Opinión

Hablemos de subsidios, crecimiento o de la seguridad escurridiza

Hablemos de subsidios, crecimiento o de la seguridad escurridiza
Periodismo
Abril 29, 2016 08:26 hrs.
Periodismo ›
Sergio Enrique Castro Peña › guerrerohabla.com

Los tiempos de la independencia marcaron, querámoslo o no, el rumbo del país. Este proceso fue acompañado por tres problemas que hasta la fecha son irresolubles: la lucha entre las fuerzas conservadoras y las que apoyan el pensamiento liberal; lograr un ambiente de estabilidad y seguridad nacional; y, crear una economía que proporcionara crecimiento, independencia ante el exterior y, en lo interno, civilidad política. Por cuestiones de espacio, de análisis, y dado que la actual administración no ha concluido, nos centraremos en lo concerniente a las políticas de subsidios y fomento económico como estrategias para solucionar los retos anteriormente señalados desde la época porfirista hasta las administraciones panistas en el siglo actual.
Tanto en tiempos pasados como en la actualidad, los términos referentes a subsidios e incentivos han constituido una parte importante en la jerga de los especialistas y de los no tanto, una gran mayoría de políticos, empresarios, organizadores de todo tipo de movimientos o agrupaciones sindicales, o de nosotros simples mortales. Los términos apuntados están íntimamente relacionados con el fomento y apoyo a una actividad económica dada o de carácter social o político. Además, al escuchar dichos términos siempre los ligamos con una actividad que realiza el gobierno, mediante el otorgamiento de recursos monetarios para incentivar o proteger una actividad previamente señalada, considerando intereses nacionales, regionales y, hasta pequeñas comunidades o grupos específicos dados. En este caso, nos referimos a los recursos que el gobierno otorga a empresas, grupos o individuos para fomentar una actividad específica. Ello puede darse mediante la transferencia directa de recursos. Asimismo, dicho fomento puede hacerse mediante la exención del pago de impuestos o el otorgamiento de concesiones. Todo ello, permite que dichos recursos puedan ser destinados a las actividades comerciales, internas y externas, productivas, extractivas, sociales, educativas y a las de reciente incorporación: las políticas. Pero, también tenemos, que pueden ser divididas e incluidas las destinadas a incrementar el ingreso y capacidad de compra, directos, o en especie, indirectos, a fin de que poblaciones más desfavorecidas y con bajos niveles de consumo y de servicios elementales para su subsistencia, puedan tener acceso a ellos.
La inestabilidad e inseguridad política y social que prevaleció durante la mayor parte del siglo XIX, tuvo un receso en el período porfirista. En esa época, eso se logró con el otorgamiento de concesiones, de privilegios, perdidos durante el gobierno de Don Benito Juárez, a las clases altas -conservadoras, a un incipiente grupo de intelectuales y al clero católico siempre beligerante. De igual manera, mediante la estrategia de un estricto control de las grandes masas de campesinos basado en el fomento a las haciendas fue factible lograr una mayor producción y productividad, en contrapartida al uso del sistema comunal. Resultados similares se obtuvieron al fomentar y privilegiar las inversiones extranjeras en la industria. En ese contexto, se formó una clase privilegiada integrada por terratenientes, urbanos y rurales, y comerciantes. A la par, se implantó un control férreo de la actividad política, gremial y gubernamental. Sin embargo, al final no fue esa disparidad económica lo que detonó la revuelta sino las cuestiones políticas derivadas del no reconocimiento al triunfo electoral de Francisco Ygnacio Madero Gonzalez sobre el Presidente Porfirio Díaz Mori, las que detonaron la inconformidad transformada en la Revolución que encabezo el propio Madero.
