Y es cosa de todos los días

La tarde.

La tarde.
Periodismo
Enero 14, 2015 17:42 hrs.
Periodismo ›
Mario Andrés Campa Landeros › diarioalmomento.com

Hace calor. El sudor corre por la entrepierna. Dos jóvenes se miran y reflejan en un instante sus miedos. Se ven nerviosos. Se pensaría que son primerizos. Se nota a la distancia que acaban de salir o se escaparon de las aulas de la escuela que nadie conoce. Traen cangureras a la espalda. Es media mañana y un buen día para hacer lo que se quiera. Caminan inseguros. Hombre y mujer que ni siquiera se tocan, pero se conocen. Sólo se miran con esos ojos llenos de picardía. La gente no se fija en ellos. Es una escena de todos los días. Caminan como si todas las miradas de la gente se concentrara en ellos.
Están a unos cuantos pasos del estado de México, los divide una vía de un tren que pasa de vez en cuando. Un coche pasa cerca de ellos. La jovencita se separa un poco del joven que la acompaña. Se nota en su mirada y en el rostro el temor que sienten de que los vean tomados de la mano.
Los que pasan junto a ellos, los miran maliciosamente. Ella sonríe más por cortesía que con ganas. Él voltea el rostro para no ser identificado, pero uno se imagina su cara de joven secundariano. La muchachita levanta la vista para mirar con rapidez la pared del edificio que está a unos cuantos pasos adelante de ella. Los ojos, así como los subió en unos cuantos segundos, los baja con la intención de que nadie se de cuenta de lo que ha hecho.
Los coches particulares, los taxis y las combis siguen pasando como un cuento de nunca acabar.
Mi envenenada imaginación me hace ligar las cosas; la mirada, los nervios, su ansiedad y temor de que alguien los vea. Voteo la cabeza para tratar de mirar lo que ella miraba... Arriba del edificio está la razón. Con letras grandes, grandes anuncia: Hotel.
Pienso. Pero si son apenas unos chamaquitos que creo que ni siquiera han de saber limpiarse la cola. Otra persona que viene atrás, los miran y al parecer les vienen los mismo pensamientos míos... Me detengo en la esquina y en forma morbosa volteo a ver a los muchachos que aminoran el paso. Hacen tiempo. Esperan que nos desaparezcamos. El siga les da preferencia a los vehículos que pasan frente mi. Ahí seguían parados los chicos estudiantes. Da el siga del lado derecho y avanzo un poco para no ser embestido por los coches que circulan a grana velocidad. Fueron segundos...
Y, ¿qué pasó?
Nada. Los chiquillos ya no estaban. ¡No podía ser! Ya no había nadie en la acera. Nadie en la esquina.
¡Se metieron rápidamente al nido del amor libre!
… Me imagino, a los padres en su trabajo, felices desempeñando sus labores y a las madres en la cocina, prepara y prepara la comida la comida para los hijos que vienen de la secundaria...

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