Concatenaciones
Fernando Irala
Resultó sorprendente, porque parecía imposible, que el Senado de la República acordara otorgar este año la Medalla Belisario Domínguez a Gonzalo Rivas Cámara.
Como el lector recordará, se trata del empleado de una gasolinera en Chilpancingo que a costa de su vida impidió que las bombas despachadoras de combustible explotaran, luego del incendio provocado por los normalistas de Ayotzinapa, en diciembre de 2011.
Se trata sin duda de un acto de honor y justicia en memoria de un hombre que, mucho más allá de su deber, reaccionó con arrojo y valentía ante el riesgo generado por los vándalos de siempre en esa zona de Guerrero. Sufrió quemaduras gravísimas que unas semanas después derivaron en su fallecimiento.
Hace poco, otra muerte muy distinta –el suicidio de Luis González de Alba--, se convirtió en el elemento que hizo viable la candidatura de Rivas Cámara para la distinción nacional.
En sus artículos periodísticos, hasta el último que fue publicado, González de Alba fue el principal promotor de la medalla para Rivas, y el fallecimiento del escritor le dio un impulso inesperado a la propuesta.
Amparados en otras muertes, las de Iguala, la masacre de septiembre de 2014 tuvo como efecto colateral dar impulso a mayor vandalismo, pillaje y delincuencia de los normalistas y de maestros inconformes con la reforma educativa, a grado tal que parecía hasta de mal gusto tratar de rendir homenaje a un héroe víctima de sus atropellos.
Ahora, la decisión adoptada por una mayoría aplastante en el Senado contribuye a poner a cada quien en su lugar.
Por ello mismo, en el caso resultan tristemente significativos tanto los votos en contra como las abstenciones, provenientes casi todos de senadores de partidos que se califican a sí mismos como de izquierda, pero que han perdido toda relación con los intereses populares que dicen representar. También ellos se han puesto en el sitio que les corresponde.