Al finalizar la lucha armada, la guerra civil, que siguió a la revuelta maderista o lo que identificamos como Revolución Mexicana, el país inicio una etapa de reconstrucción, pacificación y normalización de las diferentes actividades. Sin embargo, los gobiernos de la etapa post-revolucionaria enfrentaron los mismos problemas que habían limitado a los del siglo XIX: inestabilidad política y social, una planta productiva casi inexistente, un gobierno en bancarrota e incapaz financieramente para enfrentar compromisos tales como el pago de los salarios de su burocracia y los gastos mínimos de operación. Asimismo, se carecía de un aparato adecuado para realizar la captación de pocos ingresos que vía impuestos y aranceles provenientes de una agricultura desmembrada y una planta productiva casi desmantelada era factible captar. Aquí debemos de precisar que esos niveles de destrucción generados por la lucha armada fueron menores de los que en esa época y la actualidad se han señalado. En igual forma, prevalecía la desconfianza y poco sentido de nacionalidad de nuestra clase ’empresarial’ que se reflejaba en la fuga de capitales. Esto acababa por generar un escenario muy complicado, México no podía incrementar impuestos al petróleo por la amenaza que hacían las compañías de retirarse del país si eso sucedía, las deudas con el exterior eran altas y la demanda de pago por los daños sufridos por los extranjeros durante la lucha armada. A ello, se agregaba el hecho de no ser sujeto de crédito en el exterior dado que el gobierno no contaba con el reconocimiento diplomático del de los EUA.
En ese contexto, asariábamos a la década de los 1920s cuando el grupo triunfante encabezado por el presidente Álvaro Obregón Salido entro en negociaciones con el comité de banqueros estadounidenses, encabezado por Thomas Lamont, quienes bajo condiciones leoninas finalmente aceptaron el conocido Tratado Lamont-De La Huerta. Posteriormente, en función de lograr el reconocimiento diplomático, se iniciaron y concluyeron las negociaciones de los llamados Tratados de Bucareli mediante los cuales, se reconocieron los daños causados a ciudadanos estadounidenses y la forma en que habrían de cubrirse, así como la manera en que ellos cubrirían los nuestros. No nos quedó sino empezar a movernos dentro de la estrategia de la ecopolítica y su arma principal, ’la propiedad del oro.’ Con los avances logrados bajo ese entorno y con la habilidad política del presidente Plutarco Elías Calles fue factible trabajar conjuntamente con el embajador estadounidense, Dwight W. Morrow, en la edificación del estado mexicano moderno.
En el entorno de lo anterior, fue factible reconstruir la paz, la seguridad y el bagaje social. Con esto fue factible dar inicio al cumplimiento de las aspiraciones políticas y económicas de los grupos que apoyaron la lucha armada para retomar el crecimiento económico con armonía política. Para ello, se constituyeron programas para subsidiar y fomentar la infraestructura paralizada por la contienda armada. Sin embargo, las autoridades tuvieron, una vez más, que enfrentarse al flagelo eterno de la escases de recursos financieros, la evasión fiscal, la fuga de capitales y los créditos externos obtenidos bajo condiciones leoninas, originando que las estrategias emprendidas no pudieran concretarse ni en la cantidad ni en los montos programados. Ante esta situación, la derecha comenzó a utilizar como bandera que los gobiernos surgidos de la Revolución no cumplían sus promesas o bien siempre los dejaban a la a mitad del camino.
En este mismo período, dado que el movimiento que dio origen a la Revolución fue político-legal, no ideológico, los primeros pasos para lograr la normalidad y estabilidad social fueron de un alto contenido práctico. Ejemplo de eso fueron el otorgamiento de incentivos al campo, un hecho que fue acompañado con el desmembramiento de los latifundios, la creación de pequeños propietarios y comunidades ejidales. Asimismo, se trató de proveer de nuevas técnicas agrícolas, desarrollar una comercialización más eficiente tratando con eso de generar una nueva dinámica productiva. Sin embargo, la lenta respuesta e incorporación de los grupos ’empresariales’ y la aprémiate necesidad de pacificar y evitar nuevos brotes armados los gobernantes post-revolucionarios, de