La Hoguera
Emmanuel Ameth
El PRI definió quién abanderará su causa durante los comicios 2022. Previo a la decisión, la confrontación llegó a su clímax entre el gobernador Omar Fayad y el dirigente nacional del PRI Alito Moreno.
Porque la discusión llevada a espacios noticiosos no fue poca cosa. Romper acuerdos, agandallar y poner calificativos peyorativos de manera pública, así como acusarse de traición al partido mutuamente rompe con las formas del priismo tradicional.
Apenas un día antes, el presidente estatal del PRI compartió en sus redes sociales lo que parecía impensable: una reconciliación entre los actores acompañado de un mensaje de unidad para enfrentar los comicios.
Sin embargo, la imagen de la fotografía habla por sí misma.
Valera, sonriente; Moreno, burlón; Fayad, molesto.
De hecho Fayad le da la espalda a Alito Moreno y pese a ser sujetado, no corresponde al gesto. Es más, ni siquiera mira hacia la cámara.
Y eso que de la totalidad de fotos que seguramente tomaron, escogieron la que mejor salió.
La lectura política es que se impuso la institucionalidad, pero esta solamente llega hasta el punto de no poner el pie, que no es lo mismo que ayudar.
Por ello es que desde ahora se adelanta la derrota priista en junio. Operar elecciones requiere recursos y si bien para ser institucional basta con no jugar chueco, no se observa señal alguna de que se vayan a meter las manos en la contienda.
Como se ha dicho en otros espacios, el PRI sin recursos es un ejército sin fusiles, y hoy, su principal armero en la entidad, no encuentra motivación alguna para darles algunos por debajo del agua, a riesgo de que el mandamás del país lo detecte y actúe en consecuencia.
La derrota nunca ha sido ni será incentivo para tomar riesgo alguno, especialmente si las cartas prácticamente están echadas y la barrera es infranqueable.
