Opinión

La pérdida de Texas: la versión del López del siglo XIX y comentarios al calce

La pérdida de Texas: la versión del López del siglo XIX y comentarios al calce
Periodismo
Mayo 02, 2016 06:13 hrs.
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Rodolfo Villarreal Ríos › guerrerohabla.com

Andábamos en busca de tema para esta colaboración cuando encontramos, porque ni modo que vayamos a presumir que es algo que lo tenemos presente, con que por estos días se cumplían 180 años y dos meses desde el momento en que un grupo de ciudadanos estadounidenses avecindados en Texas declararon a dicha entidad independiente de México. Dado que no somos expertos en el tema, procedimos a buscar fuentes que nos proveyeran de información al respecto. En ese entorno, nos encontramos un libro publicado originalmente en 1905, vuelto a imprimir en 2001, cuyo título es: ’Mi Historia Militar y Política: 1810-1874,’ escrito por Antonio de Padua María Severino López De Santa Anna y Pérez De Lebrón, sí el mismo lotero que pignoró y nos dejó sin la mitad del territorio nacional. A pesar de lo desagradable que es comentar sobre las acciones de dicho sujeto, recordamos lo que nos enseñaron en las aulas y decidimos que la historia debe de verse desde todos los ángulos, en este caso desde la versión de quien, queramos o no, fue un personaje principal de la política de México en el periodo post independentista. Procedamos a ver como se dieron los acontecimientos en el Texas de 1836 en la versión santanera y las otras.
Primero que nada, recordemos que a raíz de la Constitución de 1824, los estados de Coahuila y Texas se convirtieron en una sola entidad cuya capital era Saltillo. Sin embargo, también debe de hacerse notar que dado que el territorio correspondiente a Texas contaba con población escasa, desde 1820, un estadounidense Moses Austin solicitó permiso para asentarse por allá. Sin embargo, al fallecer este, sería su hijo Stephen Fuller Austin quien encabezaría la colonización. Al año siguiente, se dio la aprobación para que la naciente nación les permitiera asentarse a lo largo del Rio Brazos junto con 300 familias profesantes mayoritariamente de la religión protestante. En 1825, el gobierno mexicano emite leyes de colonización para promover los asentamientos en las inhóspitas tierras texanas y en lugar de que connacionales se movieran hacia allá, quienes llegaron en forma abrumadora fueron anglosajones. Aquello pintaba para desastre, pero ni las autoridades estatales, ni mucho menos las centrales parecieron percatarse de ello. En 1826, se dan los primeros conflictos entre los colonos y el gobierno mexicano quien sometió a los rebeldes. No sería sino hasta 1830 cuando se procedió a detener la invasión silenciosa, pero quienes estaban allí cada vez veían más lejana su relación con México. En 1835, las cosas explotaron cuando el López del siglo XIX decidió abolir la Constitución de 1824, desconoció los gobiernos estatales, y señalaba que se convertían en entidades administrativas que serían controladas desde la ciudad de México, el centralismo arribaba formalmente al país independiente. Ante ello, empezaron las rebeliones, entre ellas la de Texas. En octubre de 1835, los pobladores anglosajones del poblado de González, ubicado a 80 kilómetros de San Antonio, se declararon en rebeldía. Vayamos aquí a lo que narra quien entonces fungía como presidente de México.