origen militar, desde Venustiano Carranza Garza hasta Manuel Ávila Camacho, centraron su atención en los nacientes modelos de corte socialista y progresista. Tomando lo que consideraban era aplicable a México, lo utilizaron en el campo político y, solamente en nombre, en lo educativo. En lo económico, su intervención estuvo circunscrita a cubrir las áreas que la iniciativa privada no consideraba lo suficientemente rentables o rescatar empresas económicamente inviables con el propósito de no irrumpir la producción y evitar la pérdida de empleos. Este incremento de la participación del Estado en la economía y en la educación, al término del régimen porfirista el 97% de la población era analfabeta, se fue dando a medida que la iniciativa privada no reaccionaba con prontitud a las necesidades y a los cambios que se producían en el exterior, principalmente por su bagaje porfiriano que hasta la actualidad prevalece. Vivir más de las rentas que invertir, importar más que producir.
Los gobiernos post-revolucionarios, estuvieron conscientes que uno de los aspectos que debían ser subsidiados era la educación superior, aquí se considera que los recursos que la federación destina a las instituciones de educación superior, por su carácter autónomo, no deben ser considerados de otra forma. Así mismo, el gobierno post-revolucionario, a pesar de estar ciertos de que no obtendrían su apoyo mayoritario, tenían que seguir con la política de subsidiar y apoyar a los llamados intelectuales. Seria ingenuo creer que esperaran como respuesta una adhesión a las directrices del gobierno, dado que eran y, en cierta forma, siguen siendo una fuerza heredada del porfirismo. No debemos de olvidar que muchos de esos autos llamados intelectuales provenían de familias con influencia económica y/o política durante esa época. Habían sido formados en universidades Europeas, en donde se conjugaron con descendientes de nobles que perdieron su estatus social, cultural y económico por los avatares de la Primera Guerra Mundial y al encontrarse en condiciones de huérfanos y desarraigados, optaron por expresar su ’rebeldía’ convertidos en críticos a todo su pasado aristócrata. En el caso de nuestro país, los intelectuales al percatarse de que era más redituable ser críticos que defensores del nuevo régimen, implantaron un modelo de aldea intelectual y construyeron un nicho con cierto tipo de fuero en las áreas de la educación superior, el periodismo y, en algunos casos, como escritores. Por esa circunstancia, es que el paladín y modelo de esa generación, antirrevolucionaria fuera un chapulín intelectual que lo mismo se presentó como católico recalcitrante apoyadador de la rebelión cristera, promotor de la autonomía universitaria, agente de la Alemania Nazi y miembro del partido sinarquista, entre otras actividades: nos referimos a José Vasconcelos.
Asimismo, esa época hubo expresiones nuevas en los diferentes campos de las artes, cuyos representantes estaban más interesados en reflejar la situación que dio a la explosión de violencia que constituyo la Revolución. En dicho contexto, se produjo un ambiente de búsqueda de innovación que implicaba crear un mexicano diferenciado colocándonos en la frontera de las artes, no solo pictóricas, cubriendo las cinematográficas, la música y, en los campos de la construcción. De esta manera dicha generación se convirtió en líder, tanto en Latinoamérica como en el ámbito mundial. Pensamos, por un momento, que existíamos con un ’Yo’ propio, contábamos con un pasado y una cultura que lideró nuestro territorio, una revolución que desató fuerzas creadoras largamente suprimidas, por lo cual sería factible dejar huella y una mejor sociedad a nuestros descendientes. Sin embargo, esas manifestaciones no contaron con el tiempo suficiente para madurar y desarrollarse ya que acabaron siendo desplazadas por un grupo de intelectuales que arribaron como refugiados huyendo de la guerra civil española. Al otorgarles asilo, el gobierno cardenista quiso vendernos ante el Mundo como un país altamente hospitalario, lo cual nada tiene de negativo. Sin embargo los recién llegados fueron colocados inmediatamente en los centros de enseñanza superior, con las consecuencias que hoy se tienen: una formación cerrada de los descendientes de esos intelectuales, bajo el ala del saber superior del europeo y de la ’madre patria’ en particular.
