Opinión

La Reyerta: ¿fue inútil o no?

La Reyerta: ¿fue inútil o no?
Periodismo
Diciembre 14, 2020 12:45 hrs.
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Rodolfo Villarreal Ríos › guerrerohabla.com

Como resultado de nuestro escrito de la semana anterior, alguno de nuestros pocos, pero muy selectos, lectores, nos hicieron comentarios respecto al porque denominábamos a la llamada cristiada como la reyerta inútil. Mientras unos nos indicaban llanamente que no compartían nuestra perspectiva, otros nos cuestionaban en que fundábamos nuestros argumentos para llamarla en esa forma. Si usted lector amable nos ha seguido a lo largo de diecisiete años conocerá nuestra perspectiva respecto a los asuntos de la religión y la forma muy respetable en que cada uno mantiene su relación con el Gran Arquitecto. Sin embargo, dado que los comentarios aludidos fueron enfocados específicamente al porqué de la denominación de inútil nos permitiremos hacer algunos comentarios al respecto.
Este escribidor a quien expulsaron del catecismo a los ocho años por andar de preguntón con conceptos netamente hegelianos sin tener la menor idea de la existencia del filósofo alemán Georg Wilhelm Friedrich Hegel, la religión siempre fue un asunto con el cual no se sentía muy atraído hacia su práctica. Siendo formado en el seno de una familia católica-liberal (en el sentido de los HOMBRES DE LA REFORMA), contando con información de primera mano sobre el comportamiento de quienes buscaban aparecer entre aromas de santidad, y, además, sostener largas charlas con quien era Masón, le quedaba muy poco margen para sentirse atraído hacia la práctica del rito religioso. En ese contexto, alguna vez llegó a escuchar algo sobre el conflicto religioso que el país había vivido durante la segunda mitad de los 1920s. Poca atención prestaba a ella y a los comentarios que convertían en victimas a los practicantes de la fe católica. En medio de todo eso, consolidaba su admiración hacia el estadista Benito Pablo Juárez García quien como líder de los HOMBRES DE LA REFORMA habría logrado la separación del estado y la iglesia. A la par, le empezó a llamar la atención la figura del otro estadista mexicano Plutarco Elías Calles Campuzano sobre quien recibía opiniones encontradas. Por un lado, el abuelo paterno, don Rafael Villarreal Guerra, expresaba veredictos favorables, por el otro lado, el abuelo materno, don Rafael Ríos Lozano, lo enjuiciaba con conceptos nada halagadores. En el caso de este último, él tenía razones muy personales para no sentir ninguna admiración hacia el sonorense uno de cuyos hijos había segado la vida del hermano menor del abuelo. Con todo este bagaje fuimos a parar, sin conocer su filosofía, a la Universidad Autónoma de Guadalajara creada por quienes en una forma u otra eran hijos de la llamada reyerta inútil o la cristiada como ellos la llamaban . Aquello fue un verdadero shock para nosotros, de pronto todas nuestras perspectivas políticas-históricas se vieron confrontadas e iniciamos un proceso de ajuste que nos llevó a reflexionar sobre nuestras ideas.
Tras del impacto inicial, poco a poco, fuimos aprendiendo el valor del silencio. Acudimos a aquella institución para que no fuéramos a terminar de lidercillos políticos, las experiencias en la familia de lo que pasó con algunos eran devastadoras, así que nos guardamos para nosotros las perspectivas político-religiosas y nos dedicamos a estudiar y a escuchar las alabanzas hacia los que ellos llamaban héroes de la reyerta inútil o la cristiada como ellos la llamaban y las diatribas que lanzaban hacia nuestros admirados Juárez y Elías Calles. El efecto que aquello nos generó fue inverso a lo que buscaban, tras de cinco años, salimos más convencidos que nunca de nuestro Juarismo-Elíascallismo. Sin embargo, aun nos quedaba la duda sobre lo que realmente había sido la reyerta inútil o la cristiada como se le conoce. Enfrascados en la practica profesional al servicio del Estado Mexicano poco tiempo nos quedaba para enfocarnos en el estudio de ese tema. No sería sino hasta después de que dejamos de prestar los servicios a esa institución, en los tiempos del ignaro con botas, cuando al retornar a las aulas nos pusimos a ver de qué se había tratado aquello.