López de Santa Anna escribió: ’En el año de 1835 los colonos de Texas (ciudadanos de los Estados Unidos), en posesión de vastos y pingues terrenos que el Congreso mexicano con imprevisión casi increíble [a que quince uñas, siempre jugando al inocente, como sí no llevara dos años siendo presidente y metido en todo los acontecimientos nacionales desde hacía un tiempo mucho más largo] les había acordado, y a pretexto de que no se les concedían más franquicias que pretendían, se declararon en revolución abierta, proclamando independencia.’ Efectivamente, así lo hicieron y establecieron un gobierno estatal provisional, mientras formaban el ejército texano el cual con Samuel Houston al frente obtuvieron diversas victorias a finales de 1835. Para diciembre de ese año, los voluntarios texanos comandados por Benajamin Rush Milam derrotaron a las tropas mexicanas y, al expulsarlas de San Antonio, se asentaron en la misión del Álamo que había sido convertido en cuartel desde los inicios de los 1800s. Pero retornemos a lo que la narrativa santanesca nos relata al respecto. De acuerdo a ella, los rebeldes ’pronto fueron auxiliados sin inconveniente alguno en Nueva Orleans, Mobila [sic] y otros puntos de los Estados Unidos, y en tanto numero acudían los filibusteros, que el comandante general del estado de Texas, don Martin P[erfecto De] Coss, se vio estrechamente sitiado en San Antonio de Bejar y en necesidad de capitular, quedando así los colonos y filibusteros dueños de todo el estado.’ Y procedamos a enterarnos de cómo se fue a defender aquel pedazo de patria.
De acuerdo a las palabras del antiguo enamorado de la ’princesa’ María Nicolasa De Iturbide y Arámburu, ’el gobierno, celoso como debía serlo, sostendría la integridad del territorio a toda costa.’ Eso era apenas el principio, faltaba que apuntara como aquello era ’una campaña difícil había que emprender indispensablemente, y buscábase un general experto para encargársela.’ Y para ello, ’en mi edad ardiente, dominándome una noble ambición, cifraba mi orgullo en ser el primero que saliera a la defensa de la independencia del honor y de los derechos de la nación, sin que las dificultades me detuvieran. Conmovido por tales ideas, tomé a mi cargo esa campaña, prefiriendo los azares de la guerra a la vida seductora y codiciada del Palacio.’ Ni quien lo dude, el salvador de la patria presto siempre a sacrificarse y para allá se fue.
En el camino, ’en la ciudad de Saltillo reuní y organicé al ejercito expedicionario de Texas, en número de ocho mil hombres, con el material correspondiente.’ Sin embargo, como todo lo que rodeaba al ‘guerrero inmortal de Zempoala’ debería de ser grandilocuente, narró que ’una grave enfermedad me postró en la cama dos semanas, pero restablecido, no se perdió un día más,’ nada menos podía esperarse de un sujeto tan ‘arrojado.’ Y aquello fue ’una marcha lenta porque el bagaje en su mayor parte componíanlo carretas tiradas por bueyes, a la vez que los ríos se pasaban en balsas que se construían, por falta de un equipaje de puente. La carencia de otras cosas aumentaba las penalidades del desierto; baste decir que los arboles suplían las tiendas de campaña y los animales silvestres completaban el rancho del soldado. Empero, nada hubo que lamentar; aquel ejercito por su valor y constancia mereció bien la gratitud nacional.’ Y como diera aquel, ’¿pero qué necesidad?’ Si se hubieran destinados recursos a atender dichas regiones, no habría sido requerido irse a atravesar aquellas tierras en pleno invierno para al final de cuentas irse a matar. Mientras el ejército mexicano iba a defender lo que antes lucia lejano, los texanos no estaban quietos dado que esperaban el ataque.
En la versión de los texanos, Samuel Houston tomaba previsiones y ordenaba evacuar el Álamo, algo en lo que no estuvo de acuerdo el coronel James Bowie quien arguyó que los cañones colocados ahí no podían removidos antes de que las fuerzas mexicanas los atacaran. Ante ello, mientras Houston salía en busca de refuerzos, Bowie permanecería ahí y más tarde se le unirían las fuerzas comandadas por William Barret Travis y David Crockett. Así, llegó el 23 de febrero de 1836 cuando 3,000 soldados mexicanos al mando de López De Santa Anna asaltaron el Álamo en un combate que a punta de cañones y rifles duraría por doce días. El 24 de febrero, Travis hizo circular fuera de la zona de combate una carta en la cual se leia: ’A los texanos a todos los americanos en el mundo… Nunca me rendiré o evacuare…Victoria o Muerte.’ [Nada más falta que nos vayan a decir que ahí se inspiró Fidel para aquello de ¡Patria o Muerte! ¡Venceremos!] Para el primero de marzo, arribarían refuerzos provenientes de González quienes penetraron las líneas mexicanas y el número de defensores del Álamo llegó a 185. Al día siguiente, el gobierno revolucionario de Texas declaró su independencia de México. Finalmente, el 6 de marzo, López ordena el asalto al Álamo fracasando en sus dos primeras cargas, pero finalmente al término de una hora se apoderan del sitio. Para ahorrarse problemas el veracruzano ordenó que no se tomaran prisioneros, aquello era de victoria o muerte y los defensores tuvieron esto último, aun cuando del lado de los victoriosos varios cientos también pagaron con su vida. Pero ahora revisemos la versión del gallero de Manga de Clavo.
