Hace cincuenta años murió León Felipe. A nosotros jóvenes rebeldes nos donó palabras de hondura, desprendimiento, anhelo de Dios. Completó - ¿fundamentó? - nuestras inquietudes.
Sus libros pasaban de mano en mano. Fue un juglar, oírlo era ser conquistado por la presencia, la voz gruesa, la palabra. Te mando en un lazo –link le dicen – con varios de sus poemas dichos como nadie – perdón doña Ofelia Guillmain –como casi nadie.
Pasan los años y su figura se borra, quizá valga recordar una vida azarosa: la cárcel en España, un tiempo en un hospital de Africa, un primer viaje a México y a los Estados Unidos de América, la vuelta España para estar en la Guerra, el haber logrado, como nadie, poner en contra suya a todas las facciones republicanas al gritarles – su poema llamado Insignia – su egoísmo, sus odios, su haber matado, con la de Belén la estrella que los guiara.
En el México de mi infancia lo recuerdo con otros señores muy gritones en una café creo que de nombre Sorrento. De los tiempos de la juventud lo recordamos diciendo sus poemas, caminando por el centro de la ciudad. Figura y voz hecha ya nuestra. Para los momentos de intimidad, de arte no faltaba quien platicara o cantara aquello de Romero sólo Romero.
Ya de ochenta años nos trajo dictado por los ángeles, diría, su último libro: ¡Oh este viejo y roto violín! que lo agotamos los jóvenes de entonces, apenas salió a la venta. De este libro te mando un par de poemas. Ambos los entendemos mejor los viejos. Pues uno habla de ese dolor que está metido en el cosmos y el otro nos invita a pedir perdón.
Los poetas, aunque no nos demos cuenta, abren una escotilla para que la mirada amorosa de Dios llegue a nosotros. León Felipe fue de esos.
Si puedes en la red busca mäs de sus poemas. Es asunto de eruditos, si fue o no un gran poeta, lo que sí te puedo decir que para mi generación, para los sesenta y ocheros fue uno de nuestros poetas. Y con eso es suficiente.
CREACIÓN
Y aquella lágrima
tan pequeña
vertida por Dios…
creció
y creció
y creció
hasta reventar
-ioh que explosión- y llenar el espacio infinito
de estrellas y constelaciones
¡Todo nació de una lágrima!
PERDÓN
Soy ya tan viejo,
y se ha muerto tanta gente a la que yo he ofendido
y ya no puedo encontrarla
para pedirle perdón.
Ya no puedo hacer otra cosa
que arrodillarme ante el primer mendigo
y besarle la mano.
Yo no he sido bueno…
quisiera haber sido mejor.
Estoy hecho de un barro
que no está bien cocido todavía.
¡Tenía que pedir perdón a tanta gente!…
Pero todos se han muerto.
¿A quién le pido perdón ya?
¿A ese mendigo?
¿No hay nadie más en España…
en el mundo,
a quien yo deba pedirle perdón?…
Voy perdiendo la memoria
y olvidando las palabras…
Ya no recuerdo bien…
Voy olvidando… olvidando… olvidando…
pero quiero que la última palabra,
la última palabra, pegadiza y terca,
que recuerde al morir
sea esta: PERDÓN.