Al terminar Segunda Guerra Mundial, en la cual México participó como proveedor de insumos y algunos productos procesados, se originó la idea de que la industrialización era el camino para nuestro desarrollo. Para ello, los esfuerzos y subsidios se volcaron con ese fin. Los resultados de esa estrategia desembocaron en las políticas de la sustitución de importaciones y el desarrollo estabilizador: una, enfocada a crear externalidades que, apoyadas por la construcción de infraestructura, fueran aprovechadas por la incipiente industria nacional; otra, centrada en el control del gasto público (equilibrio presupuestal) y de los precios, primordialmente la de los alimentos. Con ello, fue factible mantener la inflación en niveles controlables, como apoyo a la población urbana y a la naciente clase obrera, mientras que la agricultura actuaba como fuente de divisas, proveedora de alimentos a precios asequibles para las mayorías y era proveedora de mano de obra barata.
Al final de este ensayo, afectado durante los años cincuenta por un acontecimiento externo, la Guerra de Corea, desembocamos en un sitio largamente conocido: devaluación por el desequilibrio que implicó la importación de maquinaria, equipos sofisticados, tecnología e insumos que no se producían en el país, sin faltar, la mustia reacción de nuestra iniciativa privada que prefirió los negocios de importación a embarcarse en tareas realmente productivas. Eso sí, en el momento en que aparecía la inestabilidad económica, reflejada en una inflación recurrente y crecimiento bajo, inmediatamente tomaba el camino conocido, sacar su dinero, mandando un mensaje de inseguridad al inversor extranjero, provocando una fuga de capitales y, con ello agravaba la disponibilidad de divisas, el crédito, y el prestigio del país para ser sujeto a nuevas fuentes de financiamiento. Como consecuencia hubo una reacción que se tradujo en inestabilidad política, movimientos sociales que hicieron temer el posible ’despertar del México Bronco’ y con ello perder la paz que tanto había costado. Esto afianzó la idea del gobierno de que la estabilidad económica era la base de la paz política y, ello solamente era factible lograrlo con la intervención estatal, mediante un sistema de economía mixta.
Este marco, descrito a rasgos grandes rasgos, fue en el cual se desarrollaron la evolución y carácter de los subsidios destinados a lograr un crecimiento y un ambiente de seguridad en lo que fue la primera etapa post-revolucionaria. Basado en todo ello, procederemos a emprender el análisis para descifrar y comprender la nueva composición de los subsidios, sus efectos y los acontecimientos que los sucedieron en el último cuarto del siglo pasado y los primeros años del siglo XXI. También, nos permitirá explicar su papel en la alternancia, con el ascenso del PAN a la presidencia y posterior pérdida del poder frente al PRI. Y habremos de abordar como las alianzas de esta derecha con un partido supuestamente de izquierda, el PRD, cuyo único objetivo no solamente es de derrotar al PRI en la arena política, sino lograr su desaparición total. De esta manera, derecha e izquierda unidas tratar finiquitar la lucha armada iniciada en mediante la desaparición del partido heredero de la Revolución Mexicana, el PRI. Pero esto, si nos lo permite amable lector, lo expondremos en la entrega siguiente. sergiocastro6@yahoo.com

Ver nota completa...

Suscríbete

Recibe en tu correo la información más relevante una vez al mes y las noticias más impactantes al momento.

Recibe solo las noticias más impactantes en el momento preciso.

Hablemos de subsidios, crecimiento o de la seguridad escurridiza

Éste sitio web usa cookies con fines publicitarios, si permanece aquí acepta su uso. Puede leer más sobre el uso de cookies en nuestra política de uso de cookies.