En sus palabras, ’los filibusteros, que creían que los soldados mexicanos no volverían a Texas, sorprendiéronse mucho al avistarnos y corrían despavoridos a la fortaleza del Álamo (obra solida de españoles) [nótese el orgullo del criollo]. En ese día la fortaleza tenia montadas dieciocho piezas de diferentes calibres y una guarnición de seiscientos hombres cuyo comandante llamábase N. Travis, de gran nombradía entre los filibusteros. [lo bueno es que no los esperaban] A las intimidaciones que se le hicieron contestó siempre que antes de rendir la fortaleza a los mexicanos preferían sus subordinados morir. Él confiaba en prontos auxilios. El llamado general Samuel Houston, en una carta que se interceptó, decía al famoso Davis: ‘Ánimo y sostenerse a todo trance, pues yo camino en su auxilio con dos mil hermosos hombres y ocho cañones bien servidos.’ Noticia adquirida tan oportunamente no era posible desaprovecharla: dispuse luego asalto que no convenía prolongar un día más. Los filibusteros, cumpliendo con su propósito, defendiéronse obstinadamente; ninguno dio señales de querer rendir; con fiereza y valor salvaje morían peleando, hasta obligarme a usar la reserva para decidir una lucha tan empeñada cuatro horas; uno no quedó vivo, pero nos pusieron fuera de combate más de mil hombres entre muertos y heridos. La fortaleza presentaba un aspecto pavoroso: conmovía al hombre menos sensible. Houston, al saber el término de sus camaradas, contramarchó velozmente. El general don José Urrea, con la brigada a su mando, derrotó completamente al titulado coronel Facny ([James Walker] Fannin [Jr]) en el Llano perdido.’ Aquello pintaba para que el problema se resolviera a favor de la causa mexicana cuyas fuerzas emprendieron la persecución de Houston.
Todo indicaba que la rebelión había sido sofocada, David Gouverneur Burnet quien se ostentaba como presidente de la Republica de Texas estaba refugiado en Galveston incomunicado con su ejército y no mostraba interés en seguir combatiendo. Pero empezaron los errores, Juan Nepomuceno Almonte reportó equivocadamente que las fuerzas de Houston se dirigían hacia Lynchburg para irse a unir al gobierno en el exilio en Galveston. Ante ello, Santa Anna ordenó incendiar Harrisburg y enfilarse hacia Lynchburg. Sin embargo, las cosas no eran tan simples y más después de que las tropas texanas capturaron un emisario mexicano. Pero volvamos a la narrativa santanista.
Ahí, se apuntaba que ’la persecución de Houston la considere importante…Apreciador del tiempo, ni una hora quería yo perder. Por las orillas del rio de San Jacinto busque a Houston y lo encontré abrigado en el bosque, preparado para retirarse a Galveston. Me propuse entretenerlo entretanto llegaba el batallón de zapadores o el mismo [Vicente] Filisola y acampe a su vista…’ Sin embargo, las ordenes no se cumplieron y narra Santa Anna, ’vivamente disgustado al ver mi orden contrariad, presentí una desgracia y determine contra marchar en el mismo día para residenciar a Filisola y reforzarme, pero ya era tarde, el mal estaba hecho. El desobediente Filisola había mandado a uno de sus ayudantes con correspondencia de México, y antes de llegar a mi campo fue interceptado; puesto en tortura, declaro cuanto sabía. Houston impuesto a ser superior en fuerza a la que tenía enfrente, cobró ánimo y decidió atacarla. A las dos de la tarde del día 21 de abril de 1826 me había dormido a la sombra de un encino, esperando que el calor mitigara para emprender la marcha, cuando los filibusteros sorprendieron mi campo con una destreza admirable. Júzguese mi sorpresa al abrir los ojos y verme rodeado de esa gente amenazándome con sus rifles y adorándome de mi persona. La responsabilidad de Filizola era evidente…’ Y ahí concluyó la Batalla de San Jacinto. Pero esa es la historia del pícaro jarocho, existe una versión alternativa.
Cuenta la leyenda que la ausencia de una pata no hizo que Santa Anna perdiera un ápice de sus apetitos carnales. Cuando lo encontraron las fuerzas de Houston no descansaba bajo la sombra de un encino, sino que se encontraba enfrascado tratando de atender a una mulata de nombre Emily Morgan y eso no puede realizarse estando dormido. Se dice que la batalla, la de San Jacinto, duró dieciocho minutos, lo cual seguramente le permitió cumplir con los siete reglamentarios. Acto seguido, López De Santa Anna fue hecho prisionero, y en su versión, tratado por Houston con todas las consideraciones aun cuando, en su ausencia, el general Thomas Jefferson Rusk lo encadenó. Al regresar Houston, según el lotero, lo dejo en libertad y le pidió que se entrevistara con el presidente estadounidense Andrew Jackson, el que ahora dejara de aparecer en los billetes de veinte dólares. En noviembre de 1836, narra Santa Anna, después de ofrecerle una comida a la cual acudieron invitados distinguidos, ’el presidente Jackson manifestó vivo empeño por el término de la guerra. Repetía: ‘México, reconociendo la independencia de Texas, será indemnizado con seis millones de pesos.’ Yo le contestaba: ‘al Congreso mexicano pertenece decidir esa cuestión.’’ Se le olvidó al narrador que el 14 de mayo de 1836 ya había firmado Los Tratados de Velasco. En ellos, se comprometía a retirar las tropas mexicanas al sur del Río Bravo, que se respetaría y restauraría toda la propiedad privada. Se liberarían los presos y al gallero lo embarcarían a Veracruz. Secretamente, él prometió persuadir al Congreso mexicano para que reconociera la Republica de Texas y reconociera el Rio Bravo como la frontera entre ambos países. Jackson, quien en 1829 ya habida tratado de comprar Texas a México, rechazó la anexión inmediata a los EUA porque dicho estado era esclavista y de hacerlo dañaría al candidato demócrata a la presidencia Martin Van Buren quien fue electo en 1837 y después de ello reconocía a la Republica de Texas que se anexo a los EUA hasta 1845.
Así fue como confrontamos la versión del lotero y las otras que existen de cómo se empezó a desintegrar nuestra patria apenas naciente. Toda una lección de la historia que hasta nuestros días muchos, aquí y afuera, no quieren aprender. Nada bueno trae permitir la colonización de territorios por aquellos que no se sienten dispuestos a incorporarse a las tierras a las cuales arriban. Asimismo, es pésima política dejar olvidadas a la regiones o bien tratar de resolver los problemas mediante un centralismo agobiante que todo lo quiere controlar sin entender las características y necesidades de cada región que integran una nación. Pero sobre todo que peligroso es que los habitantes pierdan sus lazos de identidad como nación. Ello a lo único que ha llevado, y puede volver a causar, es que se opte por buscar integrarse con otros con los que se encuentran mayores similitudes por condiciones geográficas-económicas. Para no olvidarlo nunca, aunque suene descabellado. vimarisch53@hotmail.com
Añadido (1): ¿Qué conjuro habrá caído sobre el Premio Cervantes después de que se lo otorgaron a una plagiaria? ¿Qué necesidad tenía Fernando Del Paso de ir a enlodar su premio, bien merecido, con un discurso panfletario?
Añadido (2): Siguen empantanados con un problema causado por seguir los ’consejos’ de un inexperto a quien todavía premiaron y ahora aparece a toda hora prendiendo lumbres por doquier.

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