Todos mienten

La vida como es…

La vida como es…
Periodismo
Abril 28, 2015 19:33 hrs.
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Octavio Raziel › diarioalmomento.com

Todos mentimos, por cortesía, amor, compasión o simplemente soltamos mentirijillas piadosas que no hacen daño y sí mucho bien a cierta gente. Aparece cuando un amigo me dice: “No me pierdo uno sólo de tus comentarios”. Le doy las gracias y en un recorrido fast track por mi lista de correos no aparece su dirección. O sea que, me dio el avión.
Buscamos dar la explicación más simple. Es la navaja de Ockham, la perfección -como diría Aristóteles- buscada a través de la simplicidad, que muchas veces nos lleva a la mentira. El filósofo decía que esta es jactancia, esto es, exagerar la verdad, e ironía, que la disminuye.
Recordar es mentir porque nuestra memoria es un invento. Abundan quienes se inventan un pasado y se lo creen o nos lo hacen creer como cierto. Otros bloqueamos episodios de la infancia y pre adolescencia pues fueron instantes poco agradables de nuestra vida, y cuando alguna persona intenta asegurarnos que esto o aquello sucedió lo calificamos de mentiroso pues ese hecho ya fue descartado del disco duro.
También hay quienes adoptan experiencias ajenas y las platican como propias creando una mentira tan perfecta que sólo quien le platicó la aventura queda con cara de azoro. Engañan a los demás un rato, pero finalmente acaban siendo víctimas de su propia trampa.
En ocasiones las personas no alcanzan a imaginar el sinfín de consecuencias que se desencadenan con mentiras que se convierten en un efecto mariposa.
En contraparte hay quienes inventan situaciones en su mente, autoengaños que pueden dañar la moral o integridad de los demás. Crean fraudes, ardides, traiciones. En muchos casos son víctimas de un trastorno mental.
Yo les recomendaría que el próximo “puente” se tomen un descanso mental y lean “La filosofía de House: todos mienten”, escrito por William Irwin y Henry Jacob.
Nietzsche expresaba en uno de sus diálogos: No que me hayas mentido, que ya no pueda creerte, eso me aterra. O recordando a Aristóteles; la recompensa del mentiroso es no ser creído aun cuando diga la verdad.
Los oídos mienten más que los ojos y los seres humanos lo hacen para presumir de un valor que les falta.
Recordemos al doctor House: Todos mienten.

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