Histórica bendición de Papa Francisco al mundo amenazado por coronavirus


*El pontífice impartió la bendición Urbi et Orbe a la Ciudad y el Mundo: ’se concede la Indulgencia Plenaria a los fieles afectados por el Coronavirus’.

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Histórica bendición de Papa Francisco al mundo amenazado por coronavirus
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Marzo 27, 2020 13:01 hrs.
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Ary Waldir Ramos Díaz › guerrerohabla.com

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Pope Francis Urbi et Orbe

Ciudad del Vaticano. Marzo 27, 2020.-’La oración y el servicio silencioso son nuestras armas vencedoras’, dijo el papa Francisco recordando al mundo que Jesús liberó al mundo de la muerte y del miedo, este viernes 27 de marzo de 2020, en la tarde, a las 6:00 p.m., en la explanada desierta de la Basílica de San Pedro.
Francisco presidió, sin fieles, un extraordinario momento de oración que duró una hora para clamar al cielo por el final de la pandemia de coronavirus que flagela Italia y el mundo. ’Desde este lugar, que narra la fe pétrea de Pedro, esta tarde me gustaría confiarlos a todos al Señor, a través de la intercesión de la Virgen, salud de su pueblo, estrella del mar tempestuoso’.

Este pastor vestido de ‘blanco’ solo, casi diminuto, ante la inmensidad de la tragedia y de una imagen de la plaza de San Pedro fantasmal, apenas iluminada afirmó: ’Nos encontramos asustados y perdidos. Al igual que a los discípulos del Evangelio, nos sorprendió una tormenta inesperada y furiosa…Nos dimos cuenta de que estábamos en la misma barca… todos necesitados de confortarnos mutuamente’.

Se realizó entretanto la Adoración del Santísimo Sacramento que fue expuesto en el altar del atrio de la Basílica Vaticana, se escuchó la Palabra de Dios (Mc 4,35) y luego Francisco hizo una meditación:

’Desde hace algunas semanas parece que todo se ha oscurecido. Densas tinieblas han cubierto nuestras plazas, calles y ciudades; se fueron adueñando de nuestras vidas’.

Tras la lectura, Francisco recordó que es la única vez que en el Evangelio, Jesús aparece durmiendo—. Después de que lo despertaran y que calmara el viento y las aguas, se dirigió a los discípulos con un tono de reproche: «¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?» (v. 40’).

El Papa invitó a entenderlo, Jesús se interesa de sus discípulos: ’La tempestad desenmascara nuestra vulnerabilidad y deja al descubierto esas falsas y superfluas seguridades con las que habíamos construido nuestras agendas, rutinas y prioridades’.

Una tempestad que desenmascara ’nuestra vulnerabilidad y deja al descubierto esas falsas y superfluas seguridades con las que habíamos construido nuestras agendas, nuestros proyectos, rutinas y prioridades’.

La tempestad ,aseguró, pone al descubierto todos los intentos de encajonar y olvidar lo que nutrió el alma de nuestros pueblos.

Con la tempestad, se cayó el maquillaje de esos estereotipos con los que disfrazábamos nuestros egos siempre pretenciosos de querer aparentar’.

«¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?», recordó las palabras de Jesús, actuales para un mundo ’codiciosos de ganancias, nos hemos dejado absorber por lo material y trastornar por la prisa’.

«¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?». Señor, nos diriges una llamada’, afirmó. Una llamada a la fe y convertirse. En un mundo ’de guerras e injusticias’, donde ’no hemos escuchado el grito de los pobres y de nuestro planeta gravemente enfermo’.

’Hemos continuado imperturbables, pensando en mantenernos siempre sanos en un mundo enfermo. Ahora, mientras estamos en mares agitados, te suplicamos: ’Despierta, Señor’.

Jesús – dijo el Papa: ’Nos llamas a tomar este tiempo de prueba como un momento de elección’.

’Es el tiempo de restablecer el rumbo de la vida hacia ti, Señor, y hacia los demás. Y podemos mirar a tantos compañeros de viaje que son ejemplares, pues, ante el miedo, han reaccionado dando la propia vida’.

Recordó la fuerza operante del Espíritu derramada en valientes personas entregadas al servicio, personas ’comunes —corrientemente olvidadas— que no aparecen en portadas de diarios y de revistas’.

El Papa recordó a: médicos, enfermeros y enfermeras, encargados de reponer los productos en los supermercados, limpiadoras, cuidadoras, transportistas, fuerzas de seguridad, voluntarios, sacerdotes, religiosas y tantos pero tantos otros que comprendieron que nadie se salva solo’.

