Concatenaciones
Fernando Irala
Mientras algunos legisladores se adelantan al espíritu decembrino y lo aprovechan para comportarse como en borrachera de irresponsables adolescentes, el secretario de la Defensa ha llamado la atención sobre el papel de las fuerzas armadas en el combate al narcotráfico.
El general Salvador Cienfuegos se refirió a la urgencia de que en la Ley de Seguridad Interior que debe emitirse en breve, se defina el marco legal para la actuación del Ejército, y un plazo para que los soldados retornen a sus cuarteles, pues dicho de manera llana, su función no es andar persiguiendo delincuentes.
Hace medio siglo que el tráfico de narcóticos empezó a figurar como una preocupación nacional, y desde hace cuatro décadas, con el Plan cóndor, el Ejército salió a apoyar la erradicación de cultivos. Nunca ha regresado a sus bases y por el contrario su papel y el de los marinos se ha vuelto protagónico.
Entretanto, los criminales han evolucionado, se han armado y multiplicado, y han adquirido el poder de un monstruo que a veces parece imbatible.
La debilidad de las estructuras policiacas, junto con la corrupción en los aparatos de seguridad y los de gobierno, han hecho indispensable la intervención militar, que empezó siendo un recurso de emergencia y se ha convertido en la única fuerza de contención más o menos confiable.
Su operación cotidiana en zonas rurales y urbanas, sin embargo, no inhibe la actuación de los criminales, y más bien conlleva grandes riesgos de corrupción de tropa y mandos militares, por un lado, y eventualmente de atropello a los derechos humanos.
El hecho real es que luego de veinte años de intentar conformar instituciones policiacas modernas y fuertes en el país, su concreción es aún lejana. El proyecto de constituir mandos estatales únicos no ha podido aterrizar en muchas entidades y en varias es tarea imposible.
No será sencillo, ni pronto, el retorno anhelado por el general Cienfuegos.