Presente lo tengo yo

Historia de una vida y una muerte

Historia de una vida y una muerte
Periodismo
Noviembre 14, 2021 07:16 hrs.
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Armando FUENTES AGUIRRE › guerrerohabla.com

Don Dagoberto Flores Calderón fue un hombre fuera de serie. O dentro de serie, según se vea, pues tuvo cinco esposas. Decir más sería simple añadidura a esto. Nació el 13 de noviembre de 1913 en la casa marcada con el número 13 de la calle y plaza de Chepinque, en Zacatecas. Algo de cabalístico habría de tener para él ese número mágico, el 13, pues la vida de don Dago, como le llamó siempre su familia, fue azarosa y llena de avatares.

Sus años de niño transcurrieron en el fragor de las luchas revolucionarias. Supo de muertes desastradas, de hechos asombrosos, de batallas sangrientas... Mal pudo estudiar las primeras letras, pero tenía carácter decidido, y recibió de sus ancestros una muy recia voluntad. Pudo salir adelante, pues, y muy joven aún se casó con su primera esposa, Cristina Carrasco, una pálida doncella con todos los sellos del romanticismo decimonónico: palidez, melancolía y una enfermedad congénita del corazón que le cortaría la vida unos meses después de su temprano matrimonio. Esta muchacha de infortunado signo se llamaba Cristina Carrasco. Fue hermana de Ada, que tanto destacó en el teatro y el cine mexicanos.

Luego vendría Mayola Lozano, a quien el joven Dago conoció interna en un orfanatorio de Tacubaya, Distrito Federal. La muchacha era menor de edad, pero el padre de Dagoberto se las arregló para arreglar el acta de nacimiento de aquella que creía ser huérfana y que después conocería a su padre y le reprocharía su abandono. Muchos años después Mayola sufrió la dolorosa pérdida de su hijo Rolando, acribillado a tiros por soldados guatemaltecos que lo creyeron guerrillero y dispararon al automóvil en que iba Rolando en compañía de su esposa, con la que hacía pocos meses se había casado.

Tercera esposa de don Dago, después de un divorcio tormentoso, fue Yolanda Barberena, hermana de quien luego sería gobernador de Aguascalientes, Miguel Ángel, apodado en su juventud ’El loco Barberena’. Era una caritativa dama esta señora; a su muerte dejó recuerdos de bondad.

Siguió un cuarto matrimonio, ahora con Tina Olvera, una de dos hermanas a quienes conoció en Guatemala. Ya para entonces era don Dagoberto un profesionista especializado en la construcción de aeropuertos, actividad que lo llevaría, bajo el patrocinio de la ONU, a varios países americanos: Guatemala, El Salvador, Haití, Chile... Dos veces atentaron contra su vida, y al final tuvo que salir apresuradamente del país en que se hallaba, por causa de conflictos sociales y políticos. Entre todo eso don Dagoberto se las arregló para cultivar sus aficiones: la aeronáutica, el automovilismo, la pesca, y –sobre todo– la fotografía, arte en que llegó a alcanzar una excelencia que le ganó premios internacionales.

Después de esa viudedad vino la quinta y última esposa, encontrada después de poner él un aviso en el periódico: ’Maduro profesionista busca pareja sin compromisos familiares, que desee compañía en medio de una relación formal, inteligente, solvente y prometedora de interesantes vivencias’. María Elena Valle fue la escogida entre centenares de señoras y señoritas que contestaron el anuncio.

Después de 20 años de un matrimonio al que nadie le auguraba duración, don Dagoberto murió a los 89 años de edad. Su vida, que tuvo luces y sombras igual que la de todos los humanos, fue una vida plena. Un año antes de morir recibió el título de licenciado en Filosofía y Letras. Esos estudios, dijo, le hicieron encontrar a Dios al final del camino.

Qué buena vida, pienso yo.

Y qué buena muerte.

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