Catón

Historia de un santo

Historia de un santo
Periodismo
Noviembre 29, 2019 18:50 hrs.
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Armando Fuentes Aguirre ’Catón’ › guerrerohabla.com

Es tan real esta historia que casi parece una leyenda.

La gente cree que yo invento las historias de santos que a veces suelo relatar. Piensan mis cuatro lectores que San Virila, por ejemplo, es un producto de mi imaginación. No hay tal: San Virila realmente existió. Hay una iglesia consagrada a él en tierras españolas, de Navarra. Su párroco fue un sabio y santo sacerdote, el padre Elías Pitillas. La señora Lupita, esposa de don Amado Barrera -hijo de aquel inolvidable Barrerita que vendía billetes de lotería-, le hizo llegar al padre Pitillas algunos de mis artículos sobre San Virila, y el señor cura me escribió una hermosa carta de agradecimiento por dar a conocer ’en América’ la vida de ese santo.

Hoy quiero evocar a otro. Se llama San Gerásimo. Su fiesta se celebra el 5 de marzo, y su historia parece un cuento escrito por Anatole France. Nació en Turquía allá por el año 400 de nuestra era, y murió en 475. Falleció de muerte natural. Eso es algo bastante sobrenatural, porque todos los santos y santas de ese tiempo morían de muertes desastradas: los descuartizaban; los echaban en un perol lleno de aceite hirviendo; les cortaban los senos (a ellas, claro); los echaban en un pozo lleno de sierpes venenosas... No así Gerásimo: murió de su muerte, como decían los antiguos cuando alguien se moría de viejo.

Tiene una linda leyenda San Gerásimo. Vivía a orillas del río Jordán, cerca de Jericó. Cierto día oyó rugidos lastimeros: salió al campo y encontró a un león que traía una enorme espina clavada en una pata. Lo curó, y el león lo siguió como un manso perro hasta el cenobio donde vivía el santo. Gerásimo lo bautizó con el nombre del río: lo llamó ’Jordán’. Le encargó una tarea: cuidar a la mula de la comunidad, animal rebelde y levantisco. Así son las bestias de su ralea. Yo las odio: a mí una del Potrero me dio una coz que si me la hubiese dado un poco más abajo me habría dejado sin descendencia alguna.

La mula del relato insistía en escapar del convento para irse libre al monte. Una noche desapareció. San Gerásimo le dijo al león Jordán:

-Ya que no cuidaste lo que debías cuidar, en adelante tú cargarás la leña, el agua; todo lo que la mula cargaba. Y deberás cargarnos también a nosotros.

La gente se sorprendía al ver a los humildes ermitaños a lomos del enorme león, que los llevaba como una mansa bestia.

Pasó el tiempo -el tiempo siempre pasa; ésa es su obligación- y una tarde pasó una caravana cerca del monasterio. Jordán, que en ese momento iba cargando dos grandes cubos de agua, olfateó el aire de repente, y luego salió a todo correr en dirección a donde la caravana estaba descansando. Se metió entre ella, causando terror en hombres y animales, y sacó a una mula estirándola con el hocico por una oreja. Era la mula desaparecida. Ya no volvió el león a trabajar: se la pasaba contemplando arrobado a San Gerásimo cuando hacía oración.

Murió por fin el santo. Jordán se echó sobre su tumba y ya no se movió de ahí. Murió poco después, de hambre y de tristeza. En la vieja iconografía medieval aparece San Gerásimo con un león y una mula. Yo tengo un antiguo grabado en boj que así lo representa. Lo compré el año de 1974 en el Barrio Gótico de Barcelona por unas cuantas pesetas. Hoy adorna uno de los estantes de mi biblioteca.

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