’¡Hijo de David, ten compasión de mí!’


’ ¿Qué quieres que haga por ti? ’

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’¡Hijo de David, ten compasión de mí!’
Religión
Noviembre 14, 2021 15:30 hrs.
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La Palabra de Dios

Lunes 15 de noviembre, 2021

Primera Lectura
1 Mc 1, 10-15. 41-43. 54-57. 62-64
En aquellos días, surgió un hombre perverso, Antíoco Epífanes, hijo del rey Antíoco, que había estado como rehén en Roma. Subió al trono el año ciento treinta y siete del imperio de los griegos.

Hubo por entonces unos israelitas apóstatas, que convencieron a muchos diciéndoles: ’Vamos a hacer un pacto con los pueblos vecinos, pues desde que hemos vivido aislados, nos han sobrevenido muchas desgracias’.

Esta proposición fue bien recibida y algunos del pueblo decidieron acudir al rey y obtuvieron de él autorización para seguir las costumbres de los paganos. Entonces, conforme al uso de los paganos, construyeron en Jerusalén un gimnasio, simularon que no estaban circuncidados, renegaron de la alianza santa, se casaron con gente pagana y se vendieron para hacer el mal.

Por su parte, el rey publicó un edicto en todo su reino y ordenó que todos sus súbditos formaran un solo pueblo y abandonaran su legislación particular. Todos los paganos acataron el edicto real y muchos israelitas aceptaron la religión oficial, ofrecieron sacrificios a los ídolos y profanaron el sábado.

El día quince de diciembre del año ciento cuarenta y cinco, el rey Antíoco mandó poner sobre el altar de Dios un altar pagano, y se fueron construyendo altares en todas las ciudades de Judá. Quemaban incienso ante las puertas de las casas y en las plazas; rompían y echaban al fuego los libros de la ley que encontraban; a quienes se les descubría en su casa un ejemplar de la alianza y a los que sorprendían observando los preceptos de la ley, los condenaban a muerte en virtud del decreto real.

A pesar de todo esto, muchos israelitas permanecieron firmes y resueltos a no comer alimentos impuros. Prefirieron la muerte antes que contaminarse con aquellos alimentos que violaban la santa alianza. Muy grande fue la prueba que soportó Israel.
Palabra del Dios
Te alabamos, Señor

Salmo Responsorial
Salmo 118, 53. 61. 134. 150. 155. 158
R. (cf 88) Ayúdame, Señor, a cumplir tus mandamientos.
Me indigno, Señor,
porque los pecadores no cumplen tu ley.
Las redes de los pecadores me aprisionan,
pero yo no olvido tu voluntad.
R. Ayúdame, Señor, a cumplir tus mandamientos.
Líbrame de la opresión de los hombres,
y cumpliré tus mandamientos..
Se acercan a mí los malvados que me persiguen
y están lejos de tu ley.
R. Ayúdame, Señor, a cumplir tus mandamientos.
Los malvados están lejos de la salvación,
porque no han cumplido tus mandamientos.
Cuando veo a los pecadores, siento disgusto,
porque no cumplen tus palabras.
R. Ayúdame, Señor, a cumplir tus mandamientos.

Aclamación antes del Evangelio
Jn 8, 12
R. Aleluya, aleluya.
Yo soy la luz del mundo, dice el Señor;
el que me sigue tendrá la luz de la vida.
R. Aleluya.

Evangelio
Lc 18, 35-43
En aquel tiempo, cuando Jesús se acercaba a Jericó, un ciego estaba sentado a un lado del camino, pidiendo limosna. Al oír que pasaba gente, preguntó qué era aquello, y le explicaron que era Jesús el nazareno, que iba de camino. Entonces él comenzó a gritar: ’¡Jesús, hijo de David, ten compasión de mí!’ Los que iban adelante lo regañaban para que se callara, pero él se puso a gritar más fuerte: ’¡Hijo de David, ten compasión de mí!’

Entonces Jesús se detuvo y mandó que se lo trajeran. Cuando estuvo cerca, le preguntó: ’¿Qué quieres que haga por ti?’ Él le contestó: ’Señor, que vea’. Jesús le dijo: ’Recobra la vista; tu fe te ha curado’.