Sería infantil creer que la reyerta inútil o la cristiada fue un acto de generación espontánea. Esa reyerta fue la culminación de una serie de eventos que se vinieron dando desde los tiempos en que el presidente José de la Cruz Porfirio Díaz Mori, se volvió a acordar de sus días de seminarista e inclinó la testuz ante el arzobispo de México, Pelagio Antonio de Labastida y Davalos y empezó a halagar a su antiguo condiscípulo del seminario, el arzobispo de Oaxaca, Eulogio Gillow y Zavalza, a quien no solamente le expreso su amistad sino le proveyó de múltiples negocios. Tanto apreció y bondad terminó por hacerla extensiva a toda la curia, misma que al poco tiempo empezó a recuperar lo que mas le importaba en el mundo, sus riquezas y posesiones materiales, acompañadas, por supuesto, de su influencia espiritual faltaba más. Con esas herramientas y el contenido ideológico expresado por Vincenzo Gioacchino Raffaele Luigi Pecci, el papa León XIII, en la encíclica Rerum Novarum, las apetencias políticas, envueltas en falsa espiritualidad, estaban más que renovadas. Para finales de los tiempos presidenciales de Diaz Mori, la curia ya había recuperado gran parte de la riqueza que ostentaban antes de que los HOMBRES DE LA REFORMA implantaran la separación estado-iglesia. Entre 1874 y 1911, la iglesia católica incrementó el valor de sus posesiones hasta 100 millones de pesos, mientras que la abrumadora mayoría de la población vivía en condiciones paupérrimas. Claro que la clerecía estaba muy preocupada por los asuntos sociales y entre 1903 y 1909, organizaron cuatro Congresos Nacionales Catolicos cuyos tópicos principales fueron crear los bancos Raiffeiseissen para financiar los negocios pequeños, analizar los problemas indígenas, discutir las acciones a tomar en materia de actividades sociales, como implantar medidas para proveer empleos y crear sindicatos de trabajadores sociales. Asimismo, en esos años un jesuita francés, Bernard Bergoend, como respuesta a la petición de un grupo de católicos de Guadalajara, desarrolló un proyecto para crear una organización católica de carácter político social cuyas acciones estarían enfocadas a combatir la injusticia y la pobreza. Los católicos estaban convencidos de que solamente mediante la actividad política, se quitaron la mascara de partidarios de la espiritualidad, podrían revertirse esas situaciones.
Tras de la caída de Díaz, con el soporte de la curia, fue creado el Partido Católico Nacional, mismo que aprovechando la apertura democrática del presidente Francisco Ygancio Madero González, se alzó con victorias importantes en todo el país durante las elecciones de 1912. Aquello los hizo creer que el platillo político estaba listo para engullírselo y, como mientras Madero siguiera en el poder no podrían obtenerlo, en pleno proceso de salivación decidieron aliarse con Henry Lane Wilson para impulsar a un católico ferviente, Victoriano Huerta, para que se encargara de cometer la felonía. Con lo que no contaban era que quien retomaría el liderazgo era alguien que no les perdonaría su accionar, Venustiano Carranza Garza. Los enfrentamientos entre él y la curia fueron mas que obvios. Nunca le perdonaron que, en 1914, promulgara la Ley del Divorcio y echara del país al arzobispo de Guadalajara, Francisco Orozco Jiménez, el socio de Bergoend en el armado del tinglado par apoderarse del poder político. Cuando la Constitución política de los Estado Unidos Mexicanos fue promulgada, el asunto escaló hasta las colinas de Roma desde donde Giacomo Della Chiesa, el papa Benedicto XV, lanzó la anatema desconociéndola y criticándola a mas no poder, como si el gobierno de una nación independiente como México con un gobernante con miras de estadista, Carranza Garza, tuviera que andar solicitando permiso a un jefe de estado extranjero para definir sus acciones. Lo que el ciudadano Della Chiesa buscaba era impedir el nacimiento del Estado Mexicano Moderno. Dado que no pudo lograr su objetivo, empezaron a maquinar como habrían de llevar a cabo su venganza.
Durante la primera mitad de la década de los 1920s, la curia intensificó sus enfrentamientos con el presidente Álvaro Obregón Salido. Poco lograron, pero fueron imbuyendo entre los feligreses fanáticos, los pensantes no compraban esas falacias, el sentido de que sus creencias espirituales y su religión estaban amenazadas. Dado que no veían que el gobierno mexicano flaqueara en la construcción del estado moderno, en donde a la iglesia se le reducía a su función espiritual, aquellos que sintieron acariciar el retorno a un país en donde su gobierno estuviera sujeto a las ordenes de la clerecía, intensificaron sus acciones para que aquello acabara en una reyerta.
