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Los motivos de Monseñor Antonio

Los motivos de Monseñor Antonio
Política
Febrero 18, 2021 12:04 hrs.
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Gustavo Cortés Campa › Club Primera Plana

La pandemia aleja a los
feligreses… y al dinero

Monseñor Antonio no halló la forma de pedir la presencia física de los fieles y cayó en la infeliz imitación de otro personaje que también oficia misas, pero para un reducido grupo de seudoreporteros.

’Extraño con mucho dolor la presencia de otras personas; tristemente, mucha gente, muchas personas están llenas de pánico. Y a mí me parece que sentir miedo, el estar apanicados, es falta de fe’.
Monseñor Antonio González Sánchez, obispo de Ciudad Victoria, Tamaulipas, fue blanco de críticas, inclusive de injurias, por esos pronunciamientos emitidos en su homilía del domingo 14 de enero.
Pero en realidad, monseñor Antonio, para utilizar su propio participio, es un obispo apanicado. Pocos de sus feligreses pueden estar peor que su obispo.
El señor obispo revisó las cuentas de las parroquias de su diócesis correspondientes al año pasado y comienzo del actual. Y entró en pánico. No hay duda.
’Como ven, mi rostro, casi siempre ando así. No es presunción, es gracias a Dios que ando así porque confío mucho en Dios. Espero verlos sin esa cosa que traen en su cara… el famoso cubrebocas es no confiar en Dios’. (Sintaxis cuatrapeada por cuenta del prelado)
Se puede especular que los enredos conceptuales de monseñor Antonio se originan en la angustia de ver caer los ingresos diocesanos y, por consiguiente, en la dificultad de expresar un llamado de auxilio que, por la hipocresía consustancial a toda confesión religiosa, no puede ser directo a pedir auxilio económico. Al menos no en una misa.
La pandemia ha reducido la asistencia a los templos, los católicos y los protestantes de las diversas confesiones cristianas. Al reducirse la asistencia, en la misma proporción cae el monto de las limosnas. Y eso constituye un problema severo, como es fácil entender, porque no sólo lo padecen las iglesias, sino todos, quizá con excepción de burócratas con sueldo y prestaciones incólumes y uno que otro millonario.
Monseñor Antonio no halló el modo adecuado de conminar a la presencia física de los fieles y así, tuvo la infeliz ocurrencia de lanzarse contra el cubrebocas, en infeliz imitación de otro personaje que también oficia misas, pero para un reducido grupo de seudoreporteros.
LOS TEMPLOS COMO FOCO DE INFECCIÓN
Durante la Edad Media (unos mil años) y poco después, las terribles pandemias azotaban Europa. No había medicamentos ni medidas sanitarias observables y en consecuencia, las personas llenaban los templos a rogar a Dios por su auxilio.
La consecuencia directa y terrible fue que los templos se convertían en fuertes focos de infección. Los enfermos no se curaban y los sanos salían infectados.
Todo se reducía a lo que posteriormente se conoció como inmunidad de rebaño, lo que tardaba varios años y no evitaba rebrotes unos decenios después, cuando los europeos creían que podían estar tranquilos.
En México, las pandemias entraban, generalmente, por Veracruz. Tal y como hacen ahora varios países europeos, a los viajeros se les confinaba para evitar posibles contagios, pero en realidad, durante siglos, el puerto fue un reservorio de mortales padecimientos.
Un dato curioso que los gobiernos han soslayado en manuales de historia, es que cuando el puerto de Veracruz pudo ser un lugar más o menos seguro para vivir, fue a raíz de la toma por los marines yanquis en 1914, cuando las tropas norteamericanas, para su propia protección, realizaron importantes obras de saneamiento e ingeniería municipal.
Pero entre el pueblo mexicano, estos días incluidos, ha predominado la difusión de prejuicios, mitos y supercherías, mucho peor con los avances tecnológicos, porque las ’redes sociales’ no sólo propagan chismes de vedettes, sino de patrañas de ’magos’, ’adivinos’ y ’brujos’.
Así también, en Internet proliferan materiales que se jactan de ’sólidos’ y ’académicos’ que alertan acerca de ’conjuras de fuerzas oscuras’, del ’Deep State’ (cualquier cosa que pueda ser eso) y del ’Grupo Bilderberg’, asociaciones de individuos tan maléficos, que usan todo el dinero de que disponen para urdir acciones de todo tipo para dañar a la humanidad doliente.
Esas corrientes de propaganda hace años eran propias de agrupaciones políticas identificadas con ’la derecha’, pero hace algunos decenios que eso se ha trasminado a cierta ’izquierda’, con armas y bagaje.
Así pues, no puede ser extraño que esos rollos sean manejados en los medios masivos por personas con prestigio de ’izquierdistas’.
Algunos son ’ecologistas’ algo así como ’extremos’ que propugnan por la eliminación de la maquinaria agrícola, los fertilizantes, la nivelación de terrenos, inclusive el arado egipcio y volver a sembrar ¡con la coa prehispánica! Y esos están, por cierto, muy fuertes en la 4T.
No es raro pues, que desde la ’tribuna más alta’ del país (No, no es el Congreso, ya no), se haya preconizado contra la pandemia de Covid 19 el uso de estampitas de no recuerdo qué virgen, de ’un billete de dos dólares’ y un ’detente’ del sagrado corazón de Jesús.
Que en esa alta tribuna, una y otra vez, se haya atacado y ridiculizado el uso del cubrebocas. Inclusive, y para que no haya duda posible, después de dos semanas en confinamiento debido a un contagio ¡de nuevo se niega, tajantemente, el uso del cubrebocas, y con gesto de fastidio ante el impertinente reportero que retoma el tema!
Así las cosas: ¿Cuál sería el caso tomarla tan duro contra monseñor Antonio? ¿Fustigarlo sin conmiseración alguna, sólo porque apela a la solidaridad de los feligreses?
Monseñor Antonio, como otros prelados de la Santa Iglesia Católica, Apostólica y Romana ¿Acaso no tiene derecho a una botellita de Chateau de Neuf Pape? ¿De un Vega Sicilia? ¿De un rodaballo al horno con echalotes? ¿Por qué condenarlo a enchiladas con crema, si acaso, o quizá -¡horror!- a taquitos de suadero?
¿De qué privilegios ha sido investido Palacio Nacional, que no puedan tenerlos los que se afanan por las almas de los mexicanos?
Son sólo planteamientos irreverentes de un ateo que más temprano que tarde tendrá que dar cuentas a ese señor en el que no cree.

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