Enseguida el ciego recobró la vista y lo siguió, bendiciendo a Dios. Y todo el pueblo, al ver esto, alababa a Dios.
Palabra del Señor
Gloria a ti, Señor Jesús


Reflexión del Evangelio de hoy

Coherentes con nuestra fe
Al finalizar el año litúrgico se suelen introducir las lecturas de los libros de Macabeos, recordándonos la necesidad de perseverancia y fidelidad aún en las condiciones más adversas. Las conveniencias e intereses que nos benefician hacen muchas veces que actuemos incluso en contra de las convicciones y creencias más profundas. No es fácil ser coherente con uno mismo, y edulcoramos con argumentos de todo tipo esas alertas que nos indican que no estamos obrando bien.

En el texto de Macabeos se identifican dos enemigos a esta fidelidad a la Ley que Dios le había dado al pueblo de Israel: unos israelitas apóstatas que convencieron a muchos de la conveniencia de adoptar costumbres y usos paganos; y el rey, que decretó la imposición de las mismas y la persecución a quienes permanecían fieles a la Ley de Dios. Podemos identificar muchos momentos en la historia de las naciones y de la misma Iglesia en que la influencia de quienes logran imponer leyes y prácticas contrarias a los valores evangélicos es manifiesta y causa incluso guerras, persecuciones e injusticias flagrantes.

¿Somos coherentes con el Evangelio que profesamos? El amor, la justicia, el perdón, la fraternidad, la compasión, la piedad incluso, se pueden quedar en términos huecos, si no los hacemos realidad con acciones concretas en el día a día. Y no sólo cuando nos sentimos generosos y especialmente motivados, sino también cuando más nos cuesta, cuando nos exige tomar postura y comprometernos. Hemos de ser seguidores de un Evangelio vivo y la vida se la damos con la de cada uno de nosotros.

Re-conocer a Jesús
Si en la lectura del primer libro de los Macabeos se hacía referencia a un ’vástago perverso’, haciendo referencia al rey Antíoco Epifanes, que persiguió y ajustició a quienes permanecían fieles a la Ley de Dios, en el relato del evangelio de Lucas, se contrapone un ’rey’ totalmente distinto. Será un ciego sentado al borde del camino el que lo reconozca y grite insistentemente ese título con el que nombra a Jesús y que indica que es el ’Elegido’, el mesías esperado, ’¡Jesús, hijo de David!’.

El texto es magistral en los distintos planos en los que describe la escena. Hay un primer plano amplio, es el camino de entrada a la ciudad de Jericó. Por allí pasa Jesús, quienes van con él y la gente que se va acercando. Y, en una orilla de ese camino, está un hombre ciego que será el que identifique que aquel ’Jesús Nazareno’ que les dicen que pasa es ’Jesús, hijo de David’. Sabe que es el mesías esperado y le grita implorando su compasión. Jesús se sabe reconocido y se para.

Y viene un segundo plano, corto, cercano, de tú a tú, con Jesús y el hombre. ’¿Qué quieres que haga por ti?’. ’Señor, que vea otra vez’. ’Recobra la vista, tu fe te ha curado’. Es precioso e impresionante a la vez. El ciego le reconoce como el Señor, ve quién es Jesús. Y Jesús se acerca a él con un respeto inmenso y esa pregunta que parece hacernos a todos: ’¿Qué quieres que haga por ti?’. Nos puede llevar toda la vida descubrir la respuesta, pero es la invitación del evangelio que hoy nos hace. ¿Qué es para mí hoy ’ver otra vez’? Estamos de vuelta de tantas cosas, deseos, ilusiones, ideales frustrados… ¿Estoy dispuesto a ’ver otra vez’, a volver a ilusionarme, comprometerme, entregarme…con esa ingenuidad en la mirada y limpieza de corazón, con generosidad?

Termina el relato con un plano amplio, ’Y todo el pueblo, al ver esto, alababa a Dios’. Con nuestra vida testimoniamos aquello en lo que creemos. El encuentro con Jesús nos transforma y los demás son testigos de ello. No es algo privado y personal, repercute, tiene efectos. Todo contagia y tiene una repercusión, también la fe. Descubrir a Jesús y confesarle, dejar que me transforme y seguirle, provoca, más allá de la extrañeza, la alabanza y el reconocimiento de los otros hacia Dios.

Hoy celebramos la fiesta de San Alberto Magno, un gran visionario en la Iglesia y para el mundo. Es un hombre sabio, buscador de la verdad en la teología y las ciencias, y un hombre íntegro en la fe y la vida. Un hombre que convirtió su vida en una búsqueda constante de ese conocimiento profundo de Dios.
Hna. Águeda Mariño Rico O.P.
Congregación de Santo Domingo

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