Se dedicaron a soliviantar, con falacias, los ánimos y para colocar la cereza en el pastel, el 31 de julio de 1926, anunciaron que el gobierno mexicano ordenó el cierre de los templos y por ende la suspensión del servicio religioso. Todo eso era una vil mentira que algunos hasta nuestros días siguen comprando. Dichas acciones fueron orquestadas por la curia como medida de presión o como vulgarmente se dice, para echarle encima el pueblo al gobierno que nunca ordenó tal acción. Además, eso fue aprobado por el ciudadano Achille Damiano Ambrogio Ratti, el papa Pío XI. Ante la falta de información real, la curia logró atraerse simpatías. Contra lo que se dice acerca de la intransigencia del estadista Elías Calles Campuzano, este siempre estuvo dispuesto al dialogo, pero no de rodillas, lo cual no gustó a los obispos mexicanos. Cuando se entrevistaron el 26 de agosto de 1926, el obispo de Tabasco, Pascual Díaz y Barreto, trató de someterlo y pedirle que la ley no se aplicara a los miembros de la curia. Como siempre creyendo que por su profesión eran superiores al resto de los mexicanos. Por su parte, el obispo de Michoacán, Leopoldo Ruiz y Flores defendió el derecho del ciudadano Ratti para intervenir en los asuntos de México, al tiempo que trataba de dar lecciones de historia al estadista Elías Calles. Este le respondió que ninguna autoridad foránea tenia derecho a intervenir en nuestros asuntos y que, respecto a la historia, pues mejor no hablaban dado que la iglesia a lo largo de los tiempos, en México, había tenido un comportamiento bastante alejado de ser encomiable. Dado que no pudieron poner de hinojos al Estado Mexicano, los obispos salieron dispuestos a cobrarse la afrenta.
Tras de que, el 18 de octubre, se entrevistara con los obispos mexicanos quienes estaban en Roma, Ratti decidió que no quedaba otra opción sino la confrontación abierta. En ese contexto, el 18 de noviembre de 1926, emitió la encíclica Iniquis afflictisque ’Sobre la Persecución de la Iglesia en México,’ en la cual conminaba a los católicos a irse a defender su religión con valentía. Con esa licencia, con la asesoría de los jesuitas Alfredo Méndez Medina y Rafael Martínez del Campo, en realidad estos eran hombres de paja, los orquestadores eran Bergoend junto con Orozco y Jiménez, un grupo de católicos formaron la Liga Nacional de la Defensa Religiosa (LNDR).
En ese contexto, el 26 de noviembre, Rafael Ceniceros y Villarreal, Luis G. Bustos, Miguel Palomar y Vizcarra, y el padre Alfredo Méndez Medina, se reunieron con Ruiz y Flores, quien presidia el Comité Episcopal en ausencia del arzobispo José Mora y Del Río, Diaz y Barreto, así como otros diez obispos. El numero de 12 no era fortuito. Los líderes de la LNDLR les solicitaron a los obispos que aprobaran su plan para iniciar un movimiento armado cuyo objetivo era defender su religión la cual ellos invocaban como una de sus ’libertades básicas.’ Aun cuando no hubo respuesta inmediata, una vez que los obispos hicieron las consultas requeridas, llamaron a los peticionarios a reunión. El 30 de noviembre, aun cuando explícitamente no les dijeron que si, estuvieron de acuerdo en que los sacerdotes quienes lo quisieran podían administrar servicios religiosos a los combatientes cristeros. La acción de los rijosos recibió el apoyo de los obispos estadounidenses quienes el 12 de diciembre de 1926, publicaron una carta pastoral en dicho sentido. Con esa aprobación-no aprobación de los obispos mexicanos y la bendición de los estadounidenses, salieron los líderes de la reyerta dispuestos a echar al campo de batalla a la carne de cañón quien quisiera irse a matar a quienes no pensaran como ellos.
Cuando la razón se va de paseo, la estupidez predomina y aquello se convirtió en una matanza irracional. Los panegiristas de la reyerta venden las atrocidades que los miembros del ejército mexicano cometieron con los suyos, pero se guardan de mencionar la forma salvaje en que los defensores de la reyerta se comportaban con los maestros de las escuelas públicas a quienes, cuando bien les iba los desorejaban y los sometían a todo tipo de torturas. Aquello devino en una carnicería que parecía no tener fin. En medio de todo ello, el 22 de abril de 1927, el gobierno mexicano decidió expulsar a quienes bendijeron la reyerta, los obispos mexicanos quienes fueron a parar a San Antonio, Texas. Desde allá, Díaz Barreto propuso que Elías Calles debiera ser derrocado y en su lugar colocar al sobrino de su tío, Félix Díaz, o bien al huertista, Nemesio García Naranjo.