En este contexto, invitó a la oración sacerdotal de Jesús: «Que todos sean uno» (Jn 17,21). ’Cuánta gente cada día demuestra paciencia e infunde esperanza, cuidándose de no sembrar pánico sino corresponsabilidad.

Cuántos padres, madres, abuelos y abuelas, docentes muestran a nuestros niños, con gestos pequeños y cotidianos, cómo enfrentar y transitar una crisis readaptando rutinas, levantando miradas e impulsando la oración’.

Cuántas personas rezan, ofrecen e interceden por el bien de todos. La oración y el servicio silencioso son nuestras armas vencedoras.

«¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?». ’En medio del aislamiento donde estamos sufriendo la falta de los afectos y de los encuentros, experimentando la carencia de tantas cosas, escuchemos una vez más el anuncio que nos salva: ha resucitado y vive a nuestro lado’.

El Papa invitó a ’abrazar su Cruz’ que ’es animarse a abrazar todas las contrariedades del tiempo presente, abandonando por un instante nuestro afán de omnipotencia y posesión’ e instó a ’nuevas formas de hospitalidad, de fraternidad y de solidaridad’.

’En su Cruz hemos sido salvados para hospedar la esperanza.… Abrazar al Señor para abrazar la esperanza. Esta es la fuerza de la fe, que libera del miedo y da esperanza’.

Luego rezó por el mundo: ’Desde esta columnata que abraza a Roma y al mundo, descienda sobre vosotros, como un abrazo consolador, la bendición de Dios. Señor, bendice al mundo, da salud a los cuerpos y consuela los corazones’.

Nos pides que no sintamos temor. Pero nuestra fe es débil y tenemos miedo. Mas tú, Señor, no nos abandones a merced de la tormenta. Repites de nuevo: «No tengáis miedo» (Mt 28,5). Y nosotros, junto con Pedro, ’descargamos en ti todo nuestro agobio, porque Tú nos cuidas’ (cf. 1 P 5,7)’, afirmó.

Cerca de la puerta central de la Basílica del Vaticano, se lució la imagen de la Virgen Patrona de Roma, la Salus Populi Romani y el Crucifijo de San Marcelo.

Se trata del crucifijo ’milagroso’ que en 1552 fue llevado en procesión a través de los barrios de Roma para terminar la ’Gran Plaga’. Hace 20 años que el Crucifijo no salía de la Iglesia de San Marcello al Corso para ser llevado hasta San Pietro.

Al final de la Celebración, el Papa impartió la Bendición ’Urbi et Orbi’, dirigida a la Ciudad de Roma y al mundo. Sucesivamente, el cardenal Angelo Comastri, arcipreste de la Basílica, pronunció la fórmula para la proclamación de la indulgencia.

Esta bendición especial, normalmente, se otorga desde lo alto del Balcón central en la Plaza de San Pedro, dos veces al año, en Navidad y en Pascua, o cuando un cardenal sube al Solio de Pedro y se presenta al pueblo. La de hoy ha sido una bendición extraordinaria e histórica por la emergencia del Coronavirus.

Indulgencia plenaria
La indulgencia es la cancelación total o parcial de la pena temporal debida por los pecados ya confesados y sacramentalmente perdonados. Avvenire, el diario de los obispos italianos, la explica así: ’A menudo se utiliza el ejemplo del agujero en la pared y el clavo que lo obtuvo. El clavo es el pecado que una vez confesado y perdonado a través de la confesión ’ya no existe’. Queda en cambio el efecto del mal cometido, el agujero, que la indulgencia, por así decirlo, cierra’.

Según la doctrina de la Iglesia Católica, el pecado grave tiene una doble consecuencia: la privación de la comunión con el Señor (castigo eterno, infierno) y el apego malsano a las criaturas (castigo temporal que se debe cumplir en el purgatorio).

Al pecador arrepentido, Dios, a través de la confesión, le da el perdón de los pecados y la remisión del castigo eterno. Con la indulgencia, la misericordia divina entra en acción por los pecados confesados, ayuda a superar la inquietud dejada en el hombre por el mal cometido. La indulgencia plenaria es una gracia extraordinaria que cura completamente al hombre.

Ante la emergencia de Covid-19, ’se concede la Indulgencia Plenaria a los fieles afectados por el Coronavirus’, ha establecido el Vaticano, ’que están sujetos a cuarentena por orden de la autoridad sanitaria en los hospitales o en sus propias casas si su alma se desprende de cualquier pecado’, se unirán espiritualmente’ a través de los medios de comunicación a la celebración ’de la Santa Misa o la Divina Liturgia, el rezo del Santo Rosario’.

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