, solamente lo conduciría a permutar o diferir sus objetivos, sin que ello implique una renuncia a los mismos. Para la sociedad en su conjunto constituirá una reafirmación de que su participación electoral, trasciende el mero acto de la emisión de su voto. Esto es, los cambios que los afectan requerirán trascender a las ideas de los partidos o de sus líderes, por más iluminados que parezcan. Deben de recordar que la democracia, por más imperfecta que sea, sigue siendo lo mejor de lo peor. [email protected]