A pesar de que había trascurrido casi un año y medio de matanzas, aun quedaban seres racionales como el sacerdote paulista John J. Burke. Como resultado de la intervención del mejor embajador que nos hayan enviado los EUA, Dwight W. Morrow, fue factible concertar una reunión, el 4 de abril de 1928, entre Burke y Elías Calles. La entrevista, efectuada en el Castillo de San Juan de Ulua, tuvo una duración de seis horas y, como siempre que se entrevistan personas pensantes, salieron con un bosquejo de como acabar con la reyerta inútil. Sin embargo, Burke habría de enfrentar las apetencias de poder, ¿y de sangre de mártires? de la curia vaticana. A pesar de ello, a mediados de mayo de 1928, fue factible traer a los obispos mexicanos de los EUA, que se entrevistaran con el estadista mexicano. En ese momento fue factible llegar a un acuerdo, basado en las negociaciones entre Burke-Elías Calles. El documento proyecto de solución fue enviado a Roma para aprobación del papa, pero este parecía no estar aun satisfecho con la cuota de sangre y prefirió esperarse hasta que lograra un acuerdo con su entonces favorito, el Duce italiano para crear el Estado Vaticano. En medio de ello, en julio, que el cura José Jiménez bendijo la pistola de José León Toral y este fue a asesinar al presidente electo Álvaro Obregón y como resultado la lucha y las muertes se prolongarían por un año más. Durante ese lapso, hasta el gigolo-cobarde (aun no era sinarquista y nazi), José Vasconcelos, en plena campana presidencial, ya se había trepado al carro de la reyerta inútil y fue, en enero de 1929, a entrevistarse con el general en jefe de los revoltosos, Enrique Gorostieta para que sus hombres lo apoyaran. Sin embargo, le falló el tiro pues el general fue asesinado.
No seria sino hasta junio de 1929, cuando volvieron a traer a los obispos mexicanos y estos, con la aprobación del papa quien ya había firmado Los Tratados de Letrán con el Duce, y de la mano del jesuita Edmund Walsh, vicerrector de la Universidad de Georgetown, terminarían por firmar el 21 de junio de 1929, el llamado Modus Vivendi en cuyo contenido se lee: ’1. Que la disposición de la ley en la cual se exige el registro de ministros no significa que el gobierno pueda registrar a los que no hayan sido nombrados por el superior jerárquico del credo religioso en cuestión o de acuerdo con su reglamento. 2.- Con respecto a la instrucción religiosa, la constitución y las leyes vigentes la prohíben definitivamente en las escuelas primarias o superiores, públicas o privadas, pero esto no impide que los ministros de cualquier religión impartan sus doctrinas, dentro de los límites de la iglesia, a los adultos o sus hijos que puedan asistir con ese propósito. 3.- Que la Constitución, así como las leyes relativas al país garantizan a todos los residentes de la República el derecho de petición y por lo tanto los miembros de cualquier iglesia pueden solicitar a las autoridades correspondientes la enmienda, derogación o sanción de cualquier ley.’ Tras de leer esto, podrá alguien decirnos que valió la pena que 100 mil mexicanos fueran a perder la vida, ni una sola lo vale. Las diferencias pudieron haberse arreglado en una mesa de negociaciones. Sin embargo, el objetivo de la curia era impedir el nacimiento del Estado Mexicano Moderno y ante ello estaban dispuestos a lo que fuera con tal de lograrlo. Al final no lo obtuvieron por lo cual desde nuestra perspectiva fue una reyerta inútil por no utilizar una palabra mas fuerte. Tan fue un fracaso que uno de los líderes de la reyerta inútil. Miguel Palomar y Vizcarra, en cuanta entrevista concedió después de que se finiquitó el conflicto, una y otra vez arguyó su descontento con el contenido del Modus Vivendi y acusaba a la curia de haberlos traicionado a quienes, decimos nosotros, se fueron a matar y matarse en nombre de la defensa de su religión la cual nunca estuvo en peligro de que fuera a ser suprimida.
Reiteramos, desde cualquier perspectiva, esto fue una reyerta inútil. Nada justifica la perdida de una sola vida humana para tratar de imponer la perspectiva religiosa de nadie. De cómo se dé la relación entre cada uno y el Gran Arquitecto es un asunto muy respetable y del ámbito privado en el entorno del respeto a la ley de cada nación. vimarisch53@hotmail.com
Añadido (1) Comentan los antiguos que el pasado domingo 6, por los rumbos de El Pedregal en la CDMX, el aroma a azufre era muy intenso. ¿Tendrán razón?
Añadido (2) Pues dice la UNESCO que no es cierto que hayan negado la condición de patrimonio cultural de la humanidad a la tauromaquia. Que fue una ’fake news’ con la que varios nos fuimos.
Añadido (3) El ’establishment’ estadounidense nunca iba a aceptar que las elecciones presidenciales fueron todo menos un ejemplo de pureza. Admitirlo, implicaría el fin de lo que siempre nos han vendido.

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