La humanidad actualmente, enfrenta una gran crisis, denominada globalmente Pandemia.
Si nos referimos a su origen etimológico, quiere decir……(con, en, demonio).
Así es, la incomunicación, la falta de reuniones sociales, el desempleo, no poder ver familiares, hace que textualmente, ¡nos esté llevando el demonio¡.
Las grandes interrogantes, subsisten. ¿Dónde empezó esta enfermedad y en qué parte del planeta se inició el contagio?
Hasta la fecha, no existen respuestas categóricas y congruentes de ello.
Algunos afirman que empezó en la ciudad china de Wuhan, capital de Hubei, vinculado a un mercado mayorista de mariscos, pescados y animales vivos.
Sin embargo, científicamente, no está demostrado.
Si bien, desde el filósofo griego Aristóteles, fundador de la Ética, se definió como el estudio del bien y el mal y sus relaciones con la moral y el comportamiento humano, el deber, la felicidad y el bienestar común, para obtener la libertad y la justicia.
La noticia del origen de la Pandemia del coronavirus, no obedece a principios éticos de información.
Se afirmó en un principio, que había sido transmitido el virus por murciélagos, sin que dicha información estuviera sustentada, ni científica, ni racionalmente.
Más tarde, se dijo había empezado en Europa, con los viajeros constantes.
La realidad, es que no existen datos concretos y ciertos del origen.
Sin embargo, el contagio ha continuado, de una forma acelerada y continua, sin que se hayan tomado decisiones políticas y comunitarias contundentes por parte del sector científico.
Debemos resaltar, que los presupuestos estatales para el sector público de salud, se han canalizado de una forma política y no para salvaguardar, efectivamente la salud de la población.
La conducta ética de los gobernantes, debería ser, en forma global, propiciar el bienestar común de la salud de la población, y no el discurso político para continuar glamorosamente en el poder.