Catón
Armando Fuentes Aguirre
Jean Cusset, ateo con excepción de la vez que tuvo en los brazos a su primer hijo, dio un nuevo sorbo a su martini –con dos aceitunas, como siempre- y continuó:
-Yo no creo en la existencia del mal. Es impensable que el Sumo Bien haya creado algo que se le oponga. La idea del mal pertenece al maniqueísmo, y da origen a la creencia de dos fuerzas contrarias entre sí que en el mundo luchan por ganarse al hombre y que por eso lucharán toda la eternidad.
Dio un nuevo sorbo a su martini y prosiguió:
-Pienso que lo que llamamos ’el mal’ no es sino la ausencia de bien. El bien -que también se llama amor, que también se llama Dios- es la única fuerza existente. Llegará el día en que ese bien repletará todos los ámbitos del mundo y todos los rincones del corazón del hombre. Entonces desaparecerá eso que llamamos mal.
Así dijo Jean Cusset. Y dio el último sorbo a su martini, con dos aceitunas, como siempre.
¡Hasta mañana!...