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Los cambios en Egipto, vistos desde un café de barrio

Los cambios en Egipto, vistos desde un café de barrio
Cultura
Junio 23, 2015 22:36 hrs.
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Norma L. Vázquez Alanís › diarioalmomento.com

La historia de 70 años en la vida de Egipto contada por un grupo de amigos que cada tarde se reúne en el café Qúshtumar, en El Cairo, muestra el devenir de un país desde la óptica de estos hombres, quienes inician su amistad desde niños y cuya postura política va cambiando conforme pasan los años.

Este testimonio de la transformación de sus vidas al casarse y tener hijos, así como las profundas transformaciones que sufre Egipto desde los últimos años del dominio británico hasta el asesinato del presidente Anwar Sadat en 1981, conforma la novela ‘El café de Qúshtumar’ del escritor Naguib Mahfouz (Ediciones Destino, Colección ‘Áncora y delfín’, volumen 809, marzo 1998, 196 páginas).

La obra, que ya había sido publicada por entregas durante 1988 en el diario cairota Al-Ahram, describe cómo la capital egipcia se llena de altos edificios al estilo occidental, en un abrir y cerrar de ojos, y deja en el recuerdo aquellos palacetes con jardín que distinguían una parte del barrio de Alabasía -la otra estaba poblada de modestas casas a una margen del río-, como consecuencia de los cambios económicos registrados en el país en todos esos años.

Los parroquianos asiduos al café de Qúshtumar, Ismael, Táher, Sáquid y Hamada, exponen al lector su situación personal, sus problemas conyugales, económicos, anímicos y de salud, en el ámbito de una amistad permanente y sin fisuras, a pesar de las diferencias políticas de cada uno, pero que finalmente convergen en el deseo de independencia y bienestar de Egipto.

En esta crónica de los acontecimientos más destacados de la historia contemporánea de esa nación africana, Mahfouz utiliza la forma narrativa de la tercera persona observadora y omnisciente que transmite un estilo directo en los diálogos, sin inmiscuirse, a fin de crear en el lector la sensación de que uno de los cuatro amigos tomaba el control del relato en las varias etapas del espacio-tiempo en que ocurren.

Como la mayoría de las obras de este autor, ‘El café de Qúshtumar’ refleja el desconcierto de una sociedad que vacila entre los principios islámicos tradicionales y la seducción de la cultura occidental; Mahfouz trató de encontrar un punto de equilibrio entre dos mentalidades difíciles de conciliar, buscando puntos comunes para ambas concepciones a través de la literatura.

Y como poseedor de una magistral capacidad para recrear los ritmos urbanos, así como los aspectos marginales de la sociedad, en ‘El café de Qúshtumar’ el autor consigue materializar los ideales de sus cuatro parroquianos en los valores humanos, la lucha por la vida y la seducción del espíritu.

Mediante una prosa cercana y directa, Mahfouz hace una disección de los matices y precipicios de la ambición, para concluir que el hombre permanece invariable, en el sentido de que es incapaz de ejercer sus facultades para modificar el azar al que se encuentra sometido en todos los ámbitos de su vida, lo cual coarta su libertad natural.

‘El café de Qúshtumar’ es un hermoso himno a la amistad y la tolerancia en el que Mahfouz utiliza diálogos de una enorme fuerza narrativa, adicionados con referencias divinas, exclamaciones de rendición ante el destino, reflexiones sociales y psicológicas, así como citas del Corán, con un estilo de síntesis y simplicidad en el cual los perfiles de los personajes son nítidos y las situaciones tan sencillas, que aparentemente rayan en la ingenuidad, pero que dan al lector un retrato de la vida en la capital egipcia del siglo XX. Sus descripciones de El Cairo son comparables a las que hicieron en su momento Charles Dickens de Londres y Emile Zolá de París.

En la concepción filosófico-literaria de Mahfouz, los actos que enlazan a las culturas son los dinámicos y libres consigo mismos, así como respetuosos de la libertad de los demás; esta característica le imprime a su obra un aura de universalidad que lo llevó a ser considerado el verdadero inventor de la novela árabe, pues a pesar de que utilizó las técnicas y estructuras de la literatura occidental, consiguió integrar en su obra las ricas herencias de la tradición árabe, como los relatos de viajes o de iniciación, convirtiéndose en el genio indiscutible del realismo social egipcio.

‘El café de Qúshtumar’ es el lugar donde cualquier individuo quisiera rescatar su vida con esa sonrisa serena que solo se logra con la edad y la experiencia.

Post scriptum

Naguib Mahfouz (El Cairo, Egipto, 1911-2006) estudió filosofía en la Universidad de El Cairo y muy joven comenzó a colaborar con diversas revistas especializadas; adquirió un profundo conocimiento de las literaturas medieval y arábiga cuando estudiaba el bachillerato. Ya terminados sus estudios universitarios, comenzó a escribir ficción y publicó más de 80 relatos en seis años. Su colección ‘Susurro de locura’ apareció en 1938; entre 1939 y 1954 publicó tres volúmenes de una proyectada serie de 40 novelas históricas ambientadas en el periodo faraónico, posteriormente se dedicó a escribir novelas sobre temas sociales, actividad que combinó con la redacción de varios guiones cinematográficos.

Mahfouz obtuvo un gran éxito con su ‘Trilogía de El Cairo’, integrada por las obras ‘Entre dos palacios’ (1956), ‘La azucarera’ (1956) y ‘Palacio del deseo’ (1957). ‘El callejón de los milagros’ (1947), ‘Chicos de Gebelawi’ (1959), ‘El ladrón y los perros’ (1961) y ‘Miramar’ (1967), así como ‘El café de Qúshtumar’ saltaron a la fama después de que en 1988 recibiera el Premio Nobel de Literatura y se convirtió en el primer escritor en lengua árabe en conseguirlo.

En 1994 fue atacado por unos extremistas islámicos que consideraban su obra como una blasfemia contra la religión musulmana; esta agresión le provocó graves daños en la vista y los oídos, así como la parálisis del brazo derecho, lo que le impidió seguir escribiendo con normalidad. Luego de someterse a una largo proceso de fisioterapia consiguió escribir una serie de relatos muy breves, algunos de los cuales fueron publicados por la revista egipcia ‘Misfildunia’ con el título de ‘Sueños de convalecencia’. Murió el 30 de agosto de 